Martes 5 de noviembre en Estados Unidos ¿se rompe el corojo?
El fascismo no va a aceptar otro resultado que no sea el de ganar, la crisis que está por venir en unos pocos días, no tiene parangón en ninguna elección en la historia de Estados Unidos como nación.
Realmente lo dudo mucho. El día de las elecciones es el martes 5 de noviembre, pero eso no significa que sabremos quién ganó las elecciones en esa fecha. Con cada elección que pasa, cada vez más estadounidenses emiten su voto por correo, que se demoran más en ser contados que los votos en persona porque deben abrirse y verificarse. Eso significa que conocer al ganador la noche de las elecciones es cosa del pasado.
En 2020, las cadenas de televisión tardaron hasta el sábado posterior al día de las elecciones en proyectar un ganador en la carrera presidencial. En 2022, el control del Senado también tardó hasta el sábado en proyectarse, y el control de la Cámara de Representantes no se decidió hasta ocho días después del día de las elecciones.
Entonces, ¿cuándo sabremos quiénes son los ganadores de las elecciones del próximo martes, será este año o en 2025? Eso depende de dos cosas: qué tan reñidas sean las elecciones y qué tan rápido cuenten sus votos los estados. No hay forma de saber lo primero de antemano; las elecciones presidenciales parecen ser muy reñidas hasta hoy, pero no sabemos con certeza si terminaran así, hay mucha desconfianza en las encuestas y en las exageraciones de la publicidad de cuanto apoyo tiene cada, sobre todo por parte de los seguidores de Trump.
Sin embargo, podemos hacer una estimación fundamentada de cuánto tiempo les tomará a los estados contar todos sus votos. El caso es que cada estado es diferente: algunos cuentan rápidamente debido a leyes que aceleran el proceso o una menor tasa de votación por correo; otros cuentan lentamente porque no tienen esas leyes pero sí tienen muchas papeletas por correo.
¿Cuándo cada estado informa los resultados electorales?
En ocasiones, se producen errores en los informes de los resultados no oficiales de la noche de las elecciones como resultado de un error humano. Por lo general, se corrigen en la noche de las elecciones y nunca se incluyen en los resultados electorales oficiales y certificados.
El ritmo del recuento de votos en 2024 debería ser bastante similar en la mayoría de los lugares. Dicho esto, algunos estados han promulgado nuevas leyes que podrían acelerar o retrasar oficialización y/o la publicación de los resultados
Por supuesto, nadie sabe con claridad cuándo se declarará un ganador. Las estimaciones de cuándo esperar resultados en cada estado son solo estimaciones.
Los problemas imprevistos, ya sea causados por errores humanos, fallas tecnológicas o acciones de fraude por parte de los fascistas de MAGA pueden retrasar los resultados mucho más allá de lo esperado. Incluso en los estados que cuentan sus votos rápidamente, puede llevar días o incluso semanas proyectar un ganador si una elección es lo suficientemente reñida. Los votos en ausencia provisionales y en el extranjero, que habitualmente se agregan a los recuentos después de la noche de las elecciones, pueden marcar la diferencia cuando los márgenes son muy estrechos.
Y, por supuesto, los candidatos enzarzados en una carrera reñida pueden exigir un recuento, lo que puede agregar semanas al cronograma. Es importante destacar que los resultados de las elecciones no son oficialmente definitivos hasta que se certifican; eso sucede en un cronograma diferente en cada estado, pero siempre es varios días después del día de las elecciones.
Con respecto a las dificultades que abren paso a oportunidades de dilación e impugnación, puedo poner un ejemplo directo. Mi esposa y yo votamos el jueves octubre 31, en un estado (Connecticut) que no tiene ninguna duda acerca que el Partido Demócrata ganará. A pesar de ello, alguna de los voluntarios de ambos partidos organizando la votación, no nos encontraban en las listas y explicaciones difíciles de entender que hacían molesto votar. Lo hicimos sin problemas, pero en mi cabeza pasaban ideas de como seria en algunas regiones rurales de Georgia, Arizona o Pennsylvania.
Es muy difícil que estas elecciones transcurran en normalidad y que anuncien los resultados y sean aceptados por ambos partidos, por lo que los resultados finales pueden incluso extenderse por un tiempo mayor del esperado. Conteos manuales, denuncias de fraudes, desaparición de votos y otras muchas intrigas y tejes – manejes.
¿Aceptaría D. Trump perder buenamente?
Mas fácil será presenciar un temporal de nieve en Guanabacoa que ver a Trump reconocer que ha perdido, sobre todo si los resultados son, como casi de seguro serán, muy estrechos. Donald Trump ha pasado meses sentando las bases para impugnar los resultados de las elecciones si pierde, tal como lo hizo en 2020.
Hace cuatro años, el entonces presidente —rechazado claramente por los votantes estadounidenses— intentó de todos modos conseguir un segundo mandato, sumiendo a la nación en la confusión, el conflicto y, en su último desatino, la violencia. Ahora, el regreso político de Donald Trump ha reavivado un sentimiento de temor entre los funcionarios y las instituciones que se interpusieron en su camino la última vez: ¿podría volver a suceder?
Docenas de entrevistas con personas profundamente familiarizadas o involucradas con el proceso electoral apuntan a un consenso claro: Trump no solo podría hacer un segundo intento de revertir una elección que pierda, sino que él y sus aliados ya han sentado las bases y están listos para ejecutar un golpe de estado.
Pero el año 2024 no es el año 2020. El camino que tiene Trump para lograrlo esta vez es aún más estrecho y extremo. Por un lado, Trump carece de algunas de las herramientas que amenazó con utilizar hace cuatro años para revertir la transferencia de poder; hoy, el ejército y el Departamento de Justicia responden ante J. Biden, decrepito, pero sentado en la Casa Blanca. Trump también necesita aliados para ganar elecciones que los pondrían en posición de revertir una victoria de Kamala Harris, lo requeriría una enorme cantidad de ayuda de los poderosos republicanos en las legislaturas estatales y el Congreso, incluso de los que lo rechazaron hace cuatro años.
El primer intento de Trump de explotar la maquinaria olvidada de la “democracia” estadounidense también impulsó la acción real de los demócratas en el Congreso. Las actualizaciones de la Ley de Recuento Electoral a raíz de la táctica de Trump de 2020 tenían como objetivo vincular a los contadores de votos, los funcionarios electorales e incluso el Congreso a los resultados certificados por los gobiernos estatales, todo lo cual hace que sea más difícil, en teoría, robar una elección.
Pero Trump llega a las elecciones de 2024 con la certeza de que no logró revocar los resultados cuatro años antes, y su incentivo para obtener los poderes y las protecciones de la Casa Blanca probablemente sea más fuerte que nunca: si pierde, Trump se enfrentará a una avalancha de procesos penales que podrían durar el resto de su vida. Si gana, es probable que desaparezcan.
“Nadie sabe exactamente cuál será el ataque de Trump al sistema electoral en 2024”, dijo el representante Jamie Raskin (demócrata por Maryland), miembro del comité selecto que investigo los actos de violencia del 6 de enero en el Capitolio de Washington D.C.. “¿Qué hará esta vez?”
La respuesta, según legisladores, investigadores del Congreso, operadores de partidos, funcionarios electorales y expertos en derecho constitucional, es más o menos así:
— Profundizará la desconfianza en los resultados electorales al hacer afirmaciones infundadas o hiperbólicas de fraude electoral generalizado y al presentar demandas improbables impugnando suficientes papeletas para cambiar el resultado en estados clave.
— Se apoyará en funcionarios estatales y del condado amigos para que se resistan a certificar los resultados electorales, una tarea inútil que, sin embargo, alimentaría una campaña para presionar a los legisladores republicanos electos en los parlamentos estatales y el Congreso.
— Hará un llamamiento a sus aliados en las legislaturas de los estados clave controlados por el Partido Republicano para que designen electores presidenciales “alternos”.
— Dependerá de que los republicanos del Congreso respalden a estos electores alternativos —o al menos rechacen a los electores demócratas— cuando se reúnan para certificar el resultado.
— Intentará asegurar que a Harris se le nieguen 270 votos en el Colegio Electoral, enviando la elección a la Cámara, donde es probable que los republicanos tengan los números para elegir a Trump como el próximo presidente.
Algunos de los ingredientes necesarios para esta extraordinaria campaña de obstaculizar o revertir el voto del pueblo ya están en su lugar. Trump se ha embarcado en una clara misión para avivar la mayor incertidumbre posible sobre los resultados de las elecciones. Afirma que la única forma de perder contra Harris es si los demócratas hacen trampa, a pesar de que no hay evidencia de que haya ocurrido ningún fraude significativo en 2020 o esté en curso en 2024. Sus aliados leales han amplificado estos mensajes. Y muchos de los funcionarios que se interpusieron en el camino de Trump hace cuatro años han sido destituidos o jubilados, cediendo el poder a sucesores más dóciles y alineados con Trump.
Pero todos, los observadores electorales, los líderes electos y algunos de los propios aliados de Trump, coinciden en algo: la noche de las elecciones, sin importar lo que muestren los resultados, cuántos votos queden sin contar y cuántos asesores le digan lo contrario, Donald Trump se declarará ganador, y se embarcaría en un desafío arriesgado que trataría de hacer plausible para anular los resultados legítimos de las elecciones e instalarse en la Casa Blanca. De hecho ya lo hizo, en varias ocasiones ha dicho que el ya gano las elecciones, y que se muestran números en sentidos contrarios, son trampas y fraudes que el no va a permitir que ocurran.
Trump ha hecho de las mentiras y calumnias electorales el centro de su campaña, emitiendo advertencias febriles y falsas sobre el fraude y prometiendo al mismo tiempo tomar represalias contra las personas que considera que se interponen en su camino.
En un mitin tras otro, insta a sus partidarios a lograr una victoria “demasiado grande para ser manipulada”, diciéndoles que la única forma en que puede perder es si los demócratas hacen trampa. Se ha negado repetidamente a decir si aceptará los resultados independientemente del resultado. Y ha afirmado falsamente que ya se están haciendo trampas, citando afirmaciones desacreditadas o teorías escandalosas sin ninguna base en la realidad.
Si gana la presidencia nuevamente, sea por las buenas o por las malas, Trump ha prometido, y como buen fascista lo cumplirá, perseguir a sus rivales a quienes ha llamado “enemigos internos e incluso ha dicho que nombrará a un fiscal especial para que se ocupe de la represalia contra el presidente J. Biden. Se trata de una amenaza más que teórica, dado que cuando era presidente, Trump presionó repetidamente para que se investigara a sus supuestos adversarios políticos. Aunque el Departamento de Justicia tiene controles establecidos supuestamente para evitar la influencia de los políticos, Trump podría nombrar líderes títeres que facilitarían la apertura de casos legales a su pedido.
Es probable que piense usar el apoyo de la Corte Suprema de Justicia y del Congreso (si este es dominado por los republicanos) en crear una enmienda constitucional que le permita reelegirse por vida.
La situación política que se vive en los Estados Unidos es la mas tensa desde la Guerra Civil de mediados del siglo XIX, y esta división de la sociedad estadounidense no se calmara al finar del 5 de noviembre, todo lo contrario se exacerbara y esa incertidumbre amenaza por durar meses y englobar episodios de todo tipo, desde farsas leguleyas, intimidaciones e incluso violencia en un país donde hay cientos de millones de armas en manos de civiles. Algo que por cierto apenas se ha mencionado, por el miedo que le tienen a la poderosa NRA (Asociación Nacional del Rifle). Incluso la actual vicepresidenta y candidata presidencial Kamala Harris, reconoció públicamente y sin sonrojarse, poseer una pistola.
El martes 5 de noviembre en Estados Unidos no “se rompe el corojo” como valientes mambises gritaron en Mangos de Baraguá, en los días aciagos de 1878. Pero si será el muy probable fin de una era de “democracia” de distintos matices. Solo hay dos opciones o una “democracia” sumamente debilitada, casi ficticia o un fascismo abierto y cruel. En cualquiera de estos casos, la “Segunda República” estadounidense, establecida después de la Guerra Civil y su sistema bipartidista tocaran fondo, no les digo RIP (no se merecen descansar en paz), sino ¡Solavaya!