Una nueva visión para el poder global de EE. UU. bajo Trump
Batool Subeiti analiza la divergencia de Trump con el establishment estadounidense, destacando su preferencia por la influencia económica frente a la intervención militar y su enfoque transaccional en política exterior.
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Una nueva visión para el poder global de EE. UU. bajo Trump.
El enfoque de Trump hacia los asuntos globales difiere marcadamente de la estrategia tradicional del establishment estadounidense. Trump no ve a Estados Unidos como un "estado policial". Es escéptico respecto a la OTAN, no apoya la guerra con Rusia y cree que la presencia militar estadounidense en Asia Occidental sirve principalmente para proteger a los aliados árabes. En su opinión, estos deberían asumir la carga financiera de dicha protección.
El establishment estadounidense, representado por instituciones como el Pentágono y la Casa Blanca, sigue una visión estratégica a largo plazo. Mantiene cientos de bases militares en todo el mundo y aplica una estrategia política estructurada en diversas regiones.
Trump, en cambio, visualiza el liderazgo estadounidense dentro de un orden mundial multipolar. Le preocupa menos imponer el sistema estadounidense a otras naciones y se centra más en fomentar alianzas económicas que beneficien a Estados Unidos. También busca contrarrestar el auge del Grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) e impedir que bloques económicos alternativos desafíen el dominio del dólar. En lugar de librar batallas ideológicas, su estrategia se centra en el apalancamiento económico.
Un ejemplo clave de la influencia del establishment ha sido USAID, que históricamente ha funcionado como una herramienta encubierta para promover la unipolaridad estadounidense. Mediante tácticas de poder blando, ha ayudado a desestabilizar naciones mediante golpes de Estado y revoluciones de colores.
Sin embargo, con Trump, la financiación para tales iniciativas se ha recortado drásticamente, lo que ha permitido a Estados Unidos ahorrar miles de millones. Su enfoque es más directo: en lugar de depender de las ONG para influir en las sociedades, prefiere las sanciones como medio de coerción. Este cambio debilita la influencia estadounidense a nivel de base, creando un vacío que los movimientos locales y otros poderes pueden explotar.
Trump busca fortalecer la economía estadounidense mediante una estabilidad relativa, en lugar de la confrontación. Se opone a una guerra prolongada con Rusia, priorizando la inversión sobre las sanciones. En lugar de gastar 350 mil millones de dólares en Ucrania, ve un mayor potencial económico en la colaboración con Moscú, a la que no considera un competidor económico directo. Su objetivo más amplio es retractarse de costosos compromisos internacionales y consolidar el dominio económico estadounidense, utilizando influencias económicas —como aranceles y sanciones— para mantener el control. Esto quedó patente en su acercamiento a Zelenski, donde estableció condiciones claras para su apoyo.
Esta postura contrasta marcadamente con la de Europa, que mantiene una profunda hostilidad hacia Rusia y depende del respaldo de Estados Unidos para contrarrestarla. La presión de Trump para aumentar los aranceles a las importaciones europeas probablemente reducirá la demanda de productos europeos en Estados Unidos, lo que estimulará la fabricación nacional y fortalecerá el dólar. Su retirada de la OTAN expone aún más las contradicciones dentro de la alianza, creando oportunidades estratégicas que otros podrían aprovechar.
Trump opera como un tsunami político. En Gaza, se ha posicionado como el verdadero poder detrás de la guerra, deteniéndola bajo sus propios términos. Incluso su controvertida propuesta de despoblación fue más una herramienta de negociación que un plan concreto. Considera a Asia Occidental como algo secundario frente a regiones como México, Panamá o Groenlandia.
Al ser preguntado sobre la fuerza de Irán, reconoce que es muy fuerte, sugiriendo que prefiere centrarse en la contención nuclear en lugar de la confrontación militar, para gran frustración de Netanyahu.
Trump también tiende a retirarse cuando considera la intervención estadounidense como una sangría financiera. Si bien "Israel" ha expandido su influencia en Siria, si sus acciones provocan una resistencia generalizada y se hace evidente que "Israel" es una fuente de conflicto continuo, Trump podría reconsiderar el apoyo estadounidense.
A diferencia del enfoque del Estado profundo —donde un "Israel" debilitado impulsa la búsqueda de sustitutos regionales—, la postura de Trump es más transaccional. Si no hay una oposición significativa, frenará las ganancias territoriales de "Israel". Pero si los costos superan los beneficios, está dispuesto a retirar gradualmente el apoyo a la entidad de ocupación.