Harry Belafonte recibe póstumamente llave de la ciudad de Nueva York
Fue el “rey del calipso” con “Banana boat song” y sus películas rompieron barreras raciales. Amigo de Martin Luther King, cercano a Mandela y a Fidel Castro trascendió los límites del arte.
El legendario artista y activista por los derechos civiles Harry Belafonte recibió póstumamente una Llave de la Ciudad de Nueva York para rendir honores a su legado y trayectoria en Estados Unidos.
Según destacó el alcalde citadino, Eric Adams, la labor del intérprete desde la música hasta el cine y los derechos civiles, no tiene paralelo.
De esta forma, resaltó la capacidad del autor para equilibrar las creaciones sonoras y el activismo con una voz capaz de traspasar las fronteras raciales.
Harold George Belafonte, Jr., nació en el barrio neoyorquino de Harlem el 1 de marzo de 1927 en el seno de una familia de inmigrantes antillanos.
Conocido como el Rey del calipso, por popularizar este estilo musical caribeño de la década de 1950, su canción más renombrada fue Day-O y lo llevó al primer puesto en las listas de éxitos en 1957.
Además, fue uno de los pocos estadounidenses en obtener el título EGOT, por ostentar premios Emmy (televisión), Grammy (música), Oscar (cine) y Tony (teatro).
Fuera del ámbito artístico dedicó su vida a la lucha por la justicia social, de ahí su activa participación en el Movimiento por los Derechos Civiles y su amistad con Martin Luther King.
Encabezó igualmente numerosas iniciativas nacionales e internacionales, como la grabación del sencillo benéfico We Are the World para aliviar la hambruna en África.
Cercano a Nelson Mandela y Fidel Castro, militante histórico en contra del bloqueo, viajó en numerosas ocasiones a Cuba y visitó Venezuela con su amigo Danny Glover.
El premio Nobel de Literatura y músico Bob Dylan tuvo su debut en el disco de Belafonte Midnight special y le dedicó en su autobiografía Crónicas I, estas palabras:
Era un artista fabuloso, cantaba de amores y esclavos, presidiarios, santos y pecadores, niños. Harry era como Valentino. Podía tocar en un Carnegie Hall abarrotado y aparecer al día siguiente en un mitin sindical. Tenía ideales y te hacía sentir como parte de la raza humana. Jamás un cantante sobrepasó tantos límites como Harry. El hombre inspira respeto.