Bukele y una reelección cantada en El Salvador
Nayib Armando Bukele Ortez (San Salvador, 24 de julio de 1981), el actual presidente de la República de El Salvador desde el 1 de junio de 2019, debe consumar su reelección el 4 de febrero próximo, algo inédito en un país cuya Constitución proscribía dos periodos de gobierno consecutivos.
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Bukele y una reelección cantada en El Salvador
Bukele quien llegó al poder bajo la bandera del partido Gran Alianza Nacional (GANA, de derecha), ahora lo hace arropado por su organización, Nuevas Ideas (NI), donde confluyen figuras políticas del Frente Farabundo Martí (FMLN) que lo siguieron cuando fue expulsado de esa agrupación de izquierda y de otras tendencias. Es difícil para los analistas locales definirlo políticamente, algunos lo ven como un populista, mientras otros dicen que no está “ni con Dios ni con el Diablo”.
Bukele es percibido como un político millennial de mucha popularidad, aunque es objeto de críticas por no tener posiciones políticas concretas ni querer participar en debates con otros candidatos a la presidencia, como ocurrió recientemente cuando los otros cinco candidatos se reunieron para exponer sus planes de salud, y donde, pese a estar invitado, no concurrió.
Algunos analistas lo ubican como practicante de una retórica populismo antisistema o de ser un falso outsider con estilo demagógico de liderazgo y que lleva a algunos a la práctica del culto a su personalidad.
Junto a su partido, es catalogado también como populista de derecha o progresista, y analistas de izquierda lo vinculan con políticos de la derecha alternativa como Donald Trump y Jair Bolsonaro, y concluyen que forma parte de la extrema derecha y que su estilo de gobierno es «antidemocrático», «autoritario», «populista», «militarista», «autócrata» y «fascista».
Pese a ser blanco frecuente de críticas de organizaciones internacionales y de derechos humanos, su mensaje transformista de la sociedad caló tanto entre la población que casi nueve de 10 salvadoreños tal vez voten por él, según encuestas. Luis Haug, Gerente General de CID Gallup, divulgó datos del último sondeo antes de las elecciones en las cuales el 53 por ciento de los consultados dijo que votará y un 35 aseveró que no lo hará. Bukele gana con el apoyo de nueve de cada 10 salvadoreños, puntualizó.
En la actual campaña, en la que para participar tuvo que pedir una licencia y nombrar un designado presidencial, su principal carta de presentación es el éxito logrado en el combate a las pandillas donde destaca el arresto de más de 75 mil presuntos pandilleros y colaboradores y bajar el índice de homicidios de más de 100 por cada 100 mil personas en 2019 hasta 0,4 por ciento en 2023.
Su principal herramienta para hacer campaña es su eficiente manejo de las redes sociales algo en lo que compite con el estadounidense Donald Trump. Destacó en particular su uso de Twitter (hoy X) durante la campaña para las elecciones presidenciales de 2019.
A las criticas en su contra por su forma de gobernar el mismo se describe como el “dictador más cool de El Salvador”. Sin embargo, lo cierto es que en vez de bajar en apoyo, las encuestas lo colocan muy por encima de sus cinco oponentes el 4 de febrero, los cuales unidos no llegan a más de 20 puntos.
Encuestas y medios de prensa lo consideran uno de los líderes mundiales y jefes de Estado más populares a nivel nacional debido a que sus índices de aprobación rondan el 87 por ciento.
Al arribar a estas elecciones, que según interpretaciones de la ley su participación es anticonstitucional, el gobernante es acusado de romper el balance entre los órganos de poder, y concentrarlo todo alrededor de su figura.
Durante los meses de su primera gestión fue blanco de críticas por el control de las instituciones, el libreto populista, la excesiva propaganda, el papel político de la Fuerza Armada, la instrumentalización de la Policía Nacional Civil, los ataques contra la prensa crítica, la persecución contra organizaciones sociales, y en resumen la concentración del poder alrededor de su figura, controlando el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial o sea, violentó la separación de poderes que establece la Constitución.
En el ámbito social, el aspirante de NI a la butaca presidencial se opone al aborto incluso en casos de violación, incesto y ante riesgo vital de la madre: “No estoy a favor del aborto, en el futuro nos daremos cuenta de que es un gran genocidio”, blasona, lo que lo convierte en un conservador sobre el derecho de la mujer a decidir sobre sus derechos en la materia.
Por otra parte, los opositores lo acusan de incumplir muchas promesas sobre derechos fundamentales como el derecho al agua, aire limpio, educación, salud, vivienda, seguridad, acceso a Internet, inclusión financiera, créditos sin usura, salario digno y pensión justa, entre otros, y plantean que la mayoría de sus planes son arte del espectáculo y de “mucho circo y luces” para atraer a sus compatriotas.
No obstante en los últimos dos meses, y pese a prohibiciones de la Ley Electoral, se produjo una creciente inauguración de obras que en cierta forma fueron una pequeña curita a los incumplimientos de sus promesas en educación y salud, entre otras.
En términos de religión, algunos académicos lo acusan de usar lenguaje religioso como arma política para fomentar el autoritarismo e incluso el Cardenal Rosa Chávez es crítico de su forma de gobernar y espera que el “gigante dormido”, el pueblo, despierte y lo eche del poder.
Su política exterior es heterodoxa, lo mismo acude a Estados Unidos que a China, juega en los dos bandos pero es crítico de gobiernos populares como el de Venezuela, Colombia, Cuba e incluso mantiene una posición sobre Palestina que muchos critican por cierto acercamiento íntimo con israelíes, pese que su padre descendía de palestino y convertido al islam, además de imán, líder de la comunidad árabe en San Salvador e impulsor de algunas de las primeras mezquitas en el país.
Si se mira su trayectoria, el 10 de octubre de 2017, tras protagonizar una controvertida disputa dentro del partido, Bukele fue expulsado del FMLN por su Tribunal de Ética, acusado de “violar la carta de principios, objetivos, estatutos, reglamento y demás normas”, lo que en opinión de algunos analistas marcó su ascenso dentro del entramado político local.
Bukele asumió la presidencia de la República el 1 de junio de 2019, como el 46.º presidente de El Salvador, para un período de cinco años que finalizaría el 1 de junio de 2024 luego de barrer frente a los candidatos de una coalición de partido que fueron con Arena y el candidato del FMLN, Hugo Martínez.
Su llegada al gobierno en El Salvador es motivo de reflexión y estudio de centros de pensamiento y expertos que, en algunos casos, consideran su forma de gobernar y de hacer política como una “cosa extraordinaria y sorprendente”.
En un contexto político dominado en los inicios de este siglo por dos partidos, la Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y el Frente Farabundo Martí parla Liberación Nacional (FMLN), emergió la figura del actual mandatario para romper el tradicional bipartidismo.
Ganó popularidad en un contexto de desencanto político, y su ascenso y el éxito de su administración se atribuyen a una campaña bien financiada y orquestada en los medios y las redes sociales, donde su figura se erige como referente “virtual” de buenas prácticas tanto en el país como en otros, principalmente de Latinoamérica, donde encuestas lo ubican a la cabeza de cualquier tabla que mida el desempeño de los gobernantes de la región.
El Doctor Óscar Picardo, director del Instituto de Ciencias, Tecnología e Innovación de la Universidad Francisco Gavidia, opina que el progreso de Bukele se debe al desencanto con las políticas públicas previas y a su enfoque en cuestiones de seguridad, como el estado de excepción y los arrestos masivos.
En el caso de Bukele hay que decir que no hay declaración, publicación o análisis en medios de prensa o político donde no se le atribuya a él cualquier resultado positivo.
“Creo que Bukele, explicó Picardo, fue igual y de hecho fue muy distinto, muy radical, y para colmo tuvo la suerte de tocar el punto medular de la seguridad, con el tema del estado de excepción, de la captura masiva, de la cárcel donde confina a los más de 72 mil terroristas, esa fue la guinda del pastel, ahí, puntualizó, se sacó la lotería”.
Eso de cierta forma generó un culto a su personalidad y es visto por algunos como un fenómeno político, sin una lógica política o ideológica clara. Su popularidad es alta, con encuestas que lo sitúan como la figura más importante para los salvadoreños.
El aspirante del partido que se identifica con el color cian (azul) se encuentra en una posición sólida de cara a las próximas elecciones a las que va la oposición, tanto de izquierda como de derecha, en total fragmentación ante el fracaso en unir fuerzas para enfrentarlo.
Picardo, al igual que otros analistas, piensa que Bukele se sacó la lotería con el tema y tratamiento de los problemas de seguridad, sin descartar una bien articulada y financiada campaña de culto a la personalidad que hasta le valió, en homenaje, una escultura del artista salvadoreño Carlos Chávez.
Al parecer la economía a pesar de la crisis no produjo el desgaste que lo golpee con fuerza en las urnas este 4 de febrero y los salvadoreños apostarán por él, aunque sus cocinas se mantengan apagadas y una gran parte de la población enfrente hambre e incluso pobreza extrema.
Según los resultados de encuestas divulgadas hasta el último día que podían emitirse, la de Bukele es una victoria cantada dado “el encanto que genera en la mayoría de su pueblo”, a no ser que se produzca un poco probable voto de castigo, “el milagro” que esperan sus opositores.