Cuba: ¿el momento clave?
El autor analiza las últimas declaraciones contra Cuba de Brian Nichols, subsecretario del Departamento de Estado de EE.UU. Los argumentos expuestos confirman la clara intención del gobierno estadounidense de aprovechar la actual coyuntura que vive la Isla para derrocar la Revolución.
No era necesaria una confesión. El sentido común y la historia de las "relaciones " entre Cuba y EE. UU. indicaban que el presidente Joe Biden y su pandilla apreciaron desde un inicio que finalmente existía una posibilidad de derrotar a la Revolución cubana.
Así lo ha reconocido el subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental de EE.UU, Brian Nichols, quien aseguró que "Cuba está un momento clave".
Sin lugar a duda, el funcionario tiene algo de razón. La combinación de los efectos acumulados del bloqueo, las consecuencias de la covid-19 y los resultados palpables de la política de "máxima presión" aplicada por el expresidente norteño Donald Trump y mantenida por Biden, configuraron un escenario de singular tensión en Cuba.
Todo, en medio de un contexto caracterizado por la culminación del progresivo proceso de trasmisión de las principales responsabilidades partidistas, estatales y gubernamentales de la generación que hizo y consolidó la Revolución, hacia una nueva hornada de dirigentes nacidos en la etapa revolucionaria que, se debe subrayar, han logrado sortear los desafíos internos y externos.
Basta mencionar la estrategia del gobierno encabezado por Miguel Diaz-Canel encaminada con éxito durante la pandemia de la covid-19, o la derrota popular al intento de golpe suave en julio de 2021.
Al mismo tiempo, los contextos global y regional, marcados por guerras y reconfiguraciones subordinadas más a intereses nacionales que a visiones ideológicas, los cuales, junto al cerco económico y la inclusión de Cuba en la espuria lista de supuestos países patrocinadores del terrorismo, complejizan las relaciones económicas de la Isla.
A lo anterior se suma una profunda, diversa e intensa campaña propagandística dirigida y financiada por EE. UU., cuya estrategia ahonda subjetivamente en las dificultades del pueblo cubano y en la gestión gubernamental con el fin de construir percepciones y un estado de opinión interno en Cuba que señalen al Gobierno y al Socialismo como responsables de la situación, que despojen a Washington y su guerra económica de toda responsabilidad, y ayuden, junto a los factores objetivos, a prefigurar una situación de hastío político, colapso institucional y convulsión social.
Aquellos conocidos hashtags de SOSCuba y CubaEstadoFallido son apenas dos ejemplos del incesante bombardeo mediático al que ha sido sometido el país. Recientemente, el gobierno estadounidense aprobó una partida de 50 millones de dólares para financiar esa batería de medios de comunicación, grupos de operadores políticos digitales, y un esquema de "ongs" anticubanas, todos creados para posicionar la narrativa dirigida a desprestigiar y estigmatizar a Cuba en la arena internacional y a debilitar el consenso interno.
Consecuentemente, la confesión de Nichols expresa con claridad la decisión de la administración Biden y el establishment estadounidense de aprovechar la actual coyuntura para intentar derrocar la Revolución cubana.
El actual subsecretario quizás no rompa el récord de honestidad de aquel otro subsecretario de Estado asistente para los asuntos interamericanos, Lester D. Mallory, pero sí coinciden en objetivo y estrategia.
En 1960, Mallory expuso en un documento interno, con total desfachatez que para debilitar el respaldo popular a la Revolución había que provocar desencanto e insatisfacción en la población mediante el debilitamiento de la economía cubana, el hambre y las dificultades materiales. Mallory sugirió además “emplear rápidamente todos los medios posibles” para lograr el objetivo.
En el 2024, Nichols, con unos tintes de cinismo nada sutiles, asegura que, además del “momento clave”, existen “razones para la esperanza” porque “el pueblo está protestando en la calle con valentía” por la “falta de luz (electricidad), comida y trabajo”, ante lo cual la solución es, a juicio del funcionario, la democracia.
La declaración del diplomático, efectuada en Madrid, lo cual no es casual, además de un cínico reconocimiento de todo lo que ha venido haciendo la administración Biden contra el pueblo cubano, constituye un concentrado del esquema subversivo anticubano desplegado para buscar resultados en el corto y mediano plazos.
En el corto plazo, la aspiración es la implosión interna, mediante el recrudecimiento del cerco económico y las campañas mediáticas. Si fallase esa variante, como viene ocurriendo hace más de 60 años, en el mediano plazo la meta es erosionar los resortes económicos e ideológicos del socialismo cubano, encumbrar mediáticamente al sector privado como único capaz de salvar al país, y empujarlo así hacia posturas contrarrevolucionarias.
Como dije al comienzo, no era necesaria la confesión, pero si alguna utilidad tiene las declaraciones de Nichols, es la de corroborar, una vez más, que nada puede esperar Cuba de EE.UU. La naturaleza imperial de ese país, lo reitero, es incapaz de tolerar la existencia de la experiencia socialista cubana.