Cuba: Medidas económicas y lista antiterrorista
El autor aborda los últimos pasos del gobierno cubano para iniciar la recuperación económica a pesar del bloqueo y los planes subversivos y terroristas de EEUU, frente a los cuales también tomó La Habana medidas políticas y jurídicas.
Cuba terminó un año sumamente tenso, con un desempeño económico distante de lo proyectado. Eso lo saben los equipos del Palacio de la Revolución y de la Casa Blanca, pero, sobre todo, lo sabe el pueblo de la Isla.
Lo anterior, por conocido, no es noticia, por más que lo sublimen la prensa corporativa internacional y el enjambre de medios de comunicación fabricados por EE.UU. para denostar a Cuba.
La noticia, de la que pocos hablan, es cómo ha sido posible que el pueblo cubano, en medio de tantas carencias y vicisitudes mantenga su alegría y su convicción de defender su sistema político y su soberanía.
A pesar de los lastres, en primer lugar el despiadado bloqueo económico, comercial y financiero que se mantiene, la isla se mueve, tanto en su afán por iniciar el despegue económico ansiado, como en la decisión de no ceder frente al plan estadounidense de rendirlo por hambre y miedo.
Los últimos tres años han sido muy duros para Cuba. Los efectos acumulados del bloqueo se articularon con los estragos económicos de la pandemia de la covid-19 y las consecuencias de más de 240 medidas injerencistas y de presión implementadas por Donald Trump y sostenidas por Joe Biden. Al mismo tiempo, continuaron todos los planes desestabilizadores diseñados en Washington y Langley con el fin de acrecentar las carencias y aprovecharlas como detonantes para destruir la Revolución.
Sin embargo, en el año que culminó, el país siguió su curso sin alteraciones políticas o sociales que indiquen un resquebrajamiento del consenso nacional y justo antes de cerrar 2023 abrió lo que sin dudas será una nueva etapa de su resistencia indescifrable.
Las medidas
En términos económicos, las autoridades estatales y políticas cubanas aprobaron la implementación de nuevas medidas con las cuales aspiran a sortear el bloqueo yanqui, corregir distorsiones estructurales, estabilizar la economía y comenzar la recuperación.
Las acciones anunciadas se afincan en varios principios que la prensa occidental y anticubana han querido ocultar y que el propio presidente del país subrayó en su discurso frente al plenario de la Asamblea Nacional.
Uno de ellos es el referido a que las medidas no son, ni de lejos, un paquete de ajuste neoliberal, sino que se trata de acciones consensuadas y muchas de ellas reclamadas por el pueblo.
Un segundo principio es que se trabajará para corregir distorsiones y desviaciones estructurales a partir de una “rectificación paulatina” de los propios errores como la falta de control y el inadecuado funcionamiento de entidades estatales.
Un tercer principio es que se preservará el mayor grado de justicia social, para lo cual, entre otras medidas como las aprobadas para los trabajadores de la salud y la educación, habrá un tratamiento diferenciado a las familias en situación de vulnerabilidad y para con los jubilados y pensionados.
Dentro del grupo de medidas están las dirigidas a lograr una mayor disciplina fiscal y el avance hacia el control del tipo de cambio, con un esperado impacto en la formación de precios y por ende en la inflación, parte de ella inducida desde el exterior. En el marco de estas acciones, y en un contexto de bloqueo financiero recrudecido, la renegociación de la deuda externa es fundamental.
Con el fin de aumentar los ingresos del país, se trabajará para impulsar una transformación productiva. En este sentido, se proyecta la recuperación de la industria turística y la exportación de más bienes y servicios, dadas las potencialidades exploradas en nuevos mercados.
El gobierno se propone, además, afianzar el ritmo de la transformación digital y potenciar la digitalización del comercio.
La atracción de inversiones extranjeras directas es también una prioridad, ampliándose a los sectores de la producción de alimentos, el fomento de las fuentes renovables de energía y la recuperación de la industria azucarera.
Como se puede apreciar, estamos frente a una estrategia que busca, en medio de un escenario calificado por el mandatario Miguel Díaz-Canel como “economía de guerra”, generar una tendencia de progresiva recuperación.
Sin embargo, la prensa anticubana ha presentado las medidas como una cruzada contra el sector privado o como una arista neoliberal del actual gobierno. Una matriz mediática rocambolesca que omite la decisión del Estado cubano de impulsar a este sector para convertirlo en un complemento dentro de la estrategia de desarrollo nacional, con reglas y orden claros y sin perder de vista que el resto de la economía, la que se proyecta dinamizar, es la responsable del 87 por ciento del PIB.
La lista cubana
El gobierno cubano dio un golpe político y jurídico a EE.UU. y a sus peones terroristas de origen cubano al publicar el pasado diciembre su Lista Nacional de personas y entidades vinculadas al terrorismo contra Cuba.
La legítima acción, además de ser una prueba de que Cuba no aceptará sombras a su soberanía, reiteró el compromiso de la Isla con la lucha antiterrorista; desarticuló, una vez más, la estólida narrativa con la que Washington argumenta la arbitraria inclusión de Cuba en la espuria lista de países patrocinadores del terrorismo; y dejó en evidencia el cinismo estadounidense en esta materia.
El documento, amparado en la resolución 1373 del Consejo de Seguridad de la ONU y en el ordenamiento jurídico cubano, señala, con toda claridad, a 61 personas y 19 organizaciones criminales, investigadas por las autoridades cubanas de incitar, promover, planificar, organizar, financiar y/o ejecutar acciones tipificadas como terrorismo.
Todos los incluidos en el listado cubano radican en EE.UU. y actúan con total impunidad en ese país, sin que el gobierno, paladín de la “lucha contra el terrorismo”, tome medidas para impedir que desde su territorio se comentan y organicen acciones terroristas contra otros estados.
En los últimos 65 años, los sucesivos gobiernos norteños han dado amparo y respaldo financiero, político, y militar a decenas de organizaciones y personas terroristas cuyos actos causaron la muerte de más de dos mil cubanos. Muchas de esas personas y entidades criminales están mencionadas en el lista que la Isla publicó.
Sin dudas, Cuba cerró el año en pleno movimiento. Con la determinación de hacer avanzar su economía, por un lado; y lanzándole a su enemigo histórico una acusación política y simbólica que, por más que la prensa lo haya disminuido, patentiza la determinación de la mayor de las Antillas de no cejar en su empeño justiciero, soberano y socialista.
Y si todavía quedara alguna duda de la decisión de los cubanos, en los festejos por el aniversario 65 del triunfo de la Revolución, el general de ejército Raúl Castro, uno de los líderes de la heroica gesta libertaria en estas seis décadas, tomó el micrófono y le habló a la nación, tocando las más sentidas y genuinas fibras de un pueblo negado a la rendición. En parte de su alocución, el estadista afirmó:
“En el tránsito por el ignoto camino que conlleva construir el socialismo en un país pobre y sometido a constantes agresiones, nos hemos visto obligados a crear nuestras propias maneras de hacer, evidencia de que el proceso revolucionario cubano se ha caracterizado siempre por una inmensa capacidad creadora.
“Hoy podemos decir con sano orgullo que ni agresiones externas, ni los golpes de la naturaleza, ni nuestros propios errores han impedido que lleguemos a este 65 aniversario. ¡Aquí estamos y aquí estaremos!”
Tras estas palabras, cualquiera que haya dudado del camino trazado por la actual dirección del país tendrá que revisar sus percepciones y fuentes de información. La Cuba socialista, antiimperialista y fidelista, en medio de una de las más bravías tormentas, no ha variado el rumbo.