La telaraña de las sanciones económicas a Rusia
El alza del petróleo afecta a las aerolíneas latinoamericanas, mientras en Nigeria la inflación sube debido al precio de los combustibles, hechos aparentemente aislados de las sanciones económicas contra Rusia, pero parte de la misma telaraña.
Desde antes del 24 de febrero, cuando la nación euroasiática inició una operación militar en Ucrania, Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y otros aliados, incluidos miembros del Grupo de los Siete (G7), comenzaron a aplicar la batería de medidas económicas más fuertes de los últimos años.
El objetivo declarado era castigar a Moscú por sus acciones, aunque analistas consideran que subyacen intereses geopolíticos más ambiciosos, como frenar el impulso de este país y también el de China.
En cualquier caso, disposiciones como la suspensión de las compras de petróleo y gas natural ruso por Estados Unidos, la desconexión de entidades bancarias de Rusia de la red financiera internacional Swift, la negativa de trasladar mercancías desde y hacia esa nación, y el cierre del espacio aéreo a sus aeronaves tienen un impacto que se extiende más allá de sus fronteras.
De acuerdo con la base de datos Castellum.Al, el gigante euroasiático es actualmente el país más sancionado del mundo, con más de cuatro mil 300 acciones restrictivas desde febrero pasado y hasta el 24 de marzo, a las que se suman más de dos mil 700 que ya estaban en vigor desde 2014.
No conformes con ello, se estudiaba la posible exclusión de Rusia de la Organización Mundial del Comercio, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, mientras a título individual varios países consideraban retirarle el estatus de “nación más favorecida” que implica privilegios aduanales.
El Kremlin, por su parte, cerró su espacio aéreo a las “naciones inamistosas”, y ante el bloqueo de sus reservas de divisas en el exterior, alrededor de 300 mil millones de dólares, exigió el pago en rublos por la venta de su gas natural.
Paralelamente, prohibió las exportaciones de algunos productos y materias primas hasta finales de año, y puso freno a la salida de divisas de su territorio, entre otras medidas para compensar el impacto de las recibidas.
Consecuencias impredecibles
Se trata de una guerra económica que puede tener consecuencias impredecibles a escala global, pues Rusia es el tercer exportador de petróleo mundial, uno de los principales suministradores de gas natural, además de tener un peso enorme en las producciones de trigo, aluminio y níquel, entre otros.
Parte de los efectos ya comienzan a percibirse en el incremento de los precios de esos renglones, que derivan en situaciones como las de Nigeria y las aerolíneas latinoamericanas.
Según un reporte de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad, por sus siglas en inglés), los países en vías de desarrollo serán los más afectados por la situación actual, pero no son los únicos.
“La Unión Europea no se encuentra preparada para un embargo energético total a Rusia”, consideró el presidente de la Confederación de la Industria Alemana, Siegfried Russwurm, quien alertó sobre las consecuencias de sanciones “precipitadas”.
Señaló que la falta de suministro de energía puede conllevar a paros en la producción, con afectaciones a las cadenas de suministro y la ocupación, todo lo cual puede quitar apoyo político a las restricciones contra Moscú.
En tanto, el presidente ruso, Vladimir Putin, afirmó que esta podría ser una oportunidad para la economía de su país, por la búsqueda de alternativas, alianzas nuevas y la posibilidad de ampliar el desarrollo de la producción autóctona.
Lo que resulta indudable es que aislar a Rusia no será tan sencillo, y según estimó el editor principal del Mises Institute, Ryan McMaken, dadas las implicaciones en el tejido económico mundial, podría requerir incluso de amenazas y coerciones a terceros países para intentar lograrlo.
Hasta el momento, los resultados de esta política de sanciones son lo suficientemente graves como para preocupar al Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyos pronósticos hablan de empeoramiento futuro e incertidumbre extraordinaria.
Apreciaciones de ese organismo internacional apuntan a que los precios de la energía y de las materias primas, incluido el trigo y otros granos podrían continuar incrementándose.
Esto se suma a las presiones inflacionarias por las interrupciones en las cadenas de suministro y la recuperación de la pandemia de COVID-19.
Efecto ilimitado a escala mundial
La primera subdirectora gerente del FMI, Gita Gopinath, llamó la atención además sobre las consecuencias de una eventual suspensión de pagos de Rusia debido a las medidas, en particular la desconexión del sistema financiero global, que podría tener un efecto ilimitado a escala mundial.
La economía rusa ciertamente sufrirá daños por esta guerra: especialistas calculan que su Producto Interno Bruto se contraerá entre un nueve y un 15 por ciento este año, pero las implicaciones alcanzarán otros frentes.
De acuerdo con el profesor adjunto de Historia en la Universidad de Cornell, Estados Unidos, Nicholas Mulder, más que la caída del rublo, Moscú tendrá que lidiar con el éxodo de profesionales calificados y la pérdida de la capacidad de importar tecnología valiosa, lo que podría tirar a la basura tres décadas de desarrollo.
El autor del libro The Economic Weapon: The Rise of Sanctions as a Tool of Modern War (El arma económica: el aumento de las sanciones como herramienta de la guerra moderna) igualmente valora como preocupantes los efectos sobre los países de Asia Central.
Estas naciones están muy interconectadas con Moscú a través del comercio y la emigración de mano de obra, por lo que millones de trabajadores migrantes tendrán que buscar empleo en otros lugares, además de disminuir el flujo de remesas a sus lugares de origen.
Las restricciones rusas a las exportaciones de fertilizantes desde principios de febrero ejercieron presión sobre la producción de alimentos, un ejemplo que utilizó el experto para advertir sobre lo que podría pasar si esto alcanzara al níquel, el paladio y los zafiros industriales.
Rusia es hoy un productor esencial de esos elementos cruciales en la fabricación de baterías eléctricas, convertidores catalíticos, teléfonos, rodamientos, tubos de luz y microchips; por lo que decisiones sobre estos renglones afectarían a la industria de los automóviles y los semiconductores, que mueve a nivel global 3,4 billones de dólares.
“Si la guerra económica entre Occidente y Rusia continúa en 2022 con esta intensidad, es muy posible que el mundo se deslice hacia una recesión inducida por las medidas”, sentenció Mulder.
A pesar de estas alertas, la política de sanciones como método de sumisión no parece tener fin en el horizonte cercano y, aun cuando terminara mañana, recuperarse de su impacto tardará un tiempo.
Mientras tanto, según estimaciones de la Unctad, la economía mundial ya disminuyó un punto porcentual en sus proyecciones de crecimiento, de un 3,6 por ciento previsto a un 2,6.
Es como una telaraña que se extiende sobre Rusia, pero en la cual terminaremos enredados todos.