Perú: Jugando con fuego
El autor analiza la situación creada en Perú y la pretensión del Gobierno de utilizar a las Fuerzas Armadas como represor del pueblo del cual son parte indisolubles.
Desplazar 500 soldados, protegidos por carros de combate y premunidos de armas de guerra hacia el sur del país para neutralizar la protestas de las poblaciones de Juliaca, Puno y alrededores es, por decir lo menos, jugar con fuego. Y la expresión tiene una doble connotación.
Primero, porque coloca a los hombres de uniforme ante una disyuntiva no deseada. Nadie ingresa a una institución castrense con la idea que deberá voltear sus armas contra el pueblo y asesinar a sus compatriotas. Obscuros personajes, como Thelmo Hurtado o Álvaro Artaza, el "Comandante Camión", incubaron esa pesadilla; pero aún ellos no tuvieron más alternativa que huir de la realidad –y de sí mismos- para no enfrentar horrendas culpas.
Pero, también porque quienes asumen la disposición de dictar tal ordenanza no pueden estar completamente seguros de que sus órdenes serán cumplidas "sin dudas ni murmuraciones". La sujeción tiene límites, y todas las personas -incluso "las de abajo"- las conocen.
Y es que la cultura política se ha extendido, y hoy llega hasta los cuarteles. Allí se sabe también que nadie debe obediencia a una orden indebida. En otras palabras, nadie puede ordenar a un soldado que se convierte en verdugo de su pueblo simplemente porque él es el último eslabón en la Cadena de Mando.
Simón Bolívar, el Libertador de cinco Naciones lanzó en su momento una frase lapidaria que hoy luce emblemática: "¡Maldito el soldado que voltea sus armas y dispara contra su pueblo!". Y, premonitoriamente la dijo en el Perú, y casi en vísperas de la batalla de Ayacucho, cuyo centenario celebraremos en diciembre del próximo año.
Ahora cien años más tarde, nuestros soldados -"el pueblo en armas", se les dice- marchan por los agrestes territorios del altiplano tocando la puerta de aldeas y poblados. Juliaca, Ilave, Juli , Yunguyo, Desaguadero y otras localidades, registran su paso con una extraña mezcla en la se confunde el temor con la esperanza. Las poblaciones habrán de recibirlos con fundada reserva, pero también con un hálito de ilusiones y esperanzas.
En los años de la violencia, cuando la sangre corría por los andes y la muerte se enseñoreaba en Ayacucho, Huancavelica, Apurimac y otras regiones; los puneños supieron mantener a raya las dos expresiones en boga: el senderismo en acción, y el Terrorismo de Estado.
Ambos se expresaron eventualmente, pero de manera aislada, y no comprometieron a los núcleos básicos de la sociedad local. Por eso, los puneños suelen decir con orgullo que ellos mantuvieron a raya a los senderistas, pero también a los uniformados. Valioso antecedente, sin duda, que las autoridades de hoy, parecieran simplemente no conocer.
Hace algunas semanas, en los primeros días de enero, en Puno se produjeron dramáticas escenas de horror. Bajo el pretexto de "restablecer el orden" y "enfrentar el caos", la Policía Nacional atacó a sangre y fuego a multitudes que portaban una profunda ira acumulada. El desenlace, fue una estela dolorosa que dejó atónito al país: 19 muertos, que hoy son apenas un tercio de los ocurridos en el escenario peruano.
El mundo ha visto con estupor lo que ocurre. En Dinamarca, Suecia, Francia, Alemania, en los Estados Unidos mismo y por cierto en la reciente asamblea de Celac, han hablado pueblos y gobiernos. Y todos no han tenido sino palabras de condena a la barbarie instaurada en nuestro suelo.
Pero si nos atenemos a las disposiciones recientes, pareciera que la sangre derramada no ha terminado de saciar a los "de arriba": quieren más. Envían entonces a la base de la institución armada -a los soldados- para que completen la cuota que esperan instalados en sus residencias veraniegas.
No hay que olvidar que en la institución castrense, perdura un legado imborrable. El 18 de diciembre del 2014 en la Escuela Militar de Chorrillos tuvo lugar la ceremonia de graduación de la CXXI Promoción que en la circunstancia, llevó el nombre de Juan Velasco Alvarado.
Quienes pensaron que el recuerdo del hombre que escribió en piedra aquello del binomio "Pueblo y Fuerza Armada" se había extinguido, pueden llevarse o una grata sorpresa, o un susto mayúsculo, según su opción de conciencia
Allí descubrirán que campesinos y soldados afrontan un reto común: abrir paso a un entendimiento histórico que haga luz sobre nuestras hoy lóbregas tinieblas.
Velasco fue quien dijo que la Fuerza Armada tendría que cambiar su papel en el país. Tradicionalmente, usada como cancerbero de intereses oligárquicos; ahora sería una herramienta de liberación nacional. Esto ¿ocurrirá inevitablemente ahora?. Tal vez aún no ha madurado, pero habrá de suceder. Nadie lo dude.
Por ahora las "medidas complementarias" adoptadas para doblegar la resistencia del pueblo de Puno, han sido brutales; lo han privado de agua, luz y servicios de comunicación elementales. Quieren que se sienta aislado. Y ese mensaje asomó brutalmente en las propias palabras de Dina Boluarte: "Puno, no es el Perú".
La expresión refleja la voluntad de la Clase Dominante. Ella, no quiere el legado de Micaela Bastidas. Se siente parte de una aristocracia criolla embriagada de Poder y de Riqueza. Sueña con amaestrar a los soldados, para convertirlos en asesinos de su pueblo.
Para hacerlo mejor, reniega de nuestras propias tradiciones solidarias y busca así alejarnos de nuestros hermanos de América: México, Honduras, Colombia, Bolivia, Chile.
Los abomina a todos. Objetivamente, está jugando con fuego.