Una guerra en el norte sería grave para el sector eléctrico israelí
“Israel” es una isla eléctrica y sus sistemas energéticos son muy vulnerables. Llevar el conflicto con la Resistencia de Líbano hasta el punto de una guerra total repercutirá en la economía y la calidad de vida de los colonos en todos los territorios ocupados.
Las crecientes advertencias en "Israel" de no arriesgarlo todo en la ampliación de la guerra contra Líbano, y las voces a favor de un acuerdo para evitar los efectos de la guerra, no están sólo relacionadas con la gravedad de la amenaza militar directa y las consiguientes bajas humanas y daños materiales asociados a ella.
El problema no es la destrucción, sino las repercusiones en la vida cotidiana de los israelíes, y en especial la posibilidad de daños generalizados a la red eléctrica en todo el territorio palestino ocupado, lo cual significaría afectar la rutina diaria.
Como las consecuencias económicas de esa posible guerra es preocupación presente en todos los estudios elaborados por investigadores israelíes, varios resaltaron la necesidad urgente de una nueva estrategia de seguridad para el sector energético, en tanto la entidad es una “isla eléctrica” separada de las redes vecinas.
Según tales investigaciones, la actual guerra reveló importantes debilidades en ese sector, sin solución inmediata, y por tanto si el conflicto con Hizbullah se expande, la duración del corte eléctrico puede estimarse entre varias horas y varios días en el centro de los territorios ocupados, y hasta varias semanas (o más) en las zonas fronterizas, sobre todo el norte.
De acuerdo con estos análisis, uno de los puntos más débiles es la falta de voluntad de los colonos para soportar un corte de energía durante largos períodos, por lo que este asunto tendrá repercusiones psicológicas significativas y provocará cierto estado de pánico, lo cual los empujará a aumentar el consumo y almacenamiento de productos importantes, y por tanto provocará su más rápida escasez.
Estos riesgos fueron comentados por la prensa local, con visos alarmantes, con la intención de hacer comprender al público en toda su dimensión el impacto de esa escalada militar en el norte.
Uno de los comentarios estuvo a cargo del analista de asuntos económicos del canal israelí Kan, Shaul Amsterdamsky, quien propuso examinar en términos de economía armamentista la capacidad real de “Tel Aviv” para continuar defendiéndose de Hizbullah.
A juicio de Amsterdamsky, en una guerra total, “Israel” quedará completamente paralizado, el mercado laboral se perturbará y toda la entidad recibirá un golpe económico muy importante, con un decrecimiento significativo.
Frente a ese déficit, el gobierno se verá obligado a pedir prestado decenas de miles de millones de dólares (al menos), para financiar la guerra y la restauración posterior.
Llegado a ese punto, la bola de nieve comenzará a rodar: las inversiones extranjeras cesarán y el sector de alta tecnología se verá afectado, pues una fábrica como Intel, por ejemplo, necesita recibir electricidad regular todo el tiempo.
Amsterdamsky señaló que una situación económica como esta empujará al gobierno a aumentar los impuestos, y los precios subirán en los mercados, debido a la probable fuga del cambio del dólar.
En ese escenario, aún después de la guerra, la vida no será como de costumbre, el patrón de celebración de las fiestas tenderá a contraerse, los viajes al extranjero y el turismo disminuirán, la calidad de los alimentos será menor, tendrán menos proteínas y el sistema de salud se verá afectado, con menos medicamentos.
Urge una nueva estrategia de seguridad en el sector eléctrico
Similar preocupación por las repercusiones económicas de la esperada contienda, y en particular los apagones, fue mencionada en un estudio elaborado por los especialistas del Instituto de Investigación de Seguridad Nacional, Orna Mizrahi, Nurit Gal y Galit Cohen.
A juicio de estos investigadores, la epopeya palestina Diluvio de Al-Aqsa puso de relieve la necesidad urgente de una nueva estrategia de seguridad para el sector eléctrico y un análisis de la fuerte dependencia del gas de las plataformas marítimas, otra debilidad frente a las amenazas a la infraestructura energética.
También alertaron sobre una interrupción prolongada del suministro de electricidad, como resultado de un aumento acelerado de la demanda o de daños físicos a la infraestructura de producción.
En su informe mencionaron cuestiones básicas asociadas al imprescindible suministro estable de energía para el funcionamiento de la economía y los servicios básicos, así como el comercio, la industria, el sistema de salud, el sistema bancario y otros.
De igual modo valoraron cómo afectaría al sistema de transporte, incluido el ferroviario, la flota de autobuses municipales y otros vehículos privados dependientes de la electricidad.
Asimismo fallarían las comunicaciones (en especial la telefonía celular e Internet), los centros de datos y el abasto de agua, pues casi la mitad del líquido potable proviene de instalaciones de desalinización, cuyo funcionamiento requiere un suministro continuo de energía.
De acuerdo con este informe analítico, los acontecimientos desde el 7 de octubre pasado dejaron en claro la gravedad de la amenaza militar de la Resistencia, y elevó el nivel de temor a una guerra integral, porque dejaría muy expuesta a la entidad ocupante, lo cual hace a esta guerra diferente de sus predecesoras en varias dimensiones:
La multiplicidad de frentes exige del ejército un sistema de prioridades en términos de distribución de recursos, para mantener protegido el frente interno, lo cual puede volver menos relevante la defensa de la infraestructura eléctrica civil o la reparación de los daños sufridos.
Los recursos militares del enemigo obligarán a “Tel Aviv” a enfrentarse a una potencia de fuego sin precedentes, ya sea en el frente de combate o en el frente interno, pues las capacidades misilísticas de Hizbullah superan los 150 mil proyectiles y pueden cubrir todo el interior del territorio ocupado.
Además, la amenaza crece en el ámbito cibernético, y los sistemas energéticos y eléctricos son un destino atractivo para los ciberataques, debido a sus efectos a largo plazo.
Riesgos para el sector eléctrico si la guerra se expande
Por otra parte, el exembajador de “Israel” en Chipre, Michael Harari, escribió un estudio sobre la seguridad del sector eléctrico israelí durante la guerra, donde coincide con expertos citados antes sobre las debilidades sin solución inmediata.
Según Harari, no puede estimarse hoy la magnitud de los daños (horas, días, semanas sin corriente, según la zona) pero estos escenarios obligarán al “ciudadano israelí”, no acostumbrado a los cortes de energía, a “calmarse y tener paciencia”.
Recomendó asimismo, de cara al futuro, diseñar un mecanisno de respaldo basado en nuevos yacimientos de gas; mayor descentralización del sector eléctrico a través de tecnologías solares; modernización de líneas de transmisión de energía, promoción de tecnologías de hidrógeno para almacenar electricidad y aumentar el resguardo de combustible de emergencia.
La realidad actual, es que el país depende de un número limitado de yacimientos de gas y líneas de transmisión (70 por ciento de su mix de producción de electricidad), y no tiene capacidad para suplir esa demanda íntegramente en caso de corte del suministro.
Una guerra en el norte probablemente llevaría al cierre inmediato de los campos Levitan y Karish, y por tanto a depender para la producción de gas del campo Tamar, también expuesto a un cierre en un escenario extremo de guerra.
En tales circunstancias no contarían con suficiente gas natural para producir electricidad, y esa es una de las razones por las cuales no se decide aún la apertura de un segundo frente de guerra.
Por otra parte, como los puertos entrarían dentro del alcance de los misiles de Hizbullah, los barcos petroleros extranjeros pudieran negarse a atracar debido a restricciones de seguros, como ocurrió durante la Segunda Guerra del Líbano (en 2006).
A todo esto se sumaría, a criterio de Harari, la cuestión psicológica, a partir de la falta de la intolerancia de los colonos a la ausencia del servicio, en tanto están acostumbrados a la continuidad del suministro y su confiabilidad.
Según estadísticas israelíes, su sector eléctrico es de los mejores en el mundo, con un corte de energía promedio inferior a tres horas de forma acumulada a lo largo del año, mientras en Estados Unidos ese indicador supera las ocho horas.
En esas condiciones, y ante la falta de necesidad, el ciudadano promedio no cuenta con alumbrado de emergencia, baterías recargables o reservas de agua y alimentos que no requieren refrigeración.
Ante una situación de apagón prolongado, el miedo motivaría el sobreconsumo y el almacenamiento de productos básicos y aceleraría su escasez, coincidió Harari con otros expertos.