Ártico, ¿podrá la paz perdurar a pesar de Trump?
La creciente presencia militar y la ambición expansionista de Estados Unidos y la OTAN amenazan con romper el equilibrio cuidadosamente mantenido incluso durante la guerra fría.
Hasta hace algún tiempo, poco y nada se sabía, y mucho menos se hablaba del Océano Glaciar Ártico. Se relacionaba con una masa compacta e inexpugnable de hielo cercana al Polo Norte en la que pueblos pacíficos desarrollaban su vida en comunión con la naturaleza y científicos de todo el mundo desarrollaban investigaciones. Todo ello se ha visto alterado y lo que es peor, algunas potencias planetarias han fijado sus ojos en la región con fines militares.
Se considera como territorio ártico a aquel que medido desde el Polo Norte hasta el Círculo Polar Ártico (latitud 67° al norte del Ecuador), se extiende a lo largo de unos 20 millones de kilómetros cuadrados de superficie marítima y terrestre, de los cuales 15,5 millones corresponden al Océano Ártico.
Los hielos “eternos” del pasado han comenzado a desaparecer tras el avance aparentemente indetenible del cambio climático que ha abierto el acceso a recursos minerales desconocidos hasta ahora, al tiempo que se comienza a vislumbrar la posibilidad de establecer el tránsito marítimo por una vía que se anunciaba - solo unos años atrás- como de complejidad extrema para la navegación.
En cuanto a recursos, vale establecer que actualmente el 90 por ciento de la producción de gas y el 60 por ciento de la de petróleo de Rusia se producen en el Ártico. La región tiene un extraordinario 60 por ciento de las reservas de gas y petróleo de Rusia. Así mismo, es rica en carbón, diamantes, oro, níquel, cobalto, cobre, paladio, platino, zinc y tierras raras.
En otro ámbito, la navegación por el Ártico acorta en gran medida la ruta comercial de China y de Asia con Europa y ofrece una alternativa al canal de Suez y el Estrecho de la Malaca, que podrían ser bloqueados por una fuerza naval estadounidense en caso de desatarse un conflicto global.
Rusia considera que el Ártico es una vía navegable interna, lo cual plantea un problema no tanto por su utilización como vía comercial, sino que, ante una eventual apertura, Estados Unidos y la OTAN podrían asumir que sus barcos de guerra pueden transitar libremente por un territorio que es de soberanía absoluta de Rusia, lo cual ha generado controversias en el marco del derecho marítimo, toda vez que, amparados en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, incluso países como Alemania, Japón y Corea del Sur, que realizan un intenso tráfico marítimo comercial, reclaman el derecho de paso internacional.
Moscú ha hecho transitable la vía gracias a su flota de 40 rompehielos, incluidos cuatro de propulsión nuclear y una nueva serie prevista. Además, se ha propuesto desarrollar la región como zona turística y ha planeado construir en ella nuevas ciudades, puertos, aeropuertos y desarrollar polos científicos e informáticos.
En el caso de China, aunque no es un Estado ártico, ha manifestado algunas reivindicaciones en el marco de las leyes internacionales respecto de sus pretensiones en la región. En ese marco reclama derechos relacionados con la investigación científica, la navegación, el sobrevuelo, la pesca, el tendido de cables submarinos y tuberías en altamar y otras áreas marítimas relevantes en el Océano Ártico, y derechos a la exploración y explotación de recursos en la zona. En la búsqueda de consolidar la vía como ruta alternativa, en 2012, un rompehielos chino realizó un tránsito completo a través del Ártico hasta Islandia.
En el entorno del Ártico existen territorios soberanos de Rusia, Estados Unidos (Alaska), Canadá, Dinamarca (Groenlandia), Noruega e Islandia. Algunos de estos países reclaman una parte del territorio de esta región: Estados Unidos (diez por ciento), Canadá (25 por ciento), Dinamarca (20 por ciento), Rusia (50 por ciento) y Noruega (cinco por ciento).
Más recientemente, el presidente de Estados Unidos Donald Trump ha fijado su mirada en la zona y ha manifestado su deseo de apropiarse de Groenlandia (la isla más grande del mundo) hoy bajo dominio colonial de Dinamarca. Sumado a ello, Trump ha revelado su deseo de hacerse de otro importante territorio ártico cuando ha dicho que Canadá debería incorporarse a Estados Unidos. De esta manera, ha puesto presión sobre dos de sus aliados más cercanos, ambos socios en la OTAN.
La relevancia del Ártico como asunto de seguridad global no es nueva, toda vez que los países que tienen territorio sobre sus costas han tratado de preservar su presencia en él, pero ha sido en fechas más cercanas cuando ha cobrado una inusual notabilidad estableciéndose una rivalidad estratégica nunca antes vista. Por un lado, Rusia y China y por el otro, Estados Unidos y la OTAN.
Estados Unidos ha instalado radares de largo alcance en Alaska a partir de la hipótesis de que un conflicto en la región podría tener incidencia en otros escenarios. Según el capitán del Comando de Operaciones Especiales Norte de Estados Unidos, Christopher Rierson una deliberada ausencia en el Ártico podría afectar a su país “por la interrupción de la infraestructura de proyección de poder, lo que podría comprometer el despliegue de capacidades avanzadas en el Indo-Pacífico y otros escenarios".
Por ello, Washington planea ampliar su base aérea de Thule en Groenlandia, que alberga a la Fuerza Espacial de Estados Unidos y una red global de sensores de advertencia de misiles.
En esa medida, la presencia militar de Estados Unidos ha ido creciendo aceleradamente. En febrero de 2023 realizó durante un mes los ejercicios militares Arctic Forge 23, Defense Exercise North y Joint Viking en el Ártico. Estas prácticas bélicas poco publicitadas fueron en conjunto con Finlandia y Noruega con el objetivo de “demostrar preparación mediante el despliegue de una fuerza creíble en combate para aumentar el poder en el flanco norte de la OTAN” según la información entregada por el Comando Europeo del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Participaron miembros de las fuerzas armadas de estadounidense, Reino Unido, Alemania, Países Bajos, Dinamarca, Finlandia y Noruega.
En este contexto Robert O´Brien quien fuera consejero de Seguridad nacional durante el primer gobierno de Donald Trump afirmó que Groenlandia es "una autopista desde el Ártico hasta América del Norte", y agregó que el Ártico "va a ser el campo de batalla crítico del futuro porque a medida que el clima se calienta, el Ártico va a ser una vía que tal vez incluso reduzca el uso del canal de Panamá". Puede que sea este el hilo conductor entre dos temas a los que Trump le ha dado gran relevancia al afinar sus prioridades de política exterior.
Por su parte, la presencia de Rusia en el Ártico es trascendente toda vez que su frontera norte yace sobre su territorio. Eso la ha llevado a modernizar sus bases militares, mejorar su flota de submarinos y ampliar como ningún otro país su flota de rompehielos. Las inversiones rusas y chinas en la región también han crecido.
En otro ámbito, este territorio no ha estado exento de disputas territoriales, no solo entre los países que poseen espacios terrestres o marítimos sobre el Ártico y que han reivindicado soberanía sobre partes del mismo. Otros, como Suecia, Finlandia y China que no la tienen, han entrado en una controversia que apunta a la difícil tarea de definir límites de la plataforma continental y delimitar los espacios marítimos.
Un tratado firmado en París en 1920 estableció soberanía de cinco países sobre la región: Rusia, Estados Unidos, Dinamarca, Noruega y Canadá, pero la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1987 cambió los parámetros sobre los que se sustenta el Tratado de París, que no dice nada sobre la división sectorial del territorio. Rusia ratificó la Convención en 1997, pero Estados Unidos aún no lo ha hecho.
En 1996 se creó el Consejo Ártico como espacio intergubernamental en el que se deben discutir los asuntos a los que se enfrentan los gobiernos de los países árticos y los representantes de pueblos indígenas de la región. En 2022, tras el inicio de la operación militar especial de Rusia en Ucrania los siete miembros occidentales (Noruega, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Suecia y Estados Unidos) decidieron comenzar a funcionar sin Rusia. Esta disposición eliminó cualquier posibilidad de cooperación en el área.
Estados Unidos ha decidido incrementar su presencia militar y también diplomática en la zona creando el puesto de “Embajador en misión especial para la región del Ártico”, además comenzó a desarrollar Fuerzas de Operaciones Especiales de su Ejército para el Ártico.
En particular se debe considerar la situación de los pueblos originarios de la región: los inuit (llamados comúnmente esquimales) que viven en Alaska, Groenlandia y Canadá (una población total de 180 mil personas) y los samis que tienen su hábitat en los otros países (20 mil en Suecia, 50 mil en Noruega, ocho mil en Finlandia y dos mil en Rusia). Al parecer todo debate sobre la región, obvia consultarlos a ellos que son los verdaderos dueños del territorio.
Ambos pueblos tienen una organización que rebasa los Estados nacionales coordinando acciones en función de su identidad y de intereses comunes. Los samis poseen un concejo compuesto por tres parlamentos que representan a los pueblos indígenas de Suecia, Noruega y Finlandia. Los samis rusos están representados por ONG pero se han dividido en cuanto a su apoyo a la operación militar rusa en Ucrania, una vez que, los que apoyaban a Moscú fueron excluidos de la instancia.
En términos geopolíticos, la reciente cercanía de Rusia y China plantea preocupaciones a Estados Unidos y a Occidente en general. Sin poder dejar de considerar que la frontera norte de Rusia ocupa más de la mitad de la costa del océano, la alianza con Beijing le ofrece al gigante asiático una ruta marítima para su comercio con Europa. En una dimensión menor, se han visto -más allá de otras consecuencias- las repercusiones para la economía europea del cierre del espacio aéreo ruso para naves de países del Viejo Continente en represalia a igual medida tomada por Europa. Una decisión similar en las vías marítimas, acarrearía grandes daños económicos a Europa.
En resumen, la situación en el Ártico se ha tornado altamente explosiva, sobre todo por la intención del nuevo presidente de Estados Unidos de incursionar en la región por la fuerza. Tras la incorporación de Finlandia y Suecia a la OTAN, Rusia debe enfrentar la expansión de esta organización guerrerista también en esta región trascendente para sus intereses geopolíticos estratégicos.
El pretérito de tranquilidad y armonía de la región tan hermosamente relatado en las dos novelas de Hans Ruesch “El país de las sombras largas” y “Regreso al país de las sombras largas”, parece no tener cabida en el futuro. La creciente presencia militar y la ambición expansionista de Estados Unidos y la OTAN amenazan con romper el equilibrio cuidadosamente mantenido incluso durante la guerra fría. Es de esperar que prime la sensatez (tan escasa y alejada de los escenarios diplomáticos de los últimos tiempos) y el Ártico pueda seguir siendo un espacio de armonía para los pueblos de la región y para todo el mundo.