Cuba-EE.UU: Los pasos de Biden
El autor analiza el alcance de las últimas medidas adoptadas por la administración Biden sobre Cuba, resalta el contexto electoral en que se anuncian y destaca los intereses políticos que encierran.
El presidente de EE. UU, Joseph Biden, ordenó al Departamento del Tesoro modificar algunas regulaciones con el fin de “promover la libertad de internet en Cuba, apoyar a los empresarios independientes del sector privado y ampliar el acceso a ciertos servicios financieros para el pueblo cubano".
La medida fue anunciada el pasado 28 de mayo y se suma al retiro de Cuba de un listado unilateral relacionado con la colaboración en la “lucha contra el terrorismo”. Como se explicó en Al Mayadeen, esto no implica la exclusión de la Isla de otro espurio y dañino listado de supuestos países patrocinadores del terrorismo.
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Los pasos que viene dando Biden tienen varias aristas íntimamente relacionados. El interés electoral es una de ellas, y sin dudas la más determinante.
El equipo de campaña del candidato a la reelección intenta cortejar a un importante sector del partido Demócrata, nostálgico del “plan Obama” para Cuba, y al parecer algo preocupado por el respaldo de la Casa Blanca al genocidio israelí contra el pueblo palestino.
Biden, quien no ha hecho nada para frenar las ansias de sangre de Benjamín Netanyahu, consideró que por el lado de Cuba podría ofrecer algún incentivo a los “obamistas” para garantizar la unidad partidista, y su apoyo político y financiero a la campaña.
Recordemos que Obama intentó por medio del “poder blando” apostar por la implosión de Cuba a mediano o largo plazos, aprovechando el relevo generacional en la dirección de la Revolución, y las transformaciones económicas en la Isla.
El “problema Cuba” encaja también en otra arista de este asunto electoral: la emigración. El ocupante del despacho oval acaba de firmar una nueva orden ejecutiva dirigida a intentar reducir los flujos migratorios ilegales por su frontera sur. El agravamiento de las condiciones de vida de la población cubana, reconocida por las autoridades nacionales, ha impactado en estos flujos, aunque no sea el único ni el principal emisor.
Sin embargo, es evidente la relación entre elecciones y emigración, pues la embajada de EE. UU. en La Habana ha comenzado una inusual campaña propagandística encaminada a convencer a potenciales migrantes para que utilicen las vías legales si desean establecerse en el país norteño.
Se trata, sin dudas, de otra muestra del consuetudinario cinismo de la política estadounidense, pues, a pesar de que promueven las maneras legales para emigrar, mantienen vigente la Ley de Ajuste Cubano, un fuerte incentivo que durante décadas ha estimulado la emigración ilegal desde la Isla.
La reunión de abril
Un antecedente importante de estos pasos de Biden fue una reunión ocurrida el pasado mes de abril en la Casa Blanca. Allí se reunieron representantes de sectores de la emigración cubana desligada, hasta donde llega la información disponible, de los grupos anticubanos más retrógrados asentados en la Florida.
Los anfitriones fueron el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas y subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Eric Jacobstein quienes trataron con los presentes asuntos relacionados con la política norteña hacia Cuba y la emigración.
Muchos de los asistentes son empresarios, académicos, comunicadores y ex políticos “moderados” cubanoamericanos que aspiran a un escenario menos restrictivo entre ambas naciones, con el fin de lograr un cambio político mediante la promoción de los “valores democráticos” y la ampliación y desarrollo de negocios y empresas privadas en el marco de las transformaciones que adelanta el país.
Como dato curioso, uno de los convocados fue el director, la cabeza visible, de la plataforma subversiva El Toque, desde donde se ataca sistemáticamente la moneda cubana, al estilo de Dólar Today en Venezuela, con el fin de acentuar la situación inflacionaria en Cuba.
Una aclaración necesaria
Las nuevas medidas de Biden, ni las que vendrán, tocan la esencia del bloqueo económico, comercial y financiero contra el pueblo cubano, ni el tejido legal construido durante décadas para sostenerlo. Tampoco modifican el grueso de las medidas impuestas por Donald Trump y mantenidas por él que recrudecieron el cerco hasta límites extraordinarios.
La decisión de Washington de apoyar las pequeñas y medianas empresas privadas en Cuba, dándole facilidades para operar al margen del bloqueo, busca profundizar el contraste entre estas y el sector público cubano, castigado sin piedad por una guerra económica cruel. Se intenta así, con la cobertura de una maquinaria mediática activa y tóxica, desvirtuar conceptos socialistas arraigados en el pueblo cubano y horadar el consenso nacional entorno a la Revolución.
En consecuencia, resultaría incongruente la permanencia de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo, en tanto afecta la conexión que se pretende entre el sector empresarial privado cubano con los esquemas financieros estadounidenses. En ese sentido no se puede descartar que antes de noviembre Biden excluya a la Isla de ese listado. Si el longevo candidato aprecia que ello le genera dividendos electorales dentro de los demócratas y en parte considerable de la emigración cubana, que nadie dude que lo hará.