Sobre narrativas, hipocresías y armas en la guerra ucraniana
En la exégesis de la guerra, las posiciones ambivalentes van de un punto al otro. Esta guerra no respeta lateralidades políticas. Los relatos ya desgastados de la "Guerra Fría" y la casi compulsiva comparación histórica son insuficientes para entender el actual momento.
La guerra ruso-ucraniana ha sido a todas luces la que más ha desbaratado nociones preconcebidas sobre el desarrollo de la guerra, los choques en los ejes de interés global y los relatos sobre los actores involucrados.
Esta confrontación, que ya existía en otras modalidades no armadas en la intensidad actual, ha evolucionado en nuevas dimensiones en los hechos y en las narrativas del cinismo.
Es de las guerras donde más se ha logrado imponer falsos relatos, algunos de ellos digeridos desde el pacifismo irreflexivo y a ultranza, y otras veces mediante la pérdida de brújula y sus nociones para la interpretación de la realidad. Tanto las derechas como las izquierdas van entre disonancias y congruencias.
En la exégesis de la guerra, las posiciones ambivalentes van de un punto al otro. Esta guerra no respeta lateralidades políticas. Los relatos ya desgastados de la "Guerra Fría" y la casi compulsiva comparación histórica son insuficientes para entender el actual momento.
Las dimensiones que impone este conflicto son claras, aunque muchos no lo quieran asimilar. El mundo ha cambiado. El marco de relaciones internacionales ha cambiado. La correlación de poderes y contradicciones propias de las visiones civilizatorias entre Occidente y Eurasia están en punto de choque, como dos placas tectónicas. Nos queda reconocerlo o mediar la realidad entre la ambivalencia y la hipocresía.
Sí, Rusia tuvo que actuar
La guerra ocurre luego de un saldo acumulado sistemático de 30 años de burla sobre Rusia, mediante cuatro oleadas expansivas de la OTAN en Europa del Este. Entre este acumulado, figura la ruptura de facto del Acta Fundacional sobre las Relaciones Mutuas de Cooperación entre la OTAN y Rusia de 1997, que se supone abriría paso a la paz en Europa, pero apenas dos años después la OTAN balcaniza a Yugoslavia.
En 2019, Estados Unidos se retiró del Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF), firmado entre ellos y la Unión Soviética en 1987, y que ayudó en gran medida a preservar los equilibrios estratégicos y la disuasión mutua propiciando la paz nuclear. Con ello, perdió todo sentido de decoro para la disposición de armas estratégicas en la región.
Este año la OTAN se aproximó casi hasta las puertas de Rusia. Ucrania ufanó la pretendida violación del Memorándum de Budapest de 1994, lo cual implicaba abrir paso a la nuclearización del país mientras clamaba por su ingreso en la Alianza.
Rusia decidió actuar. Ya era demasiado. Las gotas de ocho años de genocidio en Dombás rebasando el vaso, crearon las condiciones para que Putin decidiera ser "el malo". Tenía que actuar, o deponer las armas y dejar a su país perecer en los próximos años, con fronteras tomadas por la OTAN, repletas de armas de alcance intermedio y en total jaque, por la ruptura de los equilibrios estratégicos.
En ese escenario el mundo habría perdido el único contrapeso militar real y beligerante contra Occidente. Por eso los rusos prefirieron ser "los malos". Sin la comprensión de que el mundo estaría perdido sin esta guerra, la interpretación de esta será incompleta.
Putin calibró los costos, lo que vendría. Rusia emplea una política de "destrucción constructiva" en su marco de relaciones con Occidente, golpeando la mesa. No hay institucionalidad occidental sólida. No hay de qué andamiaje fiarse. Ya no había mucho que buscar de ellos. No era posible ya mediar nada, hay que demoler y remodelar lo que hay. Los 30 años de burla alcanzaron una inflexión que justo ahora remodela al mundo, mientras Rusia intenta alejar las fronteras militares de la OTAN por la vía de las armas.
Los hechos no siempre admiten romanticismos. Nos demandan a entender la realidad desde su crudeza y no tanto desde nuestras creencias y deseos. La guerra no nos gusta, pero este no es un asunto de gustos: es de hechos.
La asfixiante trampa discursiva y la manufactura del consentimiento
Lo trágico de esta guerra y sus narrativas es que la capacidad de arrastre del discurso ha sido brutal, en nombre de una alegada coherencia. "Hay que cuestionar a Rusia por atacar Ucrania, porque así lo hemos hecho con Estados Unidos por emplear las mismas acciones", nos dicen algunas izquierdas. "Hay que contener a Rusia porque quieren restaurar la Unión Soviética", dicen algunas derechas.
Pese a las disonancias, para las derechas y algunas izquierdas, el único punto en común en los relatos es que Rusia y Putin merecen el castigo histórico del rechazo de los actuales eventos.
"Los rusos son los malos", es lo que nos dicen. Aunque hay analistas y militares estadounidenses que no están de acuerdo con tal relato sentimental impuesto a rajatabla.
"Tuve un asiento de primera fila durante la campaña aérea estratégica durante la Tormenta del Desierto (fui oficial de evaluación de daños de batalla en la sede de CENTCOM en Riyad). Bombardeamos Bagdad sin parar durante 40 días seguidos. Ni una sola vez notificamos con antelación un ataque, ni siquiera cuando así lo exigía el DIH (Derecho Internacional Humanitario)".
Estas palabras son textuales de Scott Ritter, un escritor crítico al gobierno de Estados Unidos, exinspector de armas de las Naciones Unidas, exoficial de inteligencia del Cuerpo de Marines. Su apreciación no es vaga. Se refiere concretamente a las modalidades de ataque de los rusos en Ucrania, en el proceso de desmantelamiento de la infraestructura militar.
Esto va en clara sintonía con lo dicho por Rusia al iniciar las operaciones, "desmilitarizar" y "desnazificar" Ucrania es también una tarea "por tiempo determinado". No hay planes de permanencia de Rusia, ni hay intención de causar bajas humanas de manera innecesaria.
Los relatos, que pretenden igualar a Rusia en la misma categoría de Estados Unidos, pese a la ilegal y prolongada invasión a Iraq, o la indigerible narrativa de los "bombardeos humanitarios" en Libia, son un insulto a los hechos, incluso los registrados en otras oportunidades, pues recordemos que Rusia tuvo acciones militares en Siria.
"Se ha demostrado que casi todo lo negativo escrito sobre la intervención militar rusa en Siria es incorrecto. Tengan esto en cuenta cuando lean sobre las atrocidades cometidas en Ucrania, escritas por las mismas personas que se equivocaron tanto con la historia de Siria. El periodismo occidental está muerto", afirmó Ritter en otro trino.
El relato inicial de la acción rusa en Ucrania se ha fijado a nuevos desencadenantes. Pero todo cambió desde su punto inicial. Douglas Macgregor, coronel estadounidense retirado y escritor, analizó para Fox News el despliegue de Rusia en Ucrania en los primeros cinco días de la operación militar y lo calificó de "lento y metódico", dijo, aunque luego de esa entrevista fuera destruido por la cadena MSNBC por supuestamente ser "pro-Rusia" y sus "vínculos con Trump".
"Putin insistió en los primeros cinco días en ralentizar las cosas, porque quería minimizar los daños a las propiedades y quería minimizar la pérdida de vidas humanas, sobre todo en la población que estaba tratando de incorporar a una nueva Ucrania que es rusa", dijo Macgregor. Pero, según él mismo, ahora todas esas posibilidades se han ido al traste.
Los relatos legitimaron las armas
En el discurso de la endeble "opinión pública", tanto las derechas como las izquierdas, incapaces de mediar los hechos y en base a la retórica de "buenos y malos", nos lograron imponer la idea de que "el mundo civilizado" tenía que "hacer algo" para frenar al "Hitler ruso".
Entre relatos sentimentales, frases conmovedoras, #PrayForUkraine y al mejor estilo refrito de la Segunda Guerra Mundial se van contra Rusia, entre "sanciones" y armas entregadas a Ucrania. Claro, la OTAN debía hacer su contraloría de daños y no verse inmóvil ante una Rusia que sorprendió a casi todos. Algo "debían" hacer, y lo han hecho.
Básicamente la "opinión pública" y el consentimiento manufacturado legitimaron por la derecha y por la izquierda, en una operación de tijeras de las narrativas, el envío de armas a Ucrania. Todo en base a una matriz narrativa muy adversa a los rusos. En medio de la conmoción pacifista, legitimaron el envío de armas. Todo ello, sin que se promoviera agresivamente el cese de hostilidades y la negociación.
El conflicto en su escala armada alta ya habría terminado al día de hoy, pero… En nombre de la "paz", el "heroísmo" ucraniano y la validación del metamensaje de la "agresión" rusa, las armas llegaron.
Para cuando algunas izquierdas se percataron de los hechos y decidieron criticar a la OTAN, ya sus gobiernos habían aprobado paquetes dementes de "sanciones" lesivas para los pueblos y habían enviado las armas. Mientras algunos hablaban de un derecho internacional inaplicado e inexistente de facto desde hace mucho (desmantelado por Occidente y pulverizado por Rusia), ya las arman iban camino a Polonia.
En el terreno de las posibilidades, la ayuda armada no permitirá que Ucrania gane la guerra, pero permitirá que la operación militar rusa sufra más costos y tenga que extenderse más del tiempo previsto.
Sobre esto, el general retirado español José Enrique Ayala, exjefe del Estado Mayor del Cuerpo de Ejército Europeo, alegó que la entrega de armas de la OTAN solo serviría para alargar el conflicto y crear condiciones para "muertes innecesarias", dijo en un llamado al uso de la diplomacia. Pues sí, vivimos en los tiempos en que los políticos hablan de enviar armas, mientras algunos militares llaman a la política y la diplomacia.
"En esta etapa, cualquier continuación del conflicto entre Ucrania y Rusia no alterará el resultado y solo aumentará la trágica situación del pueblo ucraniano. Todos aquellos que argumentan a favor de más armas e insurgencia deben admitir que les importa más la OTAN que el pueblo ucraniano", remató Scott Ritter refiriendo el mismo tema en un tuit.
En el terreno de los hechos, se fabrican las condiciones para el alargue de las operaciones militares y por ende del drama humano. Concurrimos a otra "Charlie Wilson's war", un Afganistán old fashion ochentero remasterizado pero más cerca de Moscú. Por cierto que en los 80s, como hoy, no han faltado los misiles Stinger. Curiosa "coincidencia".
Sí, siempre fue, y ahora más, una guerra necesaria
Rusia desmantela una red de laboratorios de armas biológicas en suelo de Ucrania. Por otro lado, el ejército ucronazi defiende a sangre y fuego, casi de manera inexplicable, una instalación nuclear que los rusos pretenden tomar dejando a cargo a los operarios ucranianos. Todo concurre en un marco de probabilidades y sospechas de Zelenski y sus juegos atómicos.
Alentado por el financiamiento y las armas prometidas, Zelenski convoca a un nuevo encuentro de mercenarios y militantes neonazis de todo el mundo. En Ucrania ha tomado forma una guerra abierta con un bando declaradamente neonazi.
Veamos la magnitud de los hechos. Aunque nos repitan que Putin es el malo, por razones históricas y justas, e incluso por las nuevas razones del presente, Rusia debe ganar esta guerra en toda la línea. Los confundidos por los relatos no entenderán esa afirmación.
Por razones históricas, Rusia debe ganar para alejar a la OTAN mediante el poder de fuego.
Por razones del presente, Rusia debe ganar para purgar a Ucrania no solo del neonazismo local, ahora deben ganar para purgar al mundo del neonazismo mercenario allí congregado.
Rusia está obligada a ganar por la propia seguridad de Europa y Eurasia, pues miles de armas portables, antitanques, antiaéreas, han sido colocadas irresponsablemente en un país donde hay amenaza armada biológica real, donde se están quebrando las líneas de mando, donde civiles fueron armados de manera desordenada y donde acuden miles de mercenarios sujetos solo a los designios del dinero.
Otra vez, y ahora sí reutilicemos parte del discurso de la última gran guerra, otra vez los rusos están obligados a ganar para salvarle (...) a una Europa que se sumió en la tragedia por su incomprensión histórica e incomprensión de su presente.
Pues sí. A las tierras de los vasallos europeos van a dar los refugiados, los efectos de las "sanciones" contra Rusia, y también allí va a irradiar la inestabilidad e inseguridad que la OTAN, pero especialmente Estados Unidos, fabricaron y que desembocaron en los eventos de Ucrania.
Rusia está obligada a hacer la labor del bueno, aunque sean "los malos". Es así desde hace días, cuando Rusia entró a Ucrania, quizás haciendo por la humanidad lo que esta debió hacer antes de que Hitler pusiera un pie en Polonia.
Pero como dicen por allí, y más todavía en medio de las narrativas hipócritas dominantes, algunos "no están listos para esta conversación".