Luigi Mangione y la violencia estéril
La acción de Luigi Mangione, por celebrable que les parezca a algunos o execrables a otros, no pasa de ser un estallido de violencia estéril en tanto no despierte y catalice, revolucionariamente, el descontento existente en la sociedad.
La fría mañana del 4 de diciembre del 2024 era asesinado por la espalda en Nueva York, Estados Unidos, Brian Thompson, director ejecutivo de la aseguradora de salud privada UnitedHealthCare, la más grande del país.
Su presunto asesino, posteriormente detenido, es el joven de 26 años Luigi Mangione. En el lugar del asesinato se encontraron casquillos de bala con las inscripciones “negar”, “defender” y “deponer”, presumiblemente asociada con prácticas habituales de las compañías aseguradoras en el sector de la salud.
El hecho activó de inmediato las protestas en un país donde el negocio privado de la salud se convierte cada vez más en una carga insostenible para la media de los ciudadanos. De hecho muchos han empezado a presentar en redes al joven Mangione como un héroe popular, al estilo de los cómics de V for Vendetta: un justiciero solitario que reacciona contra la podredumbre del sistema.
Y es que hay mucha podredumbre, sin dudas, en el negocio de la salud en Estados Unidos, y particularmente en el medio de las aseguradoras. Una reciente encuesta de la Commonwealth Fund, fundación dedicada a la investigación de la salud, arrojó que el 17 por ciento de los encuestados afirmaron que sus aseguradoras les denegaron la cobertura del tratamiento recomendado por sus doctores. Y esto a pesar de que los costos de un seguro médico en Estados Unidos no son precisamente económicos, las primas pueden llegar a unos 25 mil dólares por familia.
UnitedHealthCare, la aseguradora de salud propiedad de UnitedHealth Group y de la cual Thompson era CEO, es la más grande de su tipo en Estados Unidos en cuanto a ganancias, capitalización del mercado y cobertura, cuenta con al menos 52 millones de personas aseguradas en 50 estados y tiene más de 250 mil empleados. La empresa destaca por su alto promedio de reclamos rechazados ante la negativa de cubrir un servicio. Mientras la media de las aseguradoras en Estados Unidos está en torno a un 20 por ciento, la UnitedHealthCare es de un 32 por ciento.
Estos datos son solo la punta del iceberg de un problema profundo y complejo que está afectando significativamente la calidad de vida de millones de estadounidenses y costando incontables vidas todos los años. La frustración contra un sistema enfocado en las ganancias y excluyente, explica en buena medida la fascinación que la figura de Mangione ha despertado en ciertos sectores de esa sociedad.
No es casual que el proceso creciente de concentración de la riqueza, que ha golpeado significativamente las condiciones de vida de la clase media y trabajadora, sobre las cuales descansaba uno de los pilares de estabilidad del sistema, genere estos estallidos violentos en contra de individuos que se perciben como expresión y parte de unas élites cada vez más desconectadas de las problemáticas cotidianas de la gente.
Este tipo de respuestas individuales violentas no son nuevas en la historia. En el siglo XIX la lucha contra la opresión de los zares llevó a un grupo de decididos revolucionarios a emprender acciones similares como forma de socavar a la monarquía y despertar la conciencia popular. Los narodniki o populistas rusos defendían el uso de métodos terroristas (en el sentido de la época: acciones individuales o de un pequeño grupo dirigidas contra una figura pública notoria del régimen y con el mayor impacto publicitario posible) para estremecer la opinión pública y llevarla a un estado de rebelión. Los populistas rusos, que era también jóvenes y audaces, llegaron en su mayor apogeo incluso a asesinar al Zar de Todas las Rusias, pero esto no destruyó el zarismo. Fueron preciso cinco décadas y tres revoluciones para que finalmente cayera el aparato monárquico imperial en Rusia.
Asimismo, a pesar del revuelo mediático, el asesinato de un miembro de la élite corporativa del país, sea el más santo o el más corrupto de ellos, no modifica un ápice la estructura de poder en la nación. Este tipo de acciones son la respuesta de una sociedad presa del individualismo, incapaz de construir respuestas colectivas efectivas a los grandes problemas que la aquejan y cuyos sujetos apelan a estallidos individuales como válvula de escape a las contradicciones que los aprisionan.
En la historia de la humanidad los llaneros solitarios no han cambiado nunca otra cosa que su propia suerte. Son las revoluciones las que transforman verdadera y profundamente a las sociedades. La acción de Luigi Mangione, por celebrable que les parezca a algunos o execrables a otros, no pasa de ser un estallido de violencia estéril en tanto no despierte y catalice, revolucionariamente, el descontento existente en la sociedad.
Para esto es necesario organización popular y educación en las armas teóricas del pensamiento crítico, que ayuden a entender y, por ello, combatir mejor la naturaleza del sistema. Gramsci lo resume magistralmente en una sentencia: “Instrúyanse, porque necesitamos toda nuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitamos todo nuestro entusiasmo. Organícense, porque necesitamos toda nuestra fuerza.”
Y aunque pueda parecer contradictorio, me atrevería a afirmar que hay también una violencia fértil. La de aquellos que han luchado y luchan contra el imperialismo, el fascismo, el sionismo y el colonialismo en muchas partes del globo. Los que con su sangre han abonado y abonarán el camino de redención de los pueblos. La violencia creadora de las revoluciones.