Migración haitiana, asignatura pendiente de 2021
El tránsito ha disminuido pero su futuro también dependerá, en gran parte, de las políticas migratorias de Estados Unidos y de las condiciones en las que estas personas vivan.
Mucho se ha hablado en el año que termina de la migración haitiana, algunos la achacan a la situación de la nación caribeña por la pandemia, una de las causas pero no la única. Desde hace más de una década ese pueblo lucha contra el hambre, la falta de empleos, la violencia o el acceso a los servicios de salud y educación.
Esas forman parte de las razones que los llevan a recorrer todo un continente con el objetivo de huir de la pobreza extrema. El éxodo masivo de esta población ha sido uno de los mayores en los últimos tiempos y ha afectado a numerosos países del sur al norte. En su camino se han topado con amenazas naturales, grupos armados, extorsiones, precariedad extrema y el rechazo final de Estados Unidos.
El 12 de enero del año 2010, un día marcado en la memoria de todos los haitianos como uno de los más fatídicos de su historia. Es el día que se registró el gran terremoto que devastó una gran parte de la nación caribeña y que obligó a miles de personas que lo habían perdido todo a huir hacia países como Chile o Brasil, ambos países en esa época gozaban de relativas facilidades para ingresar en ellos.
La realidad superó las expectativas de los que decidieron emigran a esas naciones. La mayoría nunca pudieron encontrar una vida digna, un empleo de calidad y una estabilidad. En muchos casos se vieron forzados a realizar los trabajos peor remunerados y más sacrificados y apenas contaron con un apoyo institucional.
Sandra Gil, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, afirma que “hay que añadir el gran rechazo que han experimentado estas comunidades por parte de sectores importantes de la sociedad en países como Chile”. La comunidad haitiana es la tercera en esta nación, solamente por detrás de la venezolana y la peruana.
Sibylla Brodzinsky, vocera y miembro de la Agencia de la ONU para Refugiados ACNUR, añade que a estos factores se suman la crisis actual que sufre Haití. “Aunque el asesinato de Jovenel Moïse o el terremoto de julio de 2021 no hayan afectado directamente a estas poblaciones que ya vivían en el extranjero, sí que lo han hecho a familiares que todavía residen en la isla caribeña. La necesidad creciente de estos hace que las personas se vean obligadas a desplazarse en busca de más ganancias por su trabajo que puedan enviar a sus familias", señala France 24 en un artículo.
La pandemia los empuja hacia el norte
La llegada de la pandemia al continente latinoamericano empeoró la situación de los miles de migrantes, esta trajo consigo cierres y una profunda crisis macroeconómica que afectó a diferentes sectores de las economías. En estas coyunturas, las personas más afectadas son siempre las que están menos protegidas: las que trabajan sin un sin un contrato laboral. La informalidad fue la que más sufrió en los meses de confinamientos y trajo mucha hambre a estos trabajadores y sus familias.
Este conjunto de situaciones hizo que miles de ellos decidieran probar suerte partiendo hacia Estados Unidos y Canadá en búsqueda de una vida mejor. Por lo tanto, la migración haitiana tiene la peculiaridad de que no se da desde su país de origen, sino desde terceros.
Esta migración se produjo durante años de forma silenciosa, pero en 2021 se dieron los factores que aceleraron una explosión que eclosionó en el poblado colombiano de Necoclí, junto a la frontera panameña.
Miles de migrantes se concentraron allí, a la espera de poder cursar en embarcaciones muchas veces en malas condiciones y muy bien cobradas rumbo la selva, al Tapón del Darién, la frontera natural entre Colombia y Panamá. Esta zona está plagada de grupos armados que extorsionan a los migrantes, a lo que se une que es de una geografía complicada, inhóspita.
La situación que se vivió allí llegó al límite a pesar de que estos migrantes solamente estaban de paso en su camino hacia Estados Unidos y Canadá en busca de un futuro con más oportunidades. Muchos en su afán de llegar al "sueño americano".
Esta situación en la zona no es nueva, ya que en otros años se registró el paso de hasta 35 000 migrantes haitianos. Estas personas sufren un estatus muy frágil debido a la condición de irregularidad con la que entran a Colombia.
Como indica la profesora Gil, en France 24, el recorrido por Sudamérica es “largo, pero relativamente tranquilo, la situación se empieza a complicar una vez llegan al Tapón del Darién”.
Para entender lo vivido en este 2021 no hay más que poner el foco en los datos de ACNUR suministrados a France 24 por medio de Brodzinsky. En todo 2020, unas ochi mil 500 personas atravesaron este paso, pero hasta octubre de 2021 las cifras son de 191 mil, de los cuales en torno al 90 por ciento son haitianos. Un incremento “gigantesco” que categoriza la magnitud de esta crisis.
El Tapón del Darién quizá represente el máximo exponente de los riesgos a los que estas personas se enfrentaron con el objetivo de llegar a Estados Unidos. Como relata Brodzinsky, miembros de ACNUR observaron desde Panamá cómo las personas que lograban salir de la frondosa selva venían con “cuadros de deshidratación, hambrientos y, en muchos casos, habían sufrido robos”.
La vocera de ACNUR asegura que actualmente “se desconoce el número que han fallecido en ese trayecto o que están desaparecidas”, pero afirma que los testimonios de muchos migrantes corroboran que era “habitual” ver cadáveres en medio de la selva.
Las mujeres haitianas que atravesaron este paso corríeron el peligro de ser violadas. Brodzinsky afirma que esta situación fue “un hecho” y que “dependían especialmente de los caminos que tomasen dentro del Darién”. Actualmente, organismos estatales panameños como la Defensoría y la Fiscalía están tomando declaraciones a mujeres para reconstruir lo sucedido.
El por qué estas personas decidieron aventurarse a realizar estos recorridos tan largos y peligrosos para llegar a Estados Unidos sigue teniendo, en cierta manera, una respuesta ambigua. En algunos casos puede deducirse que la desinformación desempeñó un papel clave en varios aspectos para estos migrantes.
También, la desinformación en torno a la longitud, dureza y peligrosidad del recorrido, que muchos asumían sin ser plenamente conscientes de lo que ello implicaba; y el anuncio de la Casa Blanca en mayo de 2021 de la aplicación del estatus de protección temporal a migrantes haitianos que ya estuvieran en suelo estadounidense.
Este último punto es clave. Esa protección solo aplicaba para los que ya estuvieran en Estados Unidos, no para los que iban camino, pero algunos de ellos podrían haber malinterpretado esto, según confirma Brodzinsky.
Pero una de las causas principales, lo es sin duda, que todos marchan por el peligroso camino, huyendo de las precarias condiciones de vida que tienen en su país de origen y van a la búsqueda de un trabajo digno, estable, con el que puedan sustentar a sus familias.
Aquellos que lograron salvar estos peligros se adentraron en un recorrido por todo Centroamérica y México que los sumó a las caravanas de otros migrantes. La situación llegó a su clímax para septiembre de este año, cuando miles de migrantes decidieran acampar al borde de la frontera sur de Estados Unidos. Las imágenes de desesperación que los acompañaron durante estos días dieron la vuelta al mundo, al igual que el trato recibido por las autoridades fronterizas de EE.UU.
Estados Unidos denegó sistemáticamente el asilo a estas personas, que decidieron instalarse en un macrocampamento debajo de un puente de la frontera. Todos los que intentaban entrar a territorio estadounidense eran automáticamente devueltos, protagonizándose escenas de auténtica tensión que propiciaron la condena internacional.
Después de semanas, las deportaciones a Haití para aquellos que habían cruzado la frontera de Estados Unidos comenzaron. Para Sandra Gil, “la crisis migratoria protagonizada por los haitianos puso en problemas a la Administración de Joe Biden, que tenía una fuerte presión por parte de toda la bancada republicana e incluso miembros de su partido.
Cientos de personas fueron devueltas durante esos días a Puerto Príncipe. Esto suponía el final de un viaje en busca de una vida mejor que para muchos había comenzado en 2010. La mayoría de estas personas lo hicieron devastadas por tener que volver a un país con una crisis política, económica, social y de seguridad estructural. Haití lleva años siendo la nación más pobre del hemisferio occidental.
Para los que evitaron la deportación a su país de origen, la única salida factible a su situación es México. Brodzinsky destaca el papel de este país latinoamericano que en los últimos años “ha pasado de ser un emisor de migrantes o territorio de paso a ser uno de los mayores receptores debido al endurecimiento de las políticas migratorias de Estados Unidos”.
Las claves de por qué estas miles de personas pueden intentar quedarse en México hasta que les surja una oportunidad en Estados Unidos están en que este país tiene un reconocimiento amplio del asilo bajo la Declaración de Cartagena, algo podría permitir instalarse a estas personas.
La duda ahora está en si podrán lograr en México lo que no consiguieron en Brasil y Chile: cierta estabilidad y un lugar en el que puedan asentarse con tranquilidad para desarrollar sus vidas.
En cuanto al flujo migratorio, está por ver si en este 2022 se retoma, ya que todavía hay una cantidad considerable de haitianos en Chile, Brasil y otros países latinos. En los últimos meses, el tránsito ha disminuido notablemente pero su futuro también dependerá, en gran parte, de las políticas migratorias de Estados Unidos y de las condiciones en las que estas personas vivan, esta es una asignatura pendiente de 2021.