El genocidio que no cesa en el corazón de África (Parte 4)
Esta es una serie de siete artículos que intenta facilitar la comprensión de una historia que se lleva exponiendo de manera fragmentada y descontextualizada durante décadas. Es importante que conozcamos este conflicto que ha dejado millones de víctimas inocentes y comprendamos que su sufrimiento está estrechamente relacionado con el sistema económico en el que unos vivimos y otros mueren, en un tablero estratégico en el que no somos actores, sino peones.
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El triunvirato de las tres K
Desde los años 80, la CIA y el departamento de Estado ya habían echado el ojo a los nuevos aliados perfectos: Yoweri Museveni y uno de sus altos cargos militares, de origen ruandés, Paul Kagame. Ambos eran suficientemente brutales, ambiciosos y lo más importante, tenían sus propias agendas para la región que confluían a la perfección con la de EEUU. Estas agendas que confluyen incluyen:
- Sembrar el caos en la región para controlar las materias primas estratégicas del Congo principalmente y de todo el continente.
- La debilitación absoluta y definitiva del gran Congo, su balcanización, para explotar sus riquezas desde dentro y fuera de sus propias fronteras, por todos los aliados.
- Por parte de Ruanda: ocupar y anexionarse las provincias de Kivu Norte y Kinvu Sur, del este de la RDC, o Congo.
El analista Patrick Mbeko atribuye papeles diferentes a estos tres personajes[1]: Museveni es el “Arquitecto"; Kagame es el “Maestro de obra" y Kabila, el “Caballo de Troya”.
El primero en llegar al poder de su país gracias al apoyo de Reino Unido, Estados Unidos e "Israel" fue Kaguta Yoweri Museveni, en 1986, constituyendo el primer eslabón de esta cadena de guerra.
Cuando era tan solo un estudiante en la universidad de Dar es Salam, de Tanzania, el mismísimo Julius Nyerere creyó en él. Se dice de Museveni que tiene la peculiaridad de haber mordido todas las manos que le dieron de comer en el continente, no solo la de Julius Nyerere, sino también la de los presidentes cuyos países después arrasó y sumió en el caos más absoluto, la República Democrática del Congo, Ruanda y Burundi.
Museveni, el “Arquitecto”, es un excelente estratega para las guerras de nueva generación en África, en las que se fabrica un escenario y una narrativa para la “comunidad internacional” y la opinión pública, donde se representa una guerra con unos objetivos que no son los reales. En un escenario de “guerra civil” o “guerra étnica” se escenifica un enfrentamiento interno, pero en realidad se trata de guerras de agresión. También es famoso por sus métodos de guerrilla brutales, entre los que destaca cometer múltiples masacres entre su propia población para achacárselas a su enemigo, (una lección muy bien aprendida por sus discípulos del FPR).
La segunda K es la de Paul Kagame, «el mayor criminal en activo del mundo», según el analista FIlip Reyntjens. Sobre las espaldas de Kagame los ruandeses, congoleños y burundeses, cargan la responsabilidad de la mayor parte de las masacres cometidas en las últimas tres décadas en la región. Paul Kagame es el “Maestro de obra”, de este plan de caos para el África Central. Llegó al poder de Ruanda en 1994, a sangre y fuego, a lomos de lo que se conoce como “el genocidio de Ruanda”, del que él se erigió en salvador, cuando todas las pruebas indican que muy al contrario, es el principal responsable. Los crímenes que siguen produciéndose hoy en día, cada semana, en Ruanda y el este de la República Democrática del Congo son total responsabilidad suya.
La tercera K es la del “Caballo de Troya” de este plan maquiavélico y criminal, es la de Hypolite Kanambe, más conocido como Joseph Kabila. Quien heredó el poder en la República Democrática del Congo, tras el asesinato su supuesto padre, Laurent Desiré Kabila, en 2001. Desde el puesto de jefe de estado congoleño es el principal responsable de la infiltración de la élite tutsi del FPR en todas las instituciones de su país, principalmente las fuerzas armadas y de seguridad, pero también en el gobierno y las administraciones nacionales y regionales. Ello ha permitido al régimen de Ruanda, la élite tutsi del FPR de Paul Kagame, ocupar y dominar el gran Congo a su servicio, sobre todo económico. Las provincias del este, Kivu Norte y Kivu Sur, están bajo el control de facto de Ruanda, que ya se las habría anexionado si no fuera por la asombrosa e inesperada resistencia heroica de la población congoleña de la zona.
El actual hombre fuerte de Occidente en África, Paul Kagame
Para poner en el contexto a Paul Kagame, hay que explicar que en su país de origen, Ruanda, se produjo una revolución social entre 1959 y 1961.
En el pequeño país de las mil colinas imperó una de las últimas sociedades feudales del mundo hasta 1959. Después de muchos levantamientos y enfrentamientos violentos, la sociedad ruandesa echó abajo este sistema feudal, en el que reinaba una élite tutsi sobre la mayoría hutu considerada inferior, mediante un referéndum celebrado el 25 de septiembre de 1961. La mayoría de los tutsi se adaptó a la “igualdad” llegada a Ruanda con los tiempos modernos, pero esa élite tutsi, la realeza y sus defensores que no querían perder sus privilegios, se exiliaron a Uganda (y algunos a Burundi). Entre esas familias estaba la de Paul Kagame, que tenía dos años entonces. Fueron entre 30 y 40.000 personas, pero no todos los tutsi.
Estas familias criaron a sus hijos en el exilio odiando por igual a los hutu y a los tutsi que se habían adaptado a vivir en igualdad con los hutu. Eran familias adineradas y sus hijos e hijas se mezclaron con las altas esferas ugandesas y estudiaban en las capitales europeas y estadounidenses. Muchos de esos jóvenes llegaron a ocupar los más altos cargos del ejército ugandés, ya que por su plan de volver a tomar por la fuerza el poder de la región, siempre se decantaron por la profesión militar, tanto en Uganda como en Burundi, integrándose en los ejércitos de sus países de acogida.
Cuando la rebelión de Museveni llegó al poder de Uganda, siempre bajo instructores británicos y estadounidenses, sus filas estaban llenas de estos tutsi ruandeses, como el propio Kagame. Así entraron en contacto con la CIA en los años 80, y habían expuesto su intención de retomar el poder en Ruanda y anexionarse el este del gran Congo. Esto es lo que logró atraer el interés de los Estados Unidos, que veían ahí la baza que podrían usar en su beneficio: debilitar o balkanizar el gran y rico Congo.
En ese marco es en el que Paul Kagame cursa su aprendizaje militar en Fort Leavenworth, Kansas, un centro de formación de comandos militares del que el investigador estadounidense Allan Stam dice: «Aquí es donde las nuevas estrellas del ejército de Estados Unidos y de otros lugares van a formarse, (…) La formación que reciben es sobre la planificación de operaciones a gran escala. No es planear cosas logísticas a pequeña escala, no. (…) hablamos de que enseñan cómo planear una invasión, el derrocamiento de gobiernos y la desestructuración de estados enteros».
Contexto del famoso genocidio de Ruanda
Una vez instalado en el poder Museveni, en 1986, comenzó a apoyar a estos tutsis para la toma del poder en Ruanda. (Además, empezaban a ser temidos en Uganda y se quería zafar de ellos en su ejército). Seis meses después de su llegada al poder, se formó oficialmente el Frente Patriótico Ruandés, FPR (APR por las siglas en francés) con la declarada intención de retomar el poder en Ruanda.
Ruanda, con sus muchos defectos, ya era democrática, se podían haber presentado a unas elecciones en lugar de hacer esta guerra de guerrillas, pero eran conscientes de que no tenían ninguna posibilidad de ganar unas elecciones.
El 1 de octubre de 1990, el FPR lanzó su primer ataque a Ruanda desde Uganda. Kagame se encontraba en Estados Unidos y volvió para hacerse cargo de la rebelión, que en un primer momento casi fue derrotada en dos golpes gracias al apoyo de Francia logrado por el gobierno del momento, el de Habyarimana. Ahí se inició esta verdadera guerra de los horrores.
En un país de 5 millones y medio de habitantes, las víctimas de sus ataques en el norte llegaron a los cientos de miles. Las matanzas eran tan atroces que el norte de Ruanda se despobló. La capital, Kigali, considerada por las poblaciones del norte más segura por estar bajo mirada internacional, estaba rodeada de campamentos de refugiados con docenas de miles de personas que contaban los horrores que los tutsi del FPR estaban perpetrando en el norte del país. Esto aumentó mucho las tensiones en la sociedad.
Por la parte sur, Burundi gozaba de una convivencia normalizada entre tutsis y hutus. En junio de 1993 ganó arrolladoramente las elecciones un hutu, Melchior Ndadaye, pero los militares, también exiliados ruandeses, le asesinaron en octubre de ese año. La mayoría de los investigadores señala al FPR de Kagame como responsable último de este magnicidio, que ocasionó matanzas de miles de personas, provocando oleadas de refugiados hacia Ruanda, donde se asentaban en los campos alrededor de la capital aumentado las historias escalofriantes de los crímenes atroces de los soldados tutsi del FPR, también en Burundi.
Esta guerra de terror fue minimizada por la comunidad internacional, es decir el pequeño club de amigos de EEUU. Usando el manido guion de la equidistancia de «Tan malo es uno como el otro», poniendo al mismo nivel al agresor y al agredido. Las potencias amigas de EEUU impusieron bloqueos y embargos al agredido y ayudaron en secreto al agresor.
Desde la ONU se impulsaron las conversaciones de Arusha, en Tanzania, para arreglar el conflicto ruandés. Unos acuerdos que preveían un gobierno de transición, integración de los rebeldes del FPR en el ejército regular, la retirada del apoyo de Francia al gobierno legítimo de entonces en Ruanda, y una serie de medidas que no eran más que un entretenimiento para espectadores. El plan real era seguir adelante con la toma del poder en toda la región por la fuerza y las armas. Ya que, como hemos dicho, el FPR siempre ha sido consciente del poco apoyo que lograría en unas elecciones, donde probablemente ni siquiera los tutsi les votarían.
Unos meses después del asesinato de Ndadaye, el parlamento burundés elige como presidente a Cyprien Ntaryamira, también hutu. Pero este también será asesinado por el FPR en el derribo del avión presidencial ruandés del 6 de abril de 1994.
Todo esto llevó la tensión, el miedo, la ira, el desconcierto, la frustración… de la gente a límites de ignición. Ahora sí, todo estaba listo para dar el gran asalto final, que es lo que conocemos como “el genocidio de Ruanda”.
[1] En la obra de la que es co-autor Honoré Ngbanda, Estratégie du chaos et du mensonge. Poker menteur en Afrique des Grands Lacs, capítulo VII, p. 407-508