La receta
Venezuela es blanco de ataques diplomáticos, económicos y mediáticos, que incluyen el despliegue militar en el Caribe bajo el pretexto de combatir el narcotráfico.
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La receta. Foto: Afp
A primera hora del viernes agentes armados irrumpieron en la casa de John Bolton –exconsejero de Seguridad Nacional de Donald Trump–, en Bethesda, Maryland. Los detalles sobre la redada eran escasos, pero los primeros informes sugerían que los funcionarios buscaban pruebas de que Bolton había revelado información clasificada a periodistas y en sus memorias de 2020, The Room Where It Happened. Las cámaras y los micrófonos, estratégicamente ubicados en el exclusivo vecindario, hicieron del operativo un espectáculo mediático más que una diligencia judicial.
El trasfondo es político y personal. Se trata de una venganza de Trump contra quienes lo desafiaron o lo ridiculizaron durante su primer mandato, en especial aquellos provenientes de su propio charco. En la ya célebre entrevista que concedió en Mar-a-Lago al sicólogo Phil McGraw, conocido como Dr. Phil, el entonces candidato por segunda vez a la presidencia de Estados Unidos reconoció: “A veces la venganza puede estar justificada. Phil, tengo que ser honesto: sabes, a veces puede estarlo”.
Bolton, convertido en crítico mordaz tras su salida del gobierno en 2019, lo acusó públicamente de incompetencia y llegó a describir con detalle sus fallas en materia de seguridad en el libro que enfureció a Trump. Que el allanamiento haya sido ordenado bajo un FBI conducido por aliados políticos del presidente refuerza la percepción de que se trata de un ajuste de cuentas mafioso más que de una acción de estricta honradez.
Bolton, sin embargo, tampoco es un santo. Fue la mente maestra detrás del autoproclamado presidente Juan Guaidó en 2019 y de la estrategia de “máxima presión” sobre Venezuela. Su célebre cuaderno amarillo, con la anotación “cinco mil soldados a Colombia”, mostró al mundo lo que Washington negaba oficialmente: la amenaza de intervención militar contra Caracas estaba sobre la mesa. Años antes, como subsecretario de Estado en la administración Bush, Bolton había acusado a Cuba de producir armas biológicas, en vísperas de la invasión a Irak. La acusación fue desmentida por el expresidente Jimmy Carter en La Habana, pero cumplió la función de alimentar un clima de hostilidad contra la isla, justo cuando se fabricaba la otra gran patraña, la de las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein.
Ese es el verdadero legado de Bolton: demostrar cómo la mentira es la receta más universal de la política exterior estadunidense. Con su retórica agresiva acuñó la categoría de “gobiernos parias” para designar a los países incómodos para la Casa Blanca. Bajo esa etiqueta, se legitimaron sanciones, bloqueos, operaciones encubiertas e incluso guerras. Las pruebas siempre fueron secundarias; lo central era el efecto propagandístico que ha permitido moldear la opinión pública y justificar medidas agresivas bajo la fachada de la “seguridad global”.
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Hoy, la misma receta se repite en América Latina. Venezuela es blanco de ataques diplomáticos, económicos y mediáticos, que incluyen el despliegue militar en el Caribe bajo el pretexto de combatir el narcotráfico.
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Washington ha presentado a Nicolás Maduro como jefe de una “banda de narcotraficantes”, a pesar de que los informes de los últimos dos años de la DEA no hacen mención relevante a Venezuela y el llamado cártel de los Soles salió de la nada y con prisa, quizás fruto de alguna mente calenturienta de la CIA.
Lo mismo ocurre con Cuba. La isla vuelve a ocupar un lugar destacado en el discurso de la derecha trasnacional, que al oír los tambores de guerra fantasea con el efecto dominó. Pero si en el primer mandato de Trump fue Bolton quien diseñó la estrategia contra Caracas y La Habana, hoy ese papel lo asume Marco Rubio, secretario de Estado, sicópata anticastrista y nuevo arquitecto de la amenaza sobre la región.
Su retórica redita la vieja narrativa del “peligro hemisférico”, ahora combinada con sanciones de nuevo cuño, aventuras en el Caribe y criminalización a lo bestia del gobierno venezolano.
El allanamiento de la residencia de John Bolton es una ironía histórica: quien hizo de la mentira un arma contra otros países ahora cae víctima de la misma lógica de manipulación y espíritu de revancha. En Washington, parece confirmarse la norma de que la verdad es siempre la primera víctima, pero después viene el pase de cuentas, incluso para los viejos aliados.