La relación con EE. UU. un desafío para la electa presidenta de México
La condición de mujer y feminista de la nueva presidenta, sumado a su ideología de izquierda, y a su agenda ambiental podrían convertirse en un blanco de ataque por parte de los violentos y los radicalizados.
Una vez logrado el triunfo en las urnas, el próximo gobierno de Claudia Sheinbaum tendrá un desafío enorme en la relación que pueda construir México con los Estados Unidos, en medio del crecimiento de una ultraderecha cada vez más violenta y xenofóbica.
Sin duda, el asunto crucial será el de la inseguridad, un problema transversal a la frontera entre ambos países.
Mientras que en México se ciñe fundamentalmente a las actividades del narcotráfico y del tráfico ilegal de armas, en Estados Unidos, en cambio, el concepto de inseguridad es mucho más versátil y ambiguo ya que el tráfico de drogas (sobre todo del fentanilo) convive con una inmigración masiva e incontrolable, que incluye tanto a mexicanos como a latinoamericanos.
Pero en los Estados Unidos, la obsesión contra México no es nueva y registra varios antecedentes.
Desde los intentos por apropiarse de Texas a principios del siglo XIX hasta la guerra desarrollada entre 1846 y 1848 que significó la entrega por parte de México de más de la mitad de su territorio a los Estados Unidos. Ya en tiempos de la Revolución, la ocupación del puerto de Veracruz en 1914, fue seguida dos años más tarde por la llamada “Expedición Punitiva” en contra de las fuerzas de Pancho Villa debido a su ataque a la ciudad de Columbus. Con el tiempo, el intervencionismo estadounidense no disminuiría, pero se haría sentir, sobre todo, en el terreno económico y en las sucesivas regulaciones del flujo comercial y migratorio a través de la frontera en común.
Más allá de sus aspectos históricos, el sentimiento antimexicano y, en general, antilatino, no ha dejado de crecer en amplias franjas de la población estadounidense.
Sectores de la derecha y buena parte del partido Republicano, señalaron la responsabilidad de la izquierda y del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en la presunta falta de respuestas ante el comercio ilegal de drogas y frente a las oleadas migratorias de los últimos años.
Según una encuesta de Reuters/Ipsos de 2023, cerca de la mitad del electorado estadounidense apoya la acción militar directa de Estados Unidos contra los cárteles mexicanos. En tanto que en una encuesta de NBC News, también del año pasado, la idea de invadir México para ganar la guerra contra las drogas cuenta con el apoyo del 86% de los votantes de las primarias republicanas.
Si en su mandato presidencial, entre 2017 y 2021, Donald Trump tenía una perspectiva defensiva y planteaba la construcción de un muro a ser financiado por los propios mexicanos, en la actual campaña electoral, fueron varios los referentes del partido Republicano que presentaron propuestas de neto carácter ofensivo.
El actual gobernador de Florida, Ron DeSantis, prometió que enviaría fuerzas a México el “primer día” si es que resultaba elegido presidente. Por su parte, Vivek Ramaswamy, el empresario de ascendencia india que también aspiraba a la Casa Blanca, afirmó que usaría “la fuerza militar para diezmar a los cárteles, al estilo Osama bin Laden”, en los primeros seis meses de su presidencia.
Las iniciativas contra México también alcanzaron nivel parlamentario. A principios de 2023, 21 republicanos, encabezados por los representantes Dan Crenshaw y Michael Waltz, introdujeron una propuesta para autorizar el uso de la fuerza militar contra los cárteles mexicanos. Meses más tarde, hizo lo propio el senador Lindsey Graham a fin de “preparar el escenario” para una inminente intervención en México.
Donald Trump fue quien más lejos avanzó en sus ideas. El exmandatario planteó la posibilidad de desplegar al ejército estadounidense en el país vecino para eliminar a los cárteles del narcotráfico y bombardear sus instalaciones, con o sin la aprobación del gobierno mexicano. “Nadie sabría que fuimos nosotros”, diría Trump, según las memorias de Mark Esper, su secretario de Defensa.
Las próximas elecciones en Estados Unidos ubican a México en un lugar problemático, ya no sólo para los republicanos.
En abril, el asunto “inmigración/seguridad fronteriza” fue identificado como el mayor fracaso del presidente Biden por el 31 por ciento de los encuestados por Fox News. Pero los resultados fueron peores en la encuesta de Harvard/Harris ya que el 46 por ciento afirmó que la peor derrota de Biden fue que “creó una política de fronteras abiertas y una avalancha histórica de inmigrantes”.
Pese a las complicaciones de gestión y a la baja aprobación del gobierno, los demócratas respiraron aliviados frente al veredicto de culpabilidad conocido el pasado viernes en contra de Donald Trump. Las primeras encuestas parecerían darles la razón, porque una pequeña franja de votantes republicanos se resistiría a votar a un candidato señalado por la justicia.
Pero el récord de recaudación luego de conocido el fallo, sumado al discurso de victimización y de persecución proclamado por el líder republicano, podría reanimar a una derecha extrema y con deseos de venganza, no sólo en contra de la justicia y de los demócratas sino, más aún, frente a todos aquellos que, con su simple presencia, amenazan con alterar el “American way of life”.
De acuerdo con todos estos antecedentes, Claudia Sheimbaum no tendrá un gobierno fácil si en noviembre triunfa Trump. Pero también podría ser difícil si, en caso de que Biden sea reelecto, los demócratas no logren aquietar a una derecha de carácter ultranacionalista. La condición de mujer y feminista de la nueva presidenta, sumado a su ideología de izquierda, y a su agenda ambiental podrían convertirse en un blanco de ataque por parte de los violentos y los radicalizados.
Como en otras oportunidades, hoy vuelve a cobrar un sentido renovado aquella expresión que, como pocas, resume el significado de una relación histórica a la vez que estratégica: “Pobre México. Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”