¿Estados Unidos logró su objetivo en Siria?
Washington impulsó durante más de una década la caída del gobierno sirio. Lo logró con operaciones encubiertas, alianzas regionales, medios de propaganda y grupos extremistas.
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Desde 2011, Estados Unidos activó una operación multidimensional de guerra irregular en Siria.
La estrategia de cambio de régimen en Siria no fue improvisada. Desde los años 90, figuras clave del Pentágono como Paul Wolfowitz proyectaron remover a los antiguos aliados soviéticos en Medio Oriente, incluida Siria.
Según reveló el excomandante de la OTAN, Wesley Clark, en 2007, tras el 11-S el Departamento de Defensa trazó un plan para derrocar a los gobiernos de Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán.
El objetivo era aprovechar la hegemonía estadounidense para “limpiar los regímenes hostiles” antes del surgimiento de otro competidor geopolítico. Siria, por su rol en el Eje de Resistencia junto a Irán y Hizbullah, fueron blanco priorizados.
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La maquinaria del cambio de régimen
Desde 2011, Estados Unidos activó una operación multidimensional de guerra irregular, la cual incluyó:
.- Apoyo financiero y armamentístico a grupos rebeldes, incluidos sectores vinculados a Al-Qaeda.
.- Uso de bases en Jordania y Turquía para entrenar combatientes a través del programa secreto de la CIA llamado Timber Sycamore (2012-2017).
.- Despliegue militar directo bajo el pretexto de combatir a Daesh, en particular la ocupación de campos petroleros en Deir Ezzor desde 2017.
.- Uso intensivo de operaciones psicológicas, propaganda mediática y falsas banderas.
La participación de "Israel", Reino Unido, Arabia Saudita, Qatar y Turquía fue clave.
Estas potencias regionales actuaron como subcontratistas del plan imperialista, financiaron y legitimaron a grupos como el Frente al-Nusra (vinculado a Al-Qaeda), rebautizado con posterioridad como Hayat Tahrir al-Sham (HTS).
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Medios, ONGs y falsas banderas
La guerra en Siria también fue librada en el terreno simbólico. Medios occidentales como BBC, Al Jazeera y The Guardian reprodujeron sin cuestionamientos la narrativa de la “revolución democrática”, mientras ocultaron los crímenes de grupos terroristas financiados por Occidente.
Organizaciones como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y los controvertidos Cascos Blancos jugaron un papel central en la justificación moral de la intervención extranjera, al denunciar crímenes del gobierno sirio sin verificar fuentes.
Episodios como la masacre de Daraa (2011) o el supuesto ataque químico en Ghouta Oriental (2013) fueron usados como pretextos para impulsar sanciones y bombardeos, aunque posteriormente fue cuestionada su autenticidad.
⚡EE.UU. RETIRA AL FRENTE AL-NUSRA DE SU LISTA DE TERRORISMO: ¿CAMBIO DE ESTRATEGIA EN SIRIA?
— Al Mayadeen Español (@almayadeen_es) July 7, 2025
⭕️El Departamento de Estado de EE.UU. eliminó oficialmente al Frente al-Nusra, también conocido como Hayat Tahrir al-Sham, de su lista de organizaciones terroristas extranjeras,… pic.twitter.com/4iqpkVAp9m
Reconocimiento oficial del plan
Con el paso de los años, funcionarios estadounidenses comenzaron a reconocer el carácter deliberado de la operación.
En 2014, medios como NPR y Al Jazeera revelaron la ejecución de un programa de la CIA para armar y entrenar a rebeldes “moderados”.
Para 2015, el exdirector de la Agencia de Inteligencia de Defensa, general Michael Flynn, reveló la decisión de la Casa Blanca de respaldar a grupos, los cuales formarian despues Daesh y el Frente Al-Nusra.
El programa Timber Sycamore, con un presupuesto cercano a los mil millones de dólares, benefició a grupos extremistas, según un informe publicado en abril de 2025 (Syrian Fighters Covert Action in Irregular Wars).
La resistencia del Eje antiimperialista
Frente al avance de las fuerzas proimperialistas, Rusia, Irán y Hizbullah intervinieron de manera directa a partir de 2015 para impedir la caída del gobierno de Bashar al-Assad.
Esa alianza, conocida como el Eje de Resistencia, no tuvo su base en divisiones sectarias, sino en una posición común contra el dominio imperialista.
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Sin ese respaldo, Siria habría corrido la misma suerte de Libia, destruida tras la intervención de la OTAN en 2011.
La diferencia crucial fue la geopolítica de apoyo activo y la impopularidad local de los grupos terroristas, lo cual permitió al Estado sirio mantener su base social.
De Siria a Libia: el destino de los países invadidos
Las consecuencias del cambio de régimen en Siria son devastadoras: más de 14 millones de desplazados, colapso del 80 por ciento del PIB, destrucción de infraestructura sanitaria, energética y educativa, y sectores del país controlados por milicias ligadas a potencias extranjeras.
El caso sirio reproduce el patrón visto en Libia, donde el asesinato de Gadafi abrió paso a una guerra civil interminable, esclavitud moderna y disolución estatal.
🛑SIRIA E “ISRAEL” PACTAN ALTO AL FUEGO CON MEDIACIÓN DE EE. UU.
— Al Mayadeen Español (@almayadeen_es) July 19, 2025
📌El enviado especial de Estados Unidos para Siria, Thomas Barrack, anunció este sábado un acuerdo de alto el fuego entre Siria e “Israel”, alcanzado con apoyo de Turquía, Jordania y países vecinos.
📌El pacto fue… pic.twitter.com/o4iR5wbk3i
Hoy, una coalición liderada por Hayat Tahrir al-Sham (HTS) controla Damasco.
El grupo fue declarado terrorista por la ONU y Estados Unidos, pero ahora es tolerado y hasta defendido por exfuncionarios estadounidenses como James Jeffrey, quien en 2021 considerói a HTS un “activo útil” en Siria.
Según el periodista Jean Shaoul (WSWS, abril 2025), la OTAN abandonó cualquier pretensión de democracia: “El nuevo régimen sirio agradece a "Israel" por sus ataques a Irán y Hizbullah”.
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¿Y la izquierda internacional?
El desenlace en Siria plantea una pregunta crucial: ¿qué postura tomaron las organizaciones de izquierda internacional ante esta guerra?
Algunas avalaron la narrativa imperialista del “levantamiento popular” e ignoraron el papel de los extremistas armados, el saqueo del petróleo sirio y la destrucción sistemática del país por potencias extranjeras.
La guerra en Siria, iniciada en 2011, fue uno de los conflictos más cruentos del siglo XXI, con más de 500 mil muertos, múltiples actores involucrados y una profunda transformación geopolítica de la región.
Aunque presentada como una guerra civil, las pruebas acumuladas revelan una operación imperialista estructurada con apoyo regional y encubrimiento mediático.