EE. UU. vs Rusia: de la petulancia al fracaso
El autor reflexiona sobre el sostenido ascenso de Rusia como potencia global y liderazgo en los BRICS, a pesar de estrategia antirrusa liderada por Estados Unidos, calificada como un fracaso en los frentes militar, económico, mediático y político.
Cuando las cortinas de la Cumbre del G-7 en Italia se cerraron, el mundo, y principalmente Estados Unidos, se percataron de dos cuestiones fundamentales para el futuro cercano: el llamado Occidente ha perdido la iniciativa estratégica frente a Rusia y China; y Washington no tiene en Europa ni en el resto de sus aliados el colchón de apoyo que ameritan sus esfuerzos por mantener abierto por mucho tiempo más el frente en Ucrania.
Ni siquiera la Cumbre de Paz de Ucrania, un vano intento por rearticular fuerzas, sumar aliados y abrir grietas en el BRICS, aportó lo que esperaban sus organizadores.
En las últimas semanas existieron suficientes muestras que evidencian que la estrategia estadounidense, secundada por Europa, sufre un descalabro en las esferas militar, económica, mediática y política.
La situación de las unidades ucranianas, armadas, asesoradas y apoyadas por Washington y Bruselas es de un claro retroceso. El empuje ruso contrasta con la incoherente y desarticulada línea de abastecimiento y apoyo que tienen sus verdaderos adversarios, más enfocados en comunicados, amenazas y promesas, que en un verdadero y decisivo respaldo material.
Los límites de Estados Unidos y sus aliados europeos son palpables, tanto como su cinismo. La idea es el desgaste de Rusia y la ruina y posterior expoliación de Ucrania, no el triunfo militar, por más que hablen de ello. Y todo eso a costa del pueblo ucraniano y también del europeo, que sufren desde el inicio las consecuencias de una guerra que no desean.
En la esfera económica, el paquete de medidas unilaterales y agresivas contra Rusia, que alcanza la astronómica cifra de más de 17 mil, ha sido otro fiasco. El propio FMI reconoce que la economía rusa crecerá este año 3,2 por ciento. Según especialistas, el superávit económico de la Federación triplica la cifra obtenida antes de iniciada la guerra.
La intención de asfixiar la economía rusa, desacoplarla de la europea y afectar sus principales mercados y cadenas de suministros resultó un boomerang para el Viejo Continente. Un ejemplo de ello es que Europa ha tenido que erogar cientos de miles de millones de euros adicionales para subsidiar a empresas y personas naturales debido al incremento de los precios de los combustibles, tras la decisión de cortar las importaciones desde Rusia, medida que a la postre ha tenido que implementarse parcialmente para evitar el colapso de varias economías de la zona.
Por su parte, el empresariado ruso reforzó sus vínculos con los mercados de Asia, África y América Latina. Solo en el 2023, el comercio entre Rusia y China creció en un 24 por ciento respecto al año anterior. En el rubro energético, Rusia se convirtió en el principal suministrador de combustibles de China cubriendo el 40 por ciento de la demanda del Gigante Asiático.
En lo mediático, la campaña antirrusa, plagada de calumnias y falsas noticias, si bien ha calado en sectores europeos y de otras regiones, poco a poco se fractura en la medida en que las masas europeas comprenden las causas del deterioro de la situación económica.
Basta observar los resultados de las elecciones europeas para distinguir las principales preocupaciones que determinaron los rumbos de un electorado crecientemente escéptico, preocupado por su seguridad, su bolsillo y sus niveles de consumo. El ascenso progresivo de opciones calificadas como de extrema derecha, con posturas críticas al orden actual europeo y al manejo de la economía y la política, y opuestos a la guerra contra Rusia, ponen en cuestión la credibilidad de los grupos políticos tradicionales, culpados, no sin razón, de conducir a Europa a la situación actual.
En lo político, Rusia sigue ampliando sus vínculos con el Tercer Mundo o el llamado Sur Global, en el marco de una intensa reconfiguración de fuerzas, con pasos que sugieren una plena convicción del rol que han decidido jugar en el tablero mundial. Fueron tantos los palos que ha recibido el Oso que parece decidido a no hibernar jamás.
La decisión de frenar la expansión de la OTAN a través de la desnazificación de Ucrania, junto a la exigencia de su desmilitarización y no alineamiento, fue una clara y resuelta respuesta a la postura agresiva de Estados Unidos y la Unión Europea; y confirma la determinación rusa de ir hasta el final si ve amenazada, no ya su seguridad, sino su estatus de superpotencia.
Esto ha tenido un reflejo en la actividad política y diplomática de Moscú. Solo en los últimos días, Rusia ha procurado demostrar que el pretendido aislamiento que fraguó Washington comienza a desmoronarse.
El grupo BRICS, ampliado a un formato plus, que busca asociar e integrar a otros países de economías emergentes y con posturas políticas afines, ha experimentado un impulso articulador bajo la presidencia protempore de Rusia. El lema de su gestión para este año, apoyado en una reciente declaración de los Cancilleres de los países miembros (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Arabia Saudita, Etiopía e Irán), Fortalecimiento del Multilateralismo para un Desarrollo y Seguridad Global Equitativos, expresa una diáfana disposición de impactar con fuerza en el escenario global actual.
En las últimas semanas se han realizado otros encuentros en el marco de los BRICS liderados por Rusia. Entre ellos el Foro de partidos políticos del BRICS plus, el foro de partidos Por la Libertad de las Naciones, y el foro de ciudades y municipios, espacios que buscan consensos políticos, así como transversalizar y diversificar la complementariedad y la cooperación entre este creciente grupo de países y economías.
La revitalización de conceptos como el anticolonialismo y antineocolonialismo, más allá de los móviles lógicos de Rusia en el contexto actual, consolidan importantes sinergias entre organizaciones políticas y gobiernos del Sur Global necesarias en la construcción progresiva de una nueva arquitectura política global.
En lo bilateral, no se puede dejar de mencionar las recientes visitas de Vladimir Putin a la República Popular Democrática de Corea y Vietnam, dos viejos aliados desde la era soviética. Hoy, el primero es un amigo incondicional en su enfrentamiento militar contra la OTAN; el segundo, es pieza clave en el ajedrez asiático por sus vínculos paralelos con China y Estados Unidos.
Y como guinda en el pastel, una agrupación de ´cuatro buques de la Marina de Guerra de la Federación de Rusia fondeó días atrás en la bahía de La Habana, Cuba, a noventa millas de la Florida. Allí, además, se abrió una oficina de representación del banco ruso Novikom, con el fin de garantizar las transacciones entre ambos países y burlar así las medidas de bloqueo de Washington. Fue un mensaje muy simbólico, teniendo en cuenta que se trata de Cuba, viejo, firme y victorioso adversario ideológico y militar de EE. UU., hoy bajo un intenso ataque económico y mediático de la administración Biden.
Estas acciones y mensajes concretos expresan un cambio de época en las relaciones internacionales y una progresiva y consistente consolidación de Rusia frente al declive estadounidense y su fracasada estrategia contra Moscú.