Elecciones en Venezuela: mentiras y realidades
El autor aborda la situación que enfrenta la República Bolivariana de cara a las próximas elecciones y las maniobras de la oposición para frustrarlas.
Tras varias peripecias, medidas y contramedidas de los grupos opuestos al chavismo y al gobierno liderado por Nicolás Maduro, la campaña electoral en Venezuela arriba a su etapa definitiva.
La justa está marcada desde el primer momento por la intervención directa de Estados Unidos y la Unión Europea, enfrascados en lograr, esta vez mediante elecciones, lo que han intentado desde 1998: derrocar la Revolución bolivariana.
Tras los comicios de 2018, en los que fue reelecto el actual mandatario, Nicolás Maduro, Venezuela sufrió un cúmulo de agresiones de diversa índole. Solo Cuba en la década de 1960 sufrió un ataque tan integral y sistemático.
En seis años, la República Bolivariana resistió el bloqueo económico, comercial y financiero, sabotajes a la infraestructura eléctrica y petrolera, ataques contra la moneda para generar inestabilidad financiera e inflación, medidas injerencistas contra las exportaciones petroleras, robo de activos nacionales en otros países, entre otras acometidas.
En el plano político, los esfuerzos por aislar a Venezuela, aunque no tuvieron el resultado esperado, demandaron de un gran esfuerzo de los líderes chavistas para defender la soberanía y la dignidad del país, revertir las consecuencias económicas de estas acciones y desenmascarar a los responsables y secuaces de las maniobras hostiles.
En el plano mediático, la Revolución bolivariana tuvo que desmentir disímiles calumnias y mentiras dirigidas a fracturar la unidad del proceso, desvirtuar la alianza cívico-militar y tergiversar la realidad.
El gobierno liderado por Maduro se lanzó a restituir el espíritu de resistencia de parte de la población, mellado por el plan enemigo dirigido a sembrar el desánimo y el cansancio por las carencias inducidas y las mentiras fabricadas.
En el plano militar, el terrorismo, los planes y tentativas de asesinato de líderes, y los intentos de invasión fueron también acciones derrotadas por la Revolución. Al mismo tiempo, la amenaza del uso de la fuerza con ejercicios militares insinuantes en zonas fronterizas terrestres y marítimas, así como la intervención parcial y oportunista de EE. UU. en las diferencias territoriales entre Venezuela y Guyana, forman parte de los planes contrarrevolucionarios.
Los costos sociales, económicos y políticos de esta ofensiva de Washington son visibles. Sin embargo, la Venezuela chavista resistió y venció la estrategia desestabilizadora. En ello han sido fundamentales las medidas económicas para garantizar la soberanía alimentaria, el fortalecimiento de la industria petrolera, la sustitución de importaciones, el incremento de la inversión extranjera y la reducción progresiva de la inflación; lo que unido a un permanente trabajo político y de interacción directa del Gobierno y el Partido Socialista Unido con el pueblo, facilitó superar la etapa de resistencia y proyectar el país hacia el futuro.
En ese contexto de saltos cualitativos y cuantitativos se producirán las elecciones presidenciales el próximo mes de julio.
Realidades vs mentiras
La oposición venezolana no ha conseguido, a lo largo del proceso revolucionario chavista, articular una alternativa política sólida, coherente y representativa del sector poblacional que adversa la Revolución.
Esa mayúscula debilidad tiene entre sus causas la ausencia de verdaderos intereses políticos nacionales y la prevalencia de aspiraciones grupales, anhelos de poder, apetencias económicas y subordinaciones externas.
Tal es así que la construcción de una candidatura única ha sido una deuda en esta campaña electoral, por más que los medios de comunicación nos hagan creer lo contrario.
Sobre María Corina Machado ya se ha hablado bastante. Su trayectoria criminal la invalidaría en cualquier país, no solo por sus violaciones constantes de la ley y su vinculación con el robo de activos nacionales, sino también por la traición a su país al ser cómplice de maniobras subversivas e intervencionistas de potencias extranjeras, especialmente EE. UU.
En ese sentido, las últimas revelaciones indican que Corina buscaba apoyo a donde fuere, al punto de pedirle al neoliberal y derechista Mauricio Macri y el genocida Benjamín Netanyahu apoyo para derrocar el gobierno venezolano.
Tras la legal, irreversible y entendible inhabilitación política de esta señora, quien además transpira violencia y muerte por todos sus poros, su grupo político buscó alternativas para presentar un candidato que pudiera capitalizar el “legado” de la Corina e intentara cohesionar todas las fuerzas opositoras. No lo logró.
La contrarrevolución tiene hoy nueve candidatos, sumando al representante de María Corina, lo que evidencia, no solo lo expuesto anteriormente, sino la poca legitimidad de cada una de las propuestas.
En un esfuerzo antidemocrático y desesperado, la estrategia mediática de los actores opositores financiados por Washington y Bruselas busca llevar la justa electoral a una polarización antiMaduro con el candidato machadista como única opción válida, opacando así a sus contrincantes antichavistas, algunos de ellos opuestos al perfil violento, desestabilizador y antinacional de María Corina Machado.
Los resultados de “encuestas”, las salidas propagandísticas y mediáticas, las declaraciones de políticos nacionales y extranjeros, y la cobertura de la prensa occidental a la campaña del candidato de María Corina, validan esta hipótesis.
El discurso de la contrarrevolución ha estado plagado, además, de una narrativa que intenta apelar a las emociones y aprovechar a su favor los efectos de las carencias, camuflando en todo momento sus verdaderos intereses y su pasado terrorista y violento. Al subrayar su respeto a la legalidad y a la constitución, el cinismo se derrama en cataratas.
Uno de los objetivos de esta intensa maniobra mediática es generar un alto grado de incertidumbre. Remarcar la polarización entre dos candidatos y deslizar, cada vez con más fuerza, la peregrina posibilidad de una victoria de la oposición, constituyen pasos destinados a preparar el terreno para una vez constatado el fracaso de la contrarrevolución, regresar rápidamente a la agenda desestabilizadora y violenta en lo interno; y en los externos, a la hostilidad y las agresiones económicas, políticas, mediáticas y diplomáticas.
El 28 de julio no solo Venezuela se juega el futuro. La región sin la Venezuela chavista sería menos independiente y más vulnerable a las apetencias de EE.UU. que, tras su paulatino debilitamiento como potencia hegemónica, mira con más interés que antes a Latinoamérica y el Caribe.