Yemen: Más tormentas en el Golfo Pérsico
La resistencia yemení dirigida por el frente Ansarolá o Hutíes como también se los conoce, sigue con su demoledora ofensiva contra Arabia Saudita, que no encuentra la manera de apagar la hoguera que encendió en marzo de 2015, y ahora amenaza con consumir a la familia real, como el fuego que consume dos de sus más importantes yacimientos.
El día sábado se conoció que una escuadrilla de diez drones yemeníes en el marco de la operación “Equilibrio Disuasorio II” atacó las instalaciones de la petrolera Saudí Aramco en Abqaiq, a 450 unos kilómetros de la capital saudita, la mayor planta de procesamiento de petróleo del mundo, y al complejo de Khurais en la provincia oriental de al-Sharqiya, a unos 160 kilómetros de Riad, la capital del reino, que tiene reservas estimadas de más de 20.000 millones de barriles de petróleo.
Con estos ataques la resistencia yemení le propicia el golpe más demoledor desde el inicio de la guerra.
Un alto mando yemení, el general Yahya Saree, advirtió a Riad de más y mayores operaciones punitivas.
Los ataques que se desarrollaron a partir de informes de inteligencia recibidos desde el interior del mismo reino, demuestra los alcances de la resistencia, que desde hace ya un año, de una actitud defensiva pasó claramente la ofensiva.
Las autoridades sauditas reconocieron que se registraron una serie de explosiones en la madrugada del sábado, las que han provocado grandes incendio en las instalaciones mencionadas, que se han llegado a ver a varios kilómetros, por lo que se ha interrumpido la producción y las exportaciones.
Tras conocerse el resultado de la operación aérea el frente Ansarolá (Partidarios de Dios) reclamaron la autoría de los ataques.
La resistencia yemení, en los últimos meses ha llevado a cabo operaciones con drones y misiles contra diferentes objetivos dentro del territorio saudita como a bases aéreas y otros tipos de instalaciones. En mayo drones houthis atacaron un importante gasoducto que corre de este-oeste del reino y conecta el Mar Rojo con el Golfo Pérsico, los ataques se produjeron en los distritos de Dawadmi y Afif, al oeste de Riad, en agosto otro ataque provocó un gran incendio en las instalaciones de licuefacción de gas natural en Shaybah, también de la compañía nacional Saudí Aramco.
Por su parte la agencia oficial de prensa saudita informó que las llamas en las instalaciones de Abqaiq y de Khurais ya estaban bajo control, sin mencionar si se habían producido bajas entre el personal, donde también trabajan mucho extranjeros particularmente norteamericanos.
Con este ataque, el reino dejará de producir aproximadamente 5.7 millones de barriles por día, lo que significa el cinco por ciento del suministro mundial de petróleo, más de la mitad de la producción de Arabia Saudita, el mayor exportador mundial de crudo.
Dado que el ataque se produjo en la madrugada del sábado no hubo un efecto inmediato en los precios mundiales del petróleo, aunque los expertos creen que “será un gran golpe para la producción”, por lo que repercutirán apenas los mercados abran el lunes. El viernes el Brent, el crudo de referencia, había cerrado a 60.15 dólares por barril.
El posible apremió petrolero que estos ataques han producido obligó al Departamento de Energía de Estados Unidos, a anunciar, el mismo el sábado, apenas conocida la noticia, que estaba preparado para liberar petróleo de su reserva estratégica si fuera necesario.
El portavoz de la coalición encabezada por Riad, y con el total apoyo de Estados Unidos y sus aliados occidentales, el coronel Turki al-Malki informó que: “Se están llevando a cabo investigaciones para determinar las partes responsables de planificar y ejecutar estos ataques terroristas” y agregando que la coalición tomaría las medidas necesarias para “salvaguardar los activos nacionales, la seguridad energética internacional y garantizar la estabilidad de la economía mundial”. Aunque todavía es muy temprano para evaluar los daños producidos a las instalaciones y en cuanto pueda afectar a la producción petrolera s. En esta dirección el alto ejecutivo de la Aramco, Amin Nasser, comunicó que en 48 horas, la compañía tendría más información, para establecer el nivel de producción perdido.
Recordemos que Riad inició el conflicto contra Yemen cuando tras su renuncia el entonces presidente yemení Abd-Rabbu Mansour Hadi, se exilió en Arabia Saudita, abandonando su país en medio de una guerra civil, por lo que fue obligado por los propio saudíes a dar marcha atrás con su renuncia, violando todas las leyes y dando así un marco “legal” para justificar la avanzada de la coalición que ha generado un verdadero genocidio contra el pueblo yemení, que además de los bombardeos, que han provocado cerca de 110 mil muertos, está siendo castigado por la hambruna que afecta a más de trece millones de personas y las diferentes epidemias, que ya sigue sumando miles de muertos más, por lo que Naciones Unidas, ha definido este conflicto como la peor crisis humanitaria de la actualidad.
El sospechoso de siempre
El secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, rápidamente salió a acusar a Teherán, de los ataques del sábado contra Abqaiq y Khurais, si bien el frente Ansarolá son de mayoría chiita, al igual que Irán, en los cuatro años y siete meses que lleva esta guerra Estados Unidos, ni ninguna agencia de inteligencia internacional, han podido demostrar algún elemento que los conecte. Aunque a decir verdad, sí es ampliamente conocido la colaboración que la coalición de Arabia Saudita junto a una docena de países árabes, es apoyada por los Estados Unidos, Israel y varias naciones occidentales, ¿por qué razón la República Islámica de Irán, no podría apoyar a sus hermanos?
Pompeo, en su mensaje de twitter acusa directamente a Teherán diciendo que “no había evidencia de que los ataques vinieran de Yemen, por lo que tuvo que provenir de Irán” el ex director de la CIA de Trump además sube la apuesta y agrega. “En medio de todos los llamados a la reducción de la escala, Irán ha lanzado un ataque sin precedentes contra el suministro de energía del mundo”.
El gobierno norteamericano ha responsabilizado a Teherán de por lo menos cien ataques contra Arabia Saudita, sin aportar pruebas. Esta obsesión se inscribe en la campaña de hostigamiento que ha desarrollado la política exterior de Donald Trump prácticamente desde su inicio de mandato en enero de 2016.
Donald Trump, en una comunicación con el príncipe heredero, Muhammad bin Salman, el hombre fuerte del régimen saudita, ofreció su apoyo a la autodefensa del reino, por lo que podría estar abriendo la puerta a intensificación del conflicto.
Este ataque y las nuevas acusaciones de Washington a Irán, se producen en un momento crucial de la difícil relación del gobierno de Trump con el gobierno del presidente Hasan Rohaní, ya que desde que Estados Unidos se retiró unilateralmente del acuerdo nuclear con Irán conocido como G 5+1 en mayo de 2018, restableciendo también sanciones económicas, el país persa liberado de esas obligaciones, que le imponían de acotar sus investigaciones nucleares, Teherán volvió a sus trabajos sobre el enriquecimiento de uranio, superando hace más de un mes la cota establecida en los acuerdos de 5+1 de 2015.
Estos ataques también se producen en momentos que Trump muy disimuladamente había dejado entrever que estaría dispuesto a iniciar conversaciones con Irán, fuera del marco de la próxima Asamblea General Nacional Unida en Nueva York, que se produjeran a finales de septiembre, lo que ahora podría estar en duda.
El senador republicano de Carolina del Sur, Lindsey Graham, uno importante aliado de Trump, escribió en su twitter que: “Ahora es el momento de que Estados Unidos produzca un ataque contra las refinerías iraníes si continúan sus provocaciones o aumentan el enriquecimiento nuclear”.
La situación tras los ataques del sábado hace mucho más confuso el panorama que podría precipitarse un conflicto abierto entre Irán y Estados Unidos, en el que jugadores muy interesados en que esto suceda, fundamentalmente Israel, podrían ejecutar alguna acción para que finalmente sus deseos se cumplan, más allá de las miles de muertes que sus intereses podrían producir.