Lo que la derecha no le perdonó al papa Francisco
Por toda esa insistencia de desempeñar un papel definido en la defensa de los derechos humanos, contra el autoritarismo y las dictaduras, es que las derechas no dejaron de hostigarlo. Francisco ha partido, pero su voz y sus actos seguirán dando que hablar y pensar. Fue un valiente para una época en la que -mayoritariamente- mandatarios y jerarcas institucionales mostraron grandes dosis de cobardía y comportamientos infames, expone Aznárez en su artículo.
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Lo que la derecha no le perdonó al papa Francisco
Hasta el último instante de su vida terrenal, el papa Francisco, quiso dejar el mensaje que más encrespaba a la jefatura politico-militar del sionismo, llamando a cesar con el genocidio en Gaza, y poniéndole nombre propio a lo que millones de personas sienten en el mundo: "horroroso" y "vergonzoso" es el hecho de asesinar niños y niñas inocentes con la excusa de seguir avanzando en la ocupación de un territorio que no pertenece a los atacantes.
Francisco, lejos de cualquier tipo de hipocresía, como la demostrada por la gran mayoría de las instituciones internacionales supo levantar la voz y hacerle saber a quienes miran a un costado que ante este nuevo Holocausto, el que silencia su voz se convierte en cómplice.
Desde el mismo momento en que Mario Bergoglio fue elegido como papa, sabía que entraría a un mundo que encierra muchos mundos, casi todos ellos rodeados de un secretismo que sirve para proteger diversos problemas y diferencias que hacen a la andadura de la propia Iglesia.
Sin embargo, con su estilo afable y si se quiere bonachón, supo pisar con seguridad en las entrañas del Vaticano, volcando sus primeros esfuerzos en demostrar que era necesario abrir las puertas a la feligresía e incluso a aquellos que no comulgaban con sus ideas de cambios profundos. Pero fue mucho más allá, convocando a diálogos interreligiosos y acercamiento fraternal con la confesión musulmana.
Por otro lado, fue un crítico implacable con la falta de transparencia, denunció la corrupción interna y embistió contra ella, sin temor a saber que se estaba ganando poderosos enemigos, entre ellos quienes habitan las facciones más reaccionarias que la estructura vaticana tiene en su interior. Aquellos, que desde el inicio no vieron con buenos ojos que el papa pusiera su oído y sus ojos del lado de los humildes como hiciera su inspirador espiritual Francisco de Asís.
De allí, que no una sino en varias oportunidades ofreciera los lujosos e impenetrables salones del Vaticano para reunirse con los movimientos sociales y populares de todo el mundo. Por allí pasaron militantes, luchadores y luchadoras como la asesinada hondureña Berta Cáceres, el dirigente cocalero y expresidente boliviano, Evo Morales, el argentino Juan Grabois, dirigentes comunales de la Revolución Bolivariana y de la Cuba socialista. Con ellos, gracias a la convocatoria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, evocó la consigna que sigue recorriendo las diversas manifestaciones y protestas de Abya Yala y que proclama la lucha por “Tierra, Techo y Trabajo”. Sin dudarlo, Francisco los calificó como “derechos sagrados”.
Poniéndose muchas veces más a la izquierda de ciertas posiciones tibias del progresismo, Francisco, hablando cara a cara con esos nuevos "condenados de la tierra" que se animaban a pedirle consejos para seguir luchando, les sugería “que nadie les quite esa convicción a ustedes, que nadie les robe esa esperanza, que nadie apague los sueños que hoy tienen”. Según su punto de vista, la misión de los movimientos sociales era “trascendente” pues “si el pueblo pobre no se resigna, el pueblo se organiza, persevera en la construcción comunitaria cotidiana y a la vez lucha contra las estructuras de injusticia social, más tarde o más temprano, las cosas cambiarán para bien”.
Emocionado por los testimonios que le acercaban los campesinos Sin Tierra de Brasil, o los hombres y mujeres de Guatemala y Perú que denunciaban los males que provocaba la megaminería destruyendo a la Pacha Mama, les incitaba a "no bajar los brazos" porque "las victorias cuestan sacrificios".
Y cuando los más jóvenes de las comunidades religiosas de base le planteaban qué hacer ante la prepotencia de capitalistas voraces e insaciables, él respondía con picardía "“Espero que salgan a las calles y que hagan lío. Quiero que la Iglesia salga a la calle. Si la Iglesia no sale a las calles, se convierte en una ONG. Y la Iglesia no es una ONG”.
Para apoyar sus posiciones y dejar un mensaje universal que sirviera para concientizar, ante las dificultades planteadas en un mundo cada vez más alejado de la espiritualidad, lanzó dos encíclicas fundamentales: Laudato Si, en 2015 y Fratelli Tutti, en 2020. La primera es conocida como la ‘encíclica ecológica’ por la profunda reflexión que hace el papa sobre el estado del medio ambiente y la ecología, haciendo un llamado a la adecuada conservación del planeta y a una verdadera conversión ecológica para el cuidado de la casa común. Por su lado, Fratelli Tutti (Todos hermanos), es un documento de corte social en el que aborda el tema de la fraternidad y la amistad social.
Por toda esa insistencia de desempeñar un papel definido en la defensa de los derechos humanos, contra el autoritarismo y las dictaduras, es que las derechas no dejaron de hostigarlo. En Argentina, esa batalla inquisitorial llevó a que los "amigos" de los militares genocidas que irrumpieron despóticamente e hicieran desaparecer a toda una generación en el 76, insultaran a Francisco de mil maneras, incluso, "pidiendo al cielo que se vaya para siempre, pero al infierno", como dijo en un twitter uno de esos energúmenos que hoy se esconden bajo las polleras de la vicepresidenta, tan negacionista y brutal como todo el gabinete de Javier Milei.
Francisco ha partido, pero su voz y sus actos seguirán dando que hablar y pensar. Fue un valiente para una época en la que -mayoritariamente- mandatarios y jerarcas institucionales mostraron grandes dosis de cobardía y comportamientos infames. Cuando el papa tuvo que señalar a los criminales que practican el etnocidio en Gaza, no dudó en hablar en voz alta. De igual manera, que dejando de lado toda consideración protocolar, condenó las deportaciones encaradas por ese nuevo Satanás que gobierna desde Washington.
Ese era su estilo, su forma de ser, la misma que mostró estos años recibiendo a las Abuelas de Plaza de Mayo o manifestando su enojo por los palos y gases que reciben por parte de la policía los jubilados y jubiladas de su país, al que optó por no visitar durante todo su mandato, para que no puedan utilizarlo en las peleas intestinas.