Ramón Grosfoguel y la descolonización de la visión eurocéntrica
Tenemos una narrativa de la historia que no nos permite imaginar algo mejor antes de este sistema civilizatorio de muerte que los europeos llaman Modernidad, enfatizó en la conferencia impartida en el Taller de Periodismo Decolonial y Comunitario de Abya Yala Soberana, el viernes 4 de octubre de 2024.
Parte del giro decolonial necesario en estos tiempos es romper con la idea lineal de la historia de que todo pasado es peor, todo presente mejor que el pasado, y todo el futuro mejor que hoy, aseveró el sociólogo portoriqueño Ramón Grosfoguel.
En conferencia impartida en el Taller de Periodismo Decolonial y Comunitario de Abya Yala Soberana, el viernes 4 de octubre de 2024, el también profesor de la Universidad de Berkeley analizó la expansión colonial europea, no como algo anecdótico en la historia, sino como un evento histórico mundial, con una temporalidad y una espacialidad muy particular, sobre todo entre los siglos IV y XV.
Punto de partida.
Su punto de partida, precisó el estudioso, es la colonización de Al-Ándalus: esa parte de la civilización musulmana en el sur de Europa, y sobre todo en la península ibérica, fue el “laboratorio” europeo inicial para todos esos métodos horribles de conquista violenta y genocidio, desarrollados en una guerra de cientos de años, impuesta por la monarquía cristiana castellana a los territorios musulmanes para instaurar su civilización de la Cristiandad, que no es el cristianismo.
Grosfoguel describió la Cristiandad como una teología de dominación donde se tergiversa el mensaje originario del cristianismo para ponerlo a favor de los poderosos, y justifica la explotación de los pueblos; una teoría desarrollada en lo que hoy llamamos Europa, en su proceso de expansión hacia la civilización musulmana presente en esa orilla del Mediterráneo en ese momento de la historia, muy vinculadas a las formaciones sociales y culturales africanas.
Al-Ándalus era parte de África, aseguró el experto, no geográficamente, pero estaba conectada a ella por lazos políticos, comerciales, espirituales. La conquista de la Cristiandad destruyó esa comunidad sin idea de estado-nación, era plurinacional en sus estructuras de autoridad política porque coexistían diferentes pueblos y diferentes naciones con derechos a su interior.
Los judíos, los cristianos, los musulmanes coexistían de manera pacífica en esa civilización, no había una guerra de conquista ni una situación de conflictos, sino había un reconocimiento de derechos y de identidad de estos pueblos y de sus tradiciones sin que uno se impusiera sobre el otro. Esto es muy importante decirlo, porque tenemos una narrativa de la historia tan eurocéntrica que no podemos imaginar hubiera algo mejor antes de esto que este sistema civilizatorio de muerte llamado por los europeos la modernidad, enfatizó el entrevistado.
La modernidad y su eurocéntrica idea lineal de progreso no nos deja imaginar que las civilizaciones de los pueblos originarios en nuestro continente, o de otras civilizaciones en otras partes del mundo, pudieran tener un sistema mucho más igualitario, más integrado a la reproducción de la vida de la naturaleza, y mucho menos destructivo de la vida que el sistema civilizatorio actual, recalcó Grosfoguel.
Luego de conquistar Al-Ándalus viene el viaje de Colón, como había acordado el almirante con la reina y el rey de Castilla: esperar la caída de Granada, el último reducto, para pasar a la empresa de las Indias.
Nadie en Abya Yala (Las Américas) se llamaba “indio” a esa altura de la historia, precisa el historiador, para quien tal gentilicio es una categoría colonial, porque habían muchos pueblos y civilizaciones con sus identidades, lenguas y cosmovisiones, pero ninguno se llamaba a sí mismo “indio”.
Es en la conquista de Al-Ándalus donde primero se ejercieron los métodos de conquista llevados a las Américas, insistió.
Puso como ejemplo la encomienda, empleada en el sometimiento de musulmanes y judíos a un sistema coercitivo de explotación, donde la gente conquistada tenía que trabajar un número de horas al día de gratis para el encomendero, o sea para familias cristianas del norte de la península a quienes daban las tierras del sur y los ponían a explotar a los musulmanes y judíos, y además debían forzarlos a una conversión religiosa.
La limpieza étnica, que luego llevaron a las Américas, es una forma de genocidio hoy reconocida en la ley internacional, desde hace 70 años, puntualizó el entrevistado.
A su vez, describió cómo en muchos lugares del nuevo continente los europeos practicaron el colonialismo de población: llegaban con su familia, ocupaban el territorio por la fuerza, sacaban de allí a los pueblos originarios, y aquellos que sobrevivían los sometían a explotación.
Historias muy conectadas
Aunque muchas veces no hacemos esas conexiones y vemos nuestros pueblos desconectados, en realidad las historias están muy conectadas, porque los conquistadores lo tenían claro, puntualizó el académico.
Según valoró, la cristiandad fue un proceso de conquista simultánea en varias regiones: a los musulmanes y judíos y a los pueblos originarios en las Américas se sumó el secuestro en África de sus pobladores para llevarlos por la fuerza a ser esclavizados en Abya Yala, y hasta acusaron de brujas a muchas mujeres y las quemaron en la propia Europa.
“Tienen un proceso de genocidio, epistemicidio, ocurriendo al mismo tiempo. Y esa gente, las elites europeas, eran las que dirigían toda esa operación en esos diferentes lugares del mundo”, recordó el experto, y criticó cómo en pleno siglo XXI, las ciencias sociales y de conocimiento sigan estructuras tan eurocéntricas que no permitan unir esos puntos y conectar esas historias de colonización que ocurren a la par entre 1450 y 1650.
Desde su perspectiva, la expansión europea es civilizatoria, en el sentido de destruir con sus métodos crueles toda civilización a su paso para imponer la suya: el patriarcado de la Cristiandad.
Tales métodos expiatorios los llevan también en sus conquistas, para intentar destruir la espiritualidad de los pueblos e imponer la suya, y esa es su teología de dominación, que a su juicio no debe confundirse con el cristianismo liberador.
Los poderosos en Europa agarraron la teología de la liberación de Cristo, le dieron la vuelta y la transformaron en una teología de dominación, con su sistema racial de deshumanización, aplicado contra los judíos, los musulmanes, los pueblos ibéricos y otros originarios del territorio europeo, también colonizados e inferiorizados racialmente, y esa concepción la llevan a las Américas.
“Cuando pasa a Abya Yala, la encomienda se transforma en un mercado mundial capitalista porque ponen a la gente en formas coercitivas de trabajo a producir mercancías para ser vendidas por una ganancia”, refirió Grosfoguel.
Ese sistema capitalista aún en gérmenes en Europa, no consolidado ante el sistema medieval feudal, crece con la conquista y la expansión a las Américas, pues toda la gente que esclavizan y someten produce mercancía para vender por una ganancia al mercado mundial.
Pero no fue sólo un sistema económico introducido al calor de la conquista, sino todo un sistema civilizatorio racista, patriarcal, con la dominación, la Inquisición y sus torturas y sus matanzas, como demostraron estudios posteriores.
Colonización desde la derecha, y también desde la izquierda europea.
A juicio de Grosfoguel el pensamiento colonizador no es eurocéntrico solo porque tenga una matriz europea: a América Latina llegó la colonización de la derecha, y también la de la izquierda europea, por eso “tenemos izquierdas occidentalizadas en su manera de ver el mundo, de pensar y de ser y estar en el mundo”, manifestó.
Son izquierdas que operan con lógica colonialista, aseguró, porque miran conocimientos, espiritualidades y cosmovisiones de los pueblos americanos originales como si fueran inferiores al pensamiento europeo, y esa visión del marxismo eurocéntrico del siglo XX nos hizo creer que se expandió sólo un mal sistema económico, pero lo demás está bien, y con cambiar aquel se arreglan los problemas: “el racismo, la dominación patriarcal, la cristiandad traídos por los colonizadores va a desaparecer cuando el sistema económico cambie”, es la filosofía criticada por el conferencista.
Y no es así, insistió: hemos visto que incluso no han podido cambiar el sistema económico, porque el problema que enfrentan los pueblos a escala mundial, no solamente en América Latina, es un sistema civilizatorio de muerte, pintado como modernidad, y como sistema emancipatorio.
“Para nuestros pueblos la modernidad ha sido la muerte, la destrucción de nuestras civilizaciones, el genocidio, la muerte de nuestro pueblo. O sea, el 90 por ciento de la humanidad lo ha vivido como un proceso destructivo, como una civilización de muerte, no solamente por la matanza de seres humanos, sino también por la muerte de la vida en su sentido no antropocéntrico, en su sentido amplio, porque es también la muerte de los seres vivos que nos rodean, que ellos lo ven como dispensable, que ellos lo ven como algo que pueden destruir y que la vida va a seguir como si nada”, reflexiona.
En su criterio, los propios colonizadores son colonizados por el dualismo cartesiano: esa idea estúpida de que la vida humana se produce y se reproduce separada de las otras formas de vida que nos rodean, y cada vez que hacen tecnología, siempre tienen allí la racionalidad de la destrucción de la vida, porque no pueden pensar en una tecnología que cuide la vida y el sistema ecológico que nos rodea.
Grosfoguel consideró esa cosmovisión dualista cartesiana una secularización del dualismo de la Cristiandad, de naturaleza humano, ese dualismo de la Cristiandad que pone a la naturaleza como el demonio, como algo negativo frente a lo humano, una distorsión impresionante porque los humanos somos naturaleza, y para reproducir la vida, necesitamos y dependemos de la naturaleza, no podemos pensarnos afuera de ella.
Cuando pensamos en el sistema en que estamos, no podemos reducirlo a un tema de un sistema económico, el capitalista, sino ver en su contexto lo producido por las lógicas civilizatorias de la modernidad, destructivas de la vida, acotó.
“Si el capitalismo es genocida, es porque está organizado con la lógica moderna, racista, de inferiorizar a los pueblos”, insistió.
De igual modo puede explicarse su carácter feminicida, porque está organizado con la lógica del patriarcado de la Cristiandad, destructivo de la vida de las mujeres.
También caracterizó al capitalismo histórico como comunitaricida, destructivo de la comunidad de vida, porque responde a la lógica moderna liberal del individuo atomizado, como si fuéramos individuos separados unos de otros, cuando realmente la vida humana se constituye en comunidad con otros seres humanos y con otros seres vivos.
Mientras la comunidad tiene un sentido cosmológico en los pueblos originarios, esa visión es muy diferente en Occidente, porque no ve la relación de la vida de ese individuo con la Vida, o cómo es, un producto tanto de la comunidad como de la naturaleza.
Asimismo, un sistema civilizatorio que reproduce el eurocentrismo es epistemicida, destructivo de la cosmovisión de nuestros pueblos, montado en la lógica moderna del conocimiento europeo como superior y todo lo demás es inferior.
Por todo ello, llamó a los países a descolonizarse de la división de centro y periferia, donde los países del sur están super explotados por los del norte, hacia donde va la acumulación de riqueza, con el robo de recursos y trabajo, y eso crea más brecha de desigualdad entre norte y sur.
Mas, para lograrlo se requiere de una intervención política a escala mundial de transformación de esta estructura, y romper con la División Internacional Imperialista del Trabajo, donde unos pocos centros metropolitanos se apropian de la riqueza del trabajo y los recursos del sur global.
Naciones Unidas solo representa intereses de unos pocos países imperialistas
Por otro lado, el sistema global es un sistema político-militar, agregó el experto, y urge descolonizarse también de ese mecanismo interestatal desigual, injusto, tan visible en las Naciones Unidas, todo el tiempo controladas por unos poderes imperialistas con poder de veto, y así no hay manera de trabajar para la necesidad de los pueblos.
En Naciones Unidas los intereses de unos pocos países imperialistas están a escala global, y lo mismo pasa con las jerarquías raciales, de las cuales es preciso descolonizase porque lo único que producen es más desigualdad, más explotación, más genocidio, más matanzas.
Asimismo, es necesario salirse de la epistemología eurocéntrica: esa forma de producción de conocimiento de universidad occidentalizada generalizada, a la cual llama “maquinaria de epistemicidio” porque destruye todas las otras cosmovisiones como si fueran conocimientos inferiores.
Desde su mirada, el mundo debe dejar el coloniaje de la academia eurocéntrica como única estructura de producción de conocimiento, y también desmontar el ecologicidio, esa mirada dualista destructiva de la vida, a la cual llamó “ecofascismo”, porque en esa visión unos países son supuestamente los ecológicos (el norte), pero su basura se exporta a los países del sur para que absorban todos esos químicos, y a cambio de unas migajas acepten contaminar sus vidas y su naturaleza.
“Eso está pasando mientras hablamos”, enfatizó, y llamó a salirnos de esas formas de producción destructivas de la vida y asumir el “buen vivir” como forma descolonizadora de producción y reproducción de la vida a la manera propia, con una cosmovisión de equilibrio entre la vida humana y otras formas, con una visión holística, no dualista.
Significa, explicó el estudioso, que la vida humana es dependiente de las demás, y si tú destruyes la vida alrededor tuyo, la naturaleza, te destruyes a ti mismo, como siempre lo vieron todas las civilizaciones antes de la occidental dominante actual y su dualismo, que ve las otras formas de vida como objetos, no sujetos.
“Para descolonizarnos de esa forma destructiva que tiene esta civilización en la relación entre humano y naturaleza, tenemos que empezar a ver la naturaleza no como objeto, sino como sujetos, que piensan, viven, actúan, reaccionan y se comunican.
Y esa cosmovisión del vínculo con la naturaleza y con las otras de vidas, la han desarrollado nuestros pueblos originarios. El mundo occidental, lo único que ha hecho es cosificar, hacer de seres vivos cosas, y cuando las haces cosas, ya la sometes a la destrucción”, recalcó.
Clamó además por la descolonización de la pedagogía cartesiana que domina las aulas y está desconectada de la vida, donde buscan entrar todo en el cerebro y el corazón no aparece, y mucho menos la práctica de cómo los conocimientos se deben emplear para la reproducción de la vida.
Otro concepto criticado en la entrevista fue el de Estado-nación: vista como una ficción esa idea de una única identidad que corresponde a cada uno de los integrantes de la población que vive dentro de la frontera de ese estado, lo cual, aseguró, no existe en ninguna parte.
“En todos los lugares, dentro de esos territorios estatales hay múltiples naciones, por eso nuestros pueblos han hecho la propuesta de estados plurinacionales, para romper con esa idea el estado-nación”.
En la práctica en Abya Yala (Américas), esa representación de nación se la adjudican los blancos criollos, que “blanquean” el estado e inferiorizan a todos los demás, lamentó el entrevistado, y denunció tal esquema del estado-nación como maquinaria de dominación, exclusión, explotación y racismo para deshumanizar al ser humano.
Para romper con eso, llamó a observar los procesos plurinacionales y cambios constitucionales en Ecuador y en Bolivia, para luego discutir la implementación de esa visión legal en la práctica, porque en el caso de Ecuador, ejemplificó, hubo una traición a ese proceso a partir del gobierno de Lenin Moreno.
Los siguientes gobiernos trabajaron para el imperio y traicionaron la constitución de Ecuador, ignoraron la visión del buen vivir y el estado plurinacional por completo, valoró.
“Si no empezamos a reconocer la igualdad entre las naciones dentro de un Estado, y no empezamos a construir estados plurinacionales, volvemos a ese esquema racista, excluyente del estado-nación, donde los blancos criollos dominan los recursos”, advirtió el sociólogo puertorriqueño.
Pensar la vida entre seres humanos y otras formas de vida.
En su opinión, América necesita otra forma de autoridad política: el estado plurinacional; y romper con el dualismo para acabar la destrucción ecológica de la modernidad occidental: volver a la forma holística de pensar la vida entre seres humanos y otras formas de vida, a pensar desde el buen vivir y no desde el desarrollismo, una forma de producción que va “como un tren sin freno”, aferrado a más producción como señal de más progreso y bienestar, porque esa ideología del desarrollo equivale a la superexplotación de la naturaleza, sin los cuidados de la reproducción de la vida, sin tecnologías pensadas desde la racionalidad holística de nuestros pueblos.
En su presentación virtual, abundó sobre cada uno de estos ejes colonizadores e imposiciones en América y África, y recomendó investigaciones recientes sobre estos temas, pues los propios colonizadores destruyen las fuentes de conocimientos de las civilizaciones que conquistan y queman sus libros, como hicieron en Al Ándalus y repitieron luego.
Quemar las bibliotecas es un modo de no dejar memoria de nada, y ese método lo aplicaron los europeos en las Américas, donde destruyeron los Quipus en Tahuantinsuyo y los códices en Mesoamérica, y no es posible hoy entender cómo los pueblos llegaron a producir un conocimiento tan avanzado para su época, reflexionó.
“Tenemos que saber de qué nos estamos colonizando, porque esto es una civilización, esto es un monstruo de 16 cabezas”, acotó, en referencia a los resultado de sus estudios de economía política, en los cuales logró identificar tal número de jerarquías de dominación.
Además de las analizadas en la charla virtual, mencionó la edad, pues mientras los pueblos originarios veneraban a sus ancianos como sabios, en la modernidad son “dispensables” o estorban.
Para lograr descolonizarnos, debemos identificar la cartografía del poder del sistema dominante y rebasar la moda académica, advirtió el sociólogo.
Insisto en que no basta con llamarse “decoloniales”, si se enfoca un proceso antiimperialista en América Latina desde una seudoizquierda aliada del imperio, recalcó: no se puede despolitizar lo decolonial ni ignorar sus lógicas de dominación, porque la civilización que las impone no es una cosa abstracta, es el sistema imperialista occidental.
“No todo antiimperialista es decolonial, pero todo decolonial tiene que ser, primero y antes que nada, antiimperialista”, sintetizó su mensaje Grosfoguel, y alertó sobre el enfermizo hábito del imperio de producir supuestos movimientos ecologistas, feministas, antirracistas desde posturas imperialistas: porque financian la oposición a las mismas patologías y opresiones que ellos producen.
A su juicio, de este modo perverso logran domesticar la oposición a la jerarquía de dominación múltiples para evitar un cambio sistémico: que cada cual luche desde “su esquinita”, con migajas dentro del sistema, sin materializar la coalición de todos los oprimidos de manera antisistémica, antiimperialista.
Para ello financian ONG o grupos que se queden dentro del sistema por las migajas y no se planteen la lucha contra el sistema, que compitan entre sí en “las olimpiadas de las opresiones”, por ver quien es más oprimido o quien tiene más derecho a reclamar, en lugar de unirse de manera solidaria para luchar contra esa civilización de muerte, el sistema imperialista mundial, insistió el estudioso.
“Lo decolonial no es otra cosa que una manera de clarificar de qué se trata los problemas que vive la humanidad y para dónde vamos, cómo luchamos contra eso, quién es el enemigo, dónde está. Si nosotros no tenemos eso claro, es muy fácil que el mismo sistema nos desvíe la atención hacia trivialidades”, advirtió.
Red de medios transversalizados
En su criterio, para ser militantes antiimperialistas es preciso descolonizar la epistemología eurocéntrica de derecha, la manera de ver el mundo, o no cambiaría nada ni se podría triunfar. En esa contradicción insalvable muchos proyectos de izquierda terminan en fracaso rotundo.
La alternativa, considera Grosfoguel, es pensar en términos de solidaridad, del llamado amor revolucionario hacia los oprimidos, y hacer alianzas transversales en un gran frente antiimperialista donde quiera que surjan las múltiples opresiones, y tener un programa político para acabar con esa civilización de muerte y construir un nuevo proyecto civilizatorio más igualitario, epistémicamente diverso, no de una sola cosmovisión imponiéndose a las otras, como el “universalismo” de Occidente.
Propone moverse hacia estructuras pluriversales, donde entre todos pueda decidirse lo mejor para todos, sin reproducir el esquema de imposición de uno sobre los demás por la fuerza o por presunción, y construir entre todos una realidad mejor para todos, sin pretender que todos en un frente de lucha antiimperialista tengan la misma cosmovisión o la misma espiritualidad y forma de ver el mundo, porque van a haber diferencias y se deben respetar.
En ese mundo pluriversal que se va construyendo todos los mundos deben ser posibles, y el actual debe ser imposible, porque su naturaleza es excluir a los demás; es un “sistema-mundo” que destruyó todas las civilizaciones para hacer la suya planetaria.
Para ello, debe cambiar también el sistema de las comunicaciones, pues hoy sólo cinco o seis corporaciones a escala mundial, apoyadas en la evolución tecnológica del planeta, llevan y traen las mentiras desde sus intereses y todo lo demás queda fuera de los circuitos de comunicación o limitado a ciertos espacios.
“Los medios de comunicación centrales que circulan por el planeta entero distorsionan las cosas que van pasando en el mundo, siempre desde el punto de vista de sus intereses”, reiteró.
Esas transnacionales tienen capacidad global de imponer sus narrativas mentirosas, y para descolonizarnos de eso, los pueblos deben construir comunicación en red, convocó el sociólogo,
Para ello necesatamos mecanismos de comunicación transversales, proyectos que crucen frontera, con visión antiimperialista y crítica de este sistema civilizatorio de muerte, con una afirmación de la vida como criterio central del nuevo proyecto civilizatorio a construir, con un reflejo pluriversalista del estado plurinacional y la idea del buen vivir.
A su juicio, los medios deben ayudar a descolonizar mediante la creación de nuevos sentidos que afirmen la vida a la escala planetaria y acaben con la explotación de la naturaleza y de los seres humanos, para crear otro mundo posible.
Describió sistemas comunicacionales, de radio, internet u otros mecanismos transversales y transnacionales, no limitados a un estado de nación o a una comunidad dentro de un estado-nación, sino con capacidad de comunicar sus verdades a escala global, a partir de una colaboración con países que se articulan desde el antiimperialismo y ya tienen mayores recursos, a escala estatal, para entrar en el diálogo y crear comunicaciones cuestionadoras de los relatos hegemónicos del imperio.
En ese sentido, convocó a una producción en red que articule los diferentes proyectos comunicacionales de los pueblos: no solamente entre los pueblos y las comunidades, sino también con quienes ya tienen esta mirada y la defienden con recursos estatales, como Telesur, para que circulen la información y no se queden boicoteadas en una esquina, sin llegar a más gente, como intenta siempre el imperio hacer.
Un imperio no sólo comunica, alertó el experto: también descomunica y desconecta, porque busca aislar las narrativas de los pueblos, y eso requiere de un combate comunicacional para sacarlas de las esquinas desde donde cada uno está luchando, y convertir esos espacios locales en luchas translocales.
Al Mayadeen, es un medio muy importante.
Esta comunicación pluriversal, con variedad de relatos y representaciones, propone construirla tanto en Abya Yala (América) como con redes de otras partes del mundo: medios de comunicación alternativos en Medio Oriente y África, por ejemplo, y mencionó de manera particular a Al Mayadeen, por ser un medio a su juicio muy importante, que publica en varias lenguas (incluido español), y su liderazgo conoce muy bien América Latina y pudiera comunicar a escala mundial la visión de sus pueblos.
Desde su valoración, Al Mayadeen es la fuente más importante ahora mismo para informar lo que está pasando en Palestina y Líbano, y como la red está asentada en Beirut, la capital libanesa, enfrenta un momento difícil bajo el bombardeo del estado colonialista y racista de “Israel”.
“De hecho, a la corresponsal de Al Mayadeen, Wafy Ibrahim, de Al Mayadeen en español, le acaban de volar el apartamento donde vivía, el edificio, se lo volaron. Ella, por suerte, sobrevivió al ataque porque no estaba allí; pero mientras hablamos, esto está pasando en el Líbano”, denunció el sociólogo puertorriqueño.
Para cerrar su conferencia on line, invitó a los medios a emplear la red no solo para comunicar, sino también para tener seminarios puntuales cada cierto tiempo y afinar los contenidos que los pueblos quieren transmitir: cuál es el proyecto de liberación, el proyecto político de cada cual, y transmitir lo que une, porque ese proyecto no será el mismo en Líbano que en el sur de México u otros lugares, ilustró.
Un pluriverso de diferentes soluciones al mismo problema.
Hay una diversidad de experiencias y de cosmovisiones de tipo imperialista y colonial, reflexionó. Las luchas no van a tener necesariamente las soluciones, y no van a ser las mismas, pero sí hay en común un proyecto de construcción de nuevos sistemas civilizatorios: un pluriverso de diferentes soluciones al mismo problema, que sí es para todos: “el sistema civilizatorio de muerte que se nos ha impuesto por la vía de la expansión colonial europea, y que hasta el día de hoy está ahí, vivito y coleando”, remarcó.
Y aunque ese problema es compartido a escala mundial, las soluciones deben pasar por procesos diversos, acordes a las experiencias histórico sociales de imperialismo y colonialismo, e insistió en la claridad de esa mirada porque “en el momento que venga uno y diga: La solución es esta, y la imponga a los demás, estamos otra vez en el socialismo eurocéntrico del siglo XX”, otro proyecto universalista donde uno decidía por todos qué es verdad, qué es realidad y qué es lo mejor para todos. sin pasar por lo pluriversal, lo plurinacional, y la manera propia de enfocar el buen vivir.