A 70 años de su muerte, Frida Kahlo conecta con generaciones
Su mito y obra todavía conmueven, enmudecen a espectadores y mantienen el interés de los jóvenes.
13 de julio de 1954. Frente a todos sus seres queridos, la pintora Frida Kahlo exhaló su último suspiro en la Casa Azul de Coyoacán, México.
Al día siguiente, el Palacio de Bellas Artes abrió sus puertas para que cientos de personas dijeran adiós a la autora, sin saber que su muerte solo era el comienzo de un mito que perduraría por 70 años.
Todavía conecta y conmueve. Enmudece a espectadores en museos. Mantiene el interés de los jóvenes que llevan su imagen en bolsos, camisetas y gorros. Inspira las fotografías que los turistas toman en el país.
A los seis años la poliomielitis dejó secuelas en su pierna derecha, y ella encontró la forma de expresar su singularidad con la vestimenta de las comunidades originarias.
En tres décadas sufrió 33 operaciones, tortuosos tratamientos y la amputación de una pierna como consecuencia de un accidente vial que tuvo a los 18 años.
Lo que no quebró su estado de salud fue su voluntad. El arte fue una catarsis para la pintora surrealista, que decía plasmar su realidad, no sus sueños, en una serie de obras que hoy alcanzan cifras de millones de dólares.
“Ahí les dejo mi retrato, pa’ que me tengan presente, todos los días y las noches, que de ustedes yo me ausente”, escribió la autora de numerosas cartas, un diario íntimo y obras autobiográficas.
En los archivos de la Casa Azul, ahora convertida en museo, están a la vista de todos decenas de fotos, objetos médicos y otros artículos que conforman exposiciones sobre diversas temáticas.