Cuba sigue, Bob Menéndez se queda atrás
En el contexto de las acusaciones contra el senador estadounidense Bob Menéndez, y su renuncia al Comité de Exteriores del Senado, el autor recuerda el accionar anticubano y la catadura moral de este político a punto de terminar su carrera mientras Cuba sigue resistiendo y venciendo.
Mientras el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, desarrollaba una extensa, diversa y exitosa agenda en Nueva York, se expandió la noticia de que el senador demócrata anticubano, Bob Menéndez, renunció, temporalmente, a su cargo al frente del influyente Comité de Relaciones Exteriores del Senado.
El contraste no puede ser más simbólico. El congresista por New Jersey, que ha dedicado buena parte de su vida a atacar a Cuba y a todo lo que huela a izquierda y justicia social en el continente americano, es acusado hoy por corrupción y soborno.
Mientras, el mandatario cubano era aclamado por diversos sectores en Nueva York y apuntalaba, con su presencia y discurso, la denuncia contra el bloqueo genocida de Estados Unidos, que castiga al pueblo cubano.
Caracterizado por su fanático anticomunismo, su racismo y su ultraderechista y reaccionaria visión de los problemas sociales de su propio país, Menéndez ha sido un fuerte defensor de la guerra económica contra la Isla y no cejó nunca en su empeño de asfixiar el desarrollo económico de la Mayor de las Antillas.
Se le atribuye la redacción del Capítulo II de la Ley Helms-Burton, norma que codificó todo el sistema de medidas coercitivas que Washington ha implementado contra los cubanos. Cuando Bill Clinton decidió apostar por su reelección a cambio de la firma de la mencionada y vigente Ley, Bob estaba ahí para la foto, orondo frente al crimen.
Múltiples investigaciones lo relacionan con personajes oscuros vinculados con acciones terroristas como el asesinato del excanciller chileno, Orlando Letelier en 1976 y del diplomático cubano Félix García en 1980, ambos en Estados Unidos. También se han documentado sus relaciones con los financistas de los atentados terroristas ocurridos en La Habana en 1997.
No hay iniciativas anticubanas en el Congreso que no tengan los aportes o el apoyo de Menéndez. El robo de marcas y patentes y los ataques a los programas de colaboración médica internacional son dos de muchos ejemplos.
El cambio de política hacia Cuba iniciado por Barack Obama nunca fue tolerado por su copartidario Menéndez. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas, la apertura de embajadas, las pocas flexibilizaciones a los viajes y al intercambio cultural entre ambos países, así como la justa salida de Cuba de la espuria lista de países patrocinadores del terrorismo fueron medidas inadmisibles para él.
Cuando el primer mandatario negro de Estados Unidos decidió viajar a Cuba y reunirse con Raúl Castro, Menéndez entró en cólera. En su gris declaración, el Senador señaló que Cuba “reprime las libertades y viola los derechos humanos de su pueblo”, por lo que era inaceptable ese viaje.
Hombre virtuoso
Desde sus inicios como político, Menéndez ha sido señalado por su relación con el fraude, la extorsión, el juego y la prostitución. Esa es la imagen que dejó en Union City tras su paso como alcalde.
Durante el segundo mandato de la administración de Barack Obama, el Departamento de Justica acusó al Senador por soborno, fraude, abuso sexual y declaraciones falsas, en una saga de corrupción que involucraba a un millonario de la Florida. Tras la victoria de Donald Trump, en el 2017, un juez desestimó los cargos.
Las nuevas acusaciones en su contra, que incluyen, además, a su esposa, indican que aceptó sobornos en efectivo y especie para beneficiar a Egipto y a tres empresarios desde su posición como presidente del influyente Comité de Relaciones Exteriores del Senado.
Efectos para Cuba
La renuncia de Bob Menéndez a la presidencia del Comité y su esperada salida del Senado es una buena noticia para Cuba, aunque no se esperan cambios sustanciales en la política de Biden hacia la Isla.
Menéndez fue útil para el mandatario actual en su accionar por conseguir armonía congresional frente a desafíos como la guerra en Ucrania y la política contra China. Y Biden será fiel a esos apoyos, esté quien esté. A cambio, Menéndez y su séquito de legisladores anticubanos desplegaron sus iniciativas, críticas y amenazas, no solo contra La Habana, sino también contra Venezuela, Nicaragua, Colombia, Honduras y México.
También queda para la historia, por una simple operación de contraste, el calibre ético de los enemigos de la Revolución cubana.
Menéndez, quien se pavoneaba con un discurso de respeto a las libertades y los derechos humanos, no es más que un burdo político amante del dinero fácil, del tráfico de favores y ejemplo claro de la corrupción que persiste y corroe a la mal llamada democracia estadounidense.
Esos que andan y coinciden con él no deben estar lejos de sus prácticas. Mientras tanto, Cuba sigue, avanza y deja atrás a sus enemigos.