El discurso de la muerte
En su artículo, el autor recuerda a su amigo y compañero Facundo Molares, el militante, fotoperiodista y ex combatiente de las FARC, muerto tras los incidentes en el Obelisco.
Hoy escribo con toda la rabia. Con todo el dolor. Con esa profunda impotencia de ver el cadáver expuesto de mi amigo y compañero Facundo Molares expuesto en cadena nacional en la vereda de la Plaza de la República, de ver las imágenes repetidas como un eterno bucle una y otra vez hasta el infinito. Una y otra vez lo estrangulan los policías. Una y otra vez lo pisan y le pegan patadas los policías. Una y otra vez lo arrastran por el suelo. Una y otra vez sus compañeros gritan que no pueden respirar. Una y otra vez la periodista que filma les dice a los verdugos que lo ejecutaron que se está muriendo. Una y otra vez ya prácticamente muerto Facundo, los perversos esbirros manosean su cuerpo inerte como si se regodearan con su criminal tarea.
Son los momentos donde el discurso de la muerte y el odio los que escriben el terrible relato que luego intentarán replicar los medios para legitimar el crimen. Facundo Molares conocía y había sentido en su propia carne la narrativa de la muerte.
En el 2001 cuando esquivamos las balas de la policía cuando el pueblo en la calle derribo a cinco presidentes y puso en jaque a todos las instituciones del Estado Burgués y su casta de asesinos empresarios. En la espesura de la selva de los campesinos colombianos donde los compañeros combatían contra los narcoterratenientes que montan falsos positivos. En las alturas de la Bolivia masacrada por la Dictadura de Añez , dónde las balas que el presidente Mauricio Macri , el gobernador de Jujuy Gerardo Morales y su patrón de la CIA perforaron su cuerpo. Aquí, allá y en todos lados es el fascismo el que escribe. Son aquellos que gritaban " Viva la muerte" en España. Los que escribían " Viva el Cáncer" en Argentina. Los que arrastraban los cuerpos de los desaparecidos hasta la bodega de los aviones de la marina para ser arrojados al mar.
Son ellos los heraldos del odio los que ahora arrastran el cadáver de Facundo Molares y lo tiran de sus piernas y sus brazos abiertos en cruz, son el estigma del nuevo cristo de los pobres crucificado en el asfalto. Su maldita democracia burguesa esta manchada con nuestra sangre.
Los verdugos son los simples ejecutores de una sentencia escrita día a día en los editoriales de los medios del imperialismo. Alimentada por la cloaca del discurso fascista de los Macri, las Bulrrich, los Milei, los Larreta, los Bolsonaro, las Fujimori, los Uribe, los Trump, los Abascal, las Melloni, los Zelensky, los Netanyahu y todos y cada uno de sus patéticos imitadores. Son ellos los que dictaron la sentencia hace años. El tiempo es un círculo plano. Son ellos los que intentaron matarlo a Facundo en el 2001, en las selvas colombianas, en las áridas alturas de Bolivia, en la avenida 9 de julio transitada por indiferentes autos. Todos los que no nos arrodillamos estamos condenados por los señores del capital. Todos los que gritamos las injusticias del mundo somos prisioneros en esta gran prisión que es el mundo. Y ese Dios de pólvora, dólares y sangre se encarniza con quiénes tienen la valentía de luchar por el fin de esta dictadura global de la muerte .
Los policías que con sus rodillas estrangulan el cuello de Facundo son eslabones en una cadena represión enseñada por los instructores de la CIA, el FBI y el MOSSAD. Es por eso que todos los asesinados tienen el mismo rostro no importa si es en Palestina, en EE.UU., en Chile, Colombia o Argentina. Es por eso que los criminales tienen todos el mismo modus operandi.
Es por eso que exhiben su cuerpo y lo martirizado como lo hicieron con el Che, como en una bestial reproducción de la "Lección de anatomía" .
Pero ellos matan porque no saben lo que es la vida. Porque montaron sus palacios sobre los cadáveres de nuestros compañeros. Porque delimitaron sus fronteras robando nuestras tierras ancestrales. Porque su dinero no es más que uno de los tantos nombres de la muerte.
Se equivocan si piensan que pueden matar a Facundo Molares. Lo transformaron en signo. En una bandera roja de vida con la que bailaremos sobre las cenizas de sus verdugos.