EE.UU. sigue agravando la crisis humanitaria de Afganistán
A juicio del autor, el supuesto "apoyo" de Estados Unidos al pueblo afgano -y a sus libertades- no es más que una burla a la realidad sobre el terreno.
"Seguiremos apoyando al pueblo afgano mediante la diplomacia, la influencia internacional y la ayuda humanitaria. Seguiremos impulsando la diplomacia y el compromiso regionales para prevenir la violencia y la inestabilidad".
Estas fueron las palabras del presidente estadounidense Joe Biden tras la catastrófica y ampliamente condenada retirada de Washington de Afganistán. Esta medida prácticamente garantizó el resurgimiento del dominio talibán, al tiempo que empujó a millones de afganos a un ciclo interminable de sufrimiento humanitario y caos agravado. Ahora avanzamos hasta el presente: el llamado "apoyo" de Estados Unidos al pueblo afgano -y a sus libertades- no es más que una burla de la realidad sobre el terreno.
Veamos el 11 de octubre, cuando Washington impuso más sanciones contraproducentes al régimen talibán de Afganistán. Y ello a pesar de saber que estas sanciones acaban golpeando con más fuerza a la población del país, a los afganos de a pie.
Una de las justificaciones tácitas de Estados Unidos es que está defendiendo los derechos y las causas de los afganos al recurrir a estas medidas unilaterales y de fuerza. También contra un Estado que estuvo ocupado durante dos décadas. Lo que Estados Unidos se niega a reconocer es que el aumento de las sanciones punitivas crea nuevas víctimas de la opresión y el conflicto a su debido tiempo. Esto, a su vez, pondrá en peligro a los mismos pueblos que Estados Unidos ha oprimido durante décadas.
De hecho, durante los años de ocupación ilegal de Afganistán por parte de Washington, no hubo ningún rastro de apoyo estadounidense tangible que realmente elevara la vida de las mujeres o protegiera a los niños de los peligros de la pobreza o el hambre futuros. Ahora, estas poblaciones son testigos de la pérdida de casi 700 mil puestos de trabajo en su propio país. Además, una grave emergencia humanitaria sigue llamando a las puertas. Y, sin embargo, la sabiduría de Washington es hacer lo que mejor saben hacer las potencias imperialistas: recurrir a las sanciones y acabar robando a las masas su merecido futuro.
El retroceso del progreso económico ya se ha garantizado a lomos de la invasión liderada por la coalición de Washington, lo que lleva a preguntarse: ¿cuándo será suficiente? Para ser claros, es cierto que Estados Unidos se comprometió con la reconstrucción de Afganistán y la reconstrucción, y facturó su papel como importante para la libertad y las reformas de la gobernanza.
Pero la falsa impresión de estar al lado del pueblo afgano queda desmentida por las continuas sanciones estadounidenses. Llaman a la memoria todo lo que Estados Unidos ocultó a la opinión pública: que a pesar de los casi 840 mil millones de dólares gastados, Estados Unidos dejó un Afganistán que "sigue siendo pobre, dependiente de la ayuda y afectado por el conflicto". Ahora, con la posibilidad de que más del 90 por ciento de los afganos caigan por debajo del umbral de la pobreza, las sanciones estadounidenses sólo contribuyen a la causa de la perturbación deliberada y la destrucción humanitaria. Esto va en contra de su propio compromiso de valorar la vida y el valor de los afganos de a pie.
El vecino Pakistán ofrece un notable contraste con Washington en el tema de la ayuda a las necesidades humanitarias de Afganistán. Por ejemplo, Islamabad ha hecho una fuerte campaña para frenar la crisis que, una vez más, hace recaer la responsabilidad de acoger a más refugiados afganos en Pakistán. Este último, a diferencia de EE.UU., ha abierto sus brazos a los refugiados en múltiples ocasiones a lo largo de los años y está decidido a evitar que se produzca una crisis económica total en Afganistán que tenga implicaciones regionales.
Sin embargo, Estados Unidos sólo quiere retirar sus fuerzas de Afganistán para centrarse en la contención, en la competencia entre grandes potencias y en más injerencias militares inútiles en otras partes del mundo -incluido el sudeste asiático-, dejando las tierras ocupadas llenas de disturbios.
El mundo es testigo de la indiferencia de Estados Unidos ante la escalada de la crisis humanitaria en Afganistán. Después de todo, las invitaciones para poner fin a las sanciones y devolver los fondos robados de Afganistán al pueblo han sido desatendidas. Todo esto confirma efectivamente el papel de Washington en la escalada de una crisis que espera frenar en la retórica, dejando a los países de la región -como Pakistán y China- que lideren la delicada diplomacia y pongan las cosas en su sitio.
Es un hecho que diez años de crecimiento económico en Afganistán se han invertido en sólo 12 meses, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Durante estos 12 meses, una variable clave fue el vacío dejado por el profundo conflicto y la opresión sistémica de las fuerzas invasoras estadounidenses.
Los intentos de aislar económicamente al régimen militante talibán ignoran que toda una población será empujada a los brazos de la pobreza, como si los crímenes de guerra estadounidenses, los ataques colaterales y las víctimas civiles no fueran suficiente dolor. ¿Es ésta la idea que tiene Washington de la justicia democrática en Afganistán?
Pero no nos equivoquemos: al intentar apretar las tuercas al régimen talibán, Estados Unidos está dejando cada vez más claro que un drástico deterioro del nivel de vida y de las libertades apenas le preocupa. El resultado podría exigir a los afganos que cubran aún más terreno, a pesar de haber hecho un sinfín de sacrificios en una guerra que nunca fue de su propia cosecha.
"Estados Unidos continuará amplificando... las voces y haciendo todo lo que podamos para apoyar el progreso de las mujeres, las niñas y otras poblaciones de riesgo afganas", dijo el Secretario de Estado estadounidense Antony Blinken en julio.
Y ahí lo tenemos. Esta es la actitud de Estados Unidos hacia un país que queda en crisis: crear un enorme riesgo durante décadas y, al final, no dar cuenta de nada.