Castillo de San Ángel: ¿Un mausoleo, una fortaleza, un refugio?
Desde lo alto de sus terrazas o de las grandes aberturas situadas a lo largo de las pasarelas, es posible disfrutar algunas de las vistas más hermosas.
Cientos de turistas tiran fotografías todo el año frente al Castillo San Ángel, en la ribera occidental del río Tíber, en Roma, de modo que no se puede estar allí, sino escuchando el sonido de las cámaras o celulares.
Llegar hasta allí es ver la colosal estructura de singular belleza, ubicada a apenas un kilómetro de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano y unida a la Santa Sede por un pasaje conocido como Passetto de Borgo.
Desde lo alto de sus terrazas o de las grandes aberturas situadas a lo largo de las pasarelas, es posible disfrutar algunas de las vistas más hermosas.
Su historia comenzó en el año 135 de nuestra era, cuando el emperador Adriano quiso dotarse de un mausoleo similar en forma, pero superior en magnitud al de César Augusto.
La estructura circular original, revestida de mármol y adornada con frisos, albergó los restos del gobernante y sus sucesores.
En el año 590, mientras la peste bubónica azotaba a Roma y diezmaba su población el Papa Gregorio I tuvo la visión del arcángel Miguel que envainaba su espada encima de la construcción.
Desde entonces, el Mausoleo de Adriano pasó a ser conocido como Castillo de San Ángel, y los papas empezaron a utilizarlo como fortaleza y refugio para su protección en tiempos convulsos.
La estatua del arcángel Miguel, ubicada en la cima del castillo, fue obra en bronce por el escultor flamenco Peter Anton von Verschaffelt, y la inauguró en 1752 el Papa Benedicto XIV.