Analizan fallos en política exterior de EE. UU.
Según el escritor y columnista Yascha Mounk, Washington corre el riesgo de convertirse en un "hegemón resentido", atrapado entre el deseo de influencia global y la renuencia a asumir los costos asociados.
Estados Unidos pierde su rol de gendarme global con un presidente como Joe Biden, con trazas de estar desconectado de eventos clave en Medio Oriente, y cuyos consejos son supuestamente ignorados por "Israel".
Según valoró en un artículo publicado en el diario El Espectador el comentarista Yascha Mounk, la política exterior de la administración de Biden se ha visto empañada por errores, y sobre todo por la desastrosa retirada de Afganistán.
En cuanto al apoyo a Ucrania, considerado de inicio su gran triunfo, se ve amenazado en la actualidad por la prolongación de esa guerra.
Mientras tanto, el expresidente y candidato republicano, Donald Trump, quien podría recuperar la silla principal en la Casa Blanca en noviembre próximo, optó en su campaña por minimizar la participación estadounidense en asuntos exteriores y enfatizar las alianzas transaccionales.
La única área de consenso bipartidista parece ser la dureza en las relaciones con China, sobre todo con respecto a los aranceles, destinados a proteger la manufactura estadounidense, opinó Mounk.
A su juicio, ambas partes parecen vacilantes en cuanto a adoptar políticas impopulares, sobre todo en cuanto a los compromisos militares en Taiwán, o sanciones perjudiciales para la economía estadounidense.
Trump llegó a sugerir que Taiwán debería asumir el costo de su propia defensa, y mostró su renuencia a comprometerse militarmente, recordó el articulista.
En tales circunstancias, escribió Mounk, es fácil creer que la voluntad de "interpretar el rol de policía del mundo" se le fue a Estados Unidos de las manos.
De igual modo, varios analistas compararon la situación actual en América del norte con la de la extinta Unión soviética tardía, cuyo colapso dejó a Estados Unidos como única superpotencia sobreviviente y policía mundial" por defecto. Sin embargo, el período de supremacía estadounidense después de 1989 resultó ser más corto de lo previsto.
Según Mounk, las cargas financieras de los prolongados conflictos militares en lugares como Afganistán e Irak erosionaron la posición de la Casa Blanca en el extranjero y debilitaron el apoyo interno a su política exterior.
Al mismo tiempo, China se alzó como un formidable competidor, e impulsa con su poder económico y desafiante la influencia global de Estados Unidos, valoró el artículo en El Espectador.
En cuanto a Europa, desde la perspectiva del articulista, esa relación ha estado plagada de tensiones desde la Segunda Guerra Mundial, con mucho resentimiento hacia el dominio estadounidense por un lado, y por el otro, EE. UU. siente que sus aliados no están contribuyendo lo suficiente.
Tal insatisfacción mutua debe intensificarse en las próximas décadas, aseguró el comentarista.
Muchos estadounidenses están cada vez más impacientes con las responsabilidades del estatus de superpotencia, y preferirían ver priorizadas las preocupaciones nacionales sobre la supuesta estabilidad internacional.
Las encuestas muestran una parte significativa del público a favor de mantener su influencia global, pero es reacio a asumir los costos que conlleva.
Según Mounk, Estados Unidos está "destinado a convertirse en un hegemón resentido", pues los votantes actuales están insatisfechos con el papel jugado por los anteriores líderes del país.
Incluso si ven el precio demasiado alto, anticipan mantener las recompensas históricas de ese rol, algo que significará problemas no sólo para EE. UU., sino para aquellos que dependen de él.