Ocupación israelí y tráfico ilegal de órganos humanos en Palestina (I)
Desde hace décadas, "Israel” funciona como un centro mundial del comercio ilegal de restos, producto de sus delitos contra los pobladores originarios de esas tierras.
Por más de siete décadas, la ocupación de “Israel” perpetuó una serie de crímenes contra el pueblo de Palestina.
El horror alcanzó un nivel desgarrador con la práctica de secuestrar los cuerpos de los mártires, saquear sus órganos y negarse a devolverlos durante largos períodos para impedir toda posibilidad de examinarlos.
Según informes de medios occidentales, “Tel Aviv” devino un centro mundial del comercio ilegal de restos humanos, producto de sus delitos contra los legítimos herederos de estas tierras.
Más de 100 personas ultrajadas
Desde el pasado 7 de octubre, la entidad colonial lanzó una agresión contra la Franja de Gaza y provocó la muerte de miles de personas.
El Observatorio Euromediterráneo de Derechos Humanos documentó el robo por parte de las fuerzas sionistas de los cuerpos de ciudadanos en el Complejo Médico de Al-Shifa, en el Hospital Indonesio, en el norte de la Franja de Gaza, y otros en el centro y sur del enclave.
Durante un reciente informe, la institución expresó su preocupación por los desaparecidos al señalar que las fuerzas exhumaron deliberadamente una fosa común.
Según el texto, “Israel” conservó al menos 145 cadáveres en refrigeradores y alrededor de 255 en el Cementerio de Número, además de otros 75 casos de desapariciones.
¿Cuándo comenzó todo?
Hace 22 años, el periodista de investigación de Suecia Donald Bostrom publicó por primera vez a nivel internacional un reportaje que revelaba la apropiación ilegal de restos por parte del ente ocupante.
En 2008, un análisis realizado por la cadena estadounidense CNN consideró a “Israel” como el principal centro mundial de venta de cuerpos.
Un año después, Bostrom realizó otro estudio sobre el mismo tema a través del diario sueco Aftonbladet, e informó sobre el arresto de una persona en los Estados Unidos por lavado de dinero y tráfico ilegal de riñones.
La publicación señaló que, en 1992, el entonces primer ministro de Salud del régimen sionista, Ehud Olmert, inició una campaña para promover la donación de órganos, a pesar de la resistencia generalizada entre la población.
Desde entonces, organismos internacionales documentaron desapariciones de jóvenes en aldeas de Cisjordania y la Franja de Gaza, y luego la reaparición con sus cadáveres mutilados.
Entre ellos estaba el mártir Bilal Ahmed Ghanan, que tenía 19 años cuando el ejército lo arrestó en la aldea de Umm al-Tin.
Cuando la familia lo colocó en la tumba, su pecho quedó expuesto y había una incisión desde su estómago hasta su barbilla. No fue el primero enterrado en estas condiciones.
El autor planteó varias preguntas: ¿Por qué retienen los cuerpos hasta cinco días antes de permitir su entierro? ¿Qué sucede durante ese período? ¿Por qué llevan a cabo una autopsia en contra de la voluntad de los padres? ¿Por qué regresan los cadáveres por la noche? ¿Por qué realizan esto con acompañamiento militar?
La polémica provocó una importante disputa diplomática entre Suecia y "Tel Aviv", que acusó al periódico de “antisemitismo” y exigió que Estocolmo condenaran el artículo.
Ante la negativa de la nación europea, el ministro de Asuntos Exteriores de ese Gobierno canceló su visita a la entidad sionista.
Admitir un crimen
Durante una entrevista transmitida por el Canal 2 en 2009, el exdirector del Instituto Abu Kabir de Medicina Forense, doctor Yehuda Hess, admitió que algunos expertos extranjeron órganos humanos durante la década de 1990 a palestinos.
"Comenzamos a recolectar córneas para diferentes hospitales. Todo lo que se hizo fue muy informal", afirmó Hess.
Según el medio, los patólogos tomaron piel, válvulas cardíacas y huesos de soldados, civiles israelíes y palestinos, así como de trabajadores extranjeros.
Hess habló de cómo los médicos ocultaban el proceso de extracción de córneas de los cadáveres: "Cerrábamos los párpados con pegamento".
En respuesta al informe televisivo de entonces, el ejército confirmó la existencia de esta práctica, y alegó que esta actividad ya no existía.
A través de su libro, Sobre sus cadáveres, la doctora Meira Weiss denunció la utilización de los cadáveres en investigaciones médicas en universidades israelíes, además de su trasplante en colonos.
De igual forma, explicó: "Hacen que la ausencia de estos órganos pase desapercibida. Reemplazan las córneas con objetos de plástico y quitan la piel de la espalda para que la familia (del mártir) no lo vea".
Cementerios de números
A lo largo de seis décadas, el ejército confiscó los cuerpos, los mantuvo en lugares secretos y les asignó números de identificación, denominados “cementerios de números”, según los medios de comunicación.
Los grupos de derechos humanos aseguraron que hay al menos 300 palestinos enterrados en estas fosas comunes marcadas con números, no nombres.
Durante las últimas dos décadas, los medios de comunicación revelaron algunas de estas tumbas en el Valle del Jordán y en el norte del territorio ocupado.
En consecuencia, el dolor y la violación de los derechos humanos marcó a generaciones enteras de palestinos, que reclaman justicia y respeto.