La danza folclórica en el Sultanato de Omán es irreverente, es el campo, es la tribu beduina, el sonido del verano, la furia, la guerra…

Una de sus expresiones es el baile de Al-Bar’ah, declarado Patrimonio de la Humanidad en 2010 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Quienes lo interpretan lo describen como una danza guerrera, acompañada de tambores y cantos poéticos en un dialecto tribal local.

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Durante su ejecución, hombres y mujeres forman un semicírculo de entre diez y treinta personas. Mientras cantan y aplauden, dos bailarines, armados con khanjars (dagas), realizan movimientos codificados, blandiendo sus armas por encima de los hombros.

Esta tradición encarna la fuerza, el coraje, la generosidad y la hospitalidad de sus pueblos, y aborda también temas poéticos, entre ellos el amor y el coqueteo del hombre y la mujer.

Como parte de la tradición de este país, es apreciable el baile tradicional de Al-Razfa, también reconocido con la categoría de Patrimonio Cultural.

Dos filas enfrentadas de hombres, armados con espadas o bastones, intercambian versos enérgicos cuando bailan.

Lo interpretan hombres de todas las edades y clases sociales durante bodas y festivales nacionales. Muchos realizan movimientos coreografiados al ritmo de la música mientras sostienen réplicas de rifles de madera.

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Décadas atrás, esta coreografía celebraba victorias comunitarias; hoy, Al-Razfa es muy popular como forma de entretenimiento.

Los roles se aprenden con la práctica, de generación en generación, mediante la participación y la observación en eventos sociales.

Así, cada golpe de tambor y cada verso coreografiado mantienen viva la memoria de su pueblo.