La guerra sionista-estadounidense contra Irán, ¿hasta dónde llegará?
Continuar la guerra a este ritmo no favorece los objetivos de Trump ni de Netanyahu, sino que agrava la situación. Este problema solo puede resolverse mediante la intervención directa de Estados Unidos en la guerra, algo que los líderes de la entidad sionista han exigido públicamente.
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La guerra sionista-estadounidense contra Irán, ¿hasta dónde llegará?
Como se esperaba, y ante el estancamiento de las negociaciones nucleares con Irán, Estados Unidos permitió que el régimen sionista lanzara su ataque contra Irán, resultado de varios cambios ocurridos tanto en Estados Unidos como en el régimen sionista, manteniendo públicamente una distancia de dicha operación y afirmando que fue una decisión sionista en la que Estados Unidos no participó, a pesar de tener conocimiento de ella.
Esto indica que los estadounidenses aún no desean involucrarse en una guerra directa, sino que consideran estos ataques como simples actos de terrorismo para presionar a Irán a aceptar las condiciones de EE. UU. en las negociaciones nucleares.
Está claro que la postura firme de Irán en las negociaciones, el fracaso de las operaciones militares sionistas en Gaza, los cambios internos en Estados Unidos y el régimen sionista, y el aumento de la hostilidad hacia Trump y Netanyahu, fueron factores que llevaron al presidente estadounidense a aceptar la idea de permitir al régimen sionista atacar a Irán, procurando evitar un involucramiento en una guerra a gran escala.
Sin embargo, parece que los objetivos estadounidenses de esta medida difieren en ciertos aspectos de los objetivos del régimen sionista. Washington creen que este ataque sionista, con gran repercusión mediática, puede alcanzar varios objetivos:
- Forzar a Irán a aceptar las condiciones estadounidenses en las negociaciones relacionadas con: los programas nucleares y de misiles;
- la renuncia al apoyo a las facciones de resistencia en Palestina, Líbano y Yemen;
- el reconocimiento del derecho del régimen sionista a existir;
- y la aceptación de un estado de calma en la región árabe oriental durante el período actual, para que Estados Unidos pueda concentrarse en enfrentar la creciente influencia china.
- Oficialmente, Estados Unidos no participó en el ataque y, junto con Europa, buscará presionar y convencer a Irán para que su respuesta sea limitada, con el fin de restaurar la dignidad, detener la escalada y regresar a las negociaciones, especialmente porque el régimen sionista no podrá sostener una guerra prolongada contra un país como Irán.
- Asestar un golpe al proyecto de la Ruta de la Seda china, en la cual Irán es un componente clave,
- dañar la ruta Chabahar-San Petersburgo entre Irán y Rusia, lo que significaría cercar a ambos países.
- Salvar la delicada situación interna de Trump frente a sus adversarios, especialmente con el aumento de protestas en su contra que han adquirido un carácter étnico en Los Ángeles y Seattle (donde la mayoría de los manifestantes en California son nativos americanos, y en Seattle, afroamericanos).
Por su parte, el primer ministro del régimen sionista tenía sus propios cálculos al ordenar esta agresión:
- Asestar un golpe contundente a Irán, a quien considera el principal patrocinador de las fuerzas de resistencia en la región, y buscar la caída de su régimen político para eliminar toda resistencia contra el régimen sionista.
- Salvar temporalmente su gobierno, ya que este ataque fue una de las cartas utilizadas por Netanyahu en sus negociaciones con los partidos ultraortodoxos para mantener su coalición gubernamental.
- En caso de derribar o debilitar el régimen iraní, se abriría el camino para que el régimen sionista ampliara sus expansiones en Siria y Líbano, y continuara eliminando a todos los grupos de resistencia.
- Salvar el proyecto de la ruta marítima/terrestre entre India y el puerto de Haifa, que atraviesa Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Jordania.
- Si no logra debilitar a Irán, podría forzar a Estados Unidos a intervenir para salvar al régimen sionista de una caída definitiva, siendo este el objetivo más importante para Netanyahu.
Por lo tanto, aunque Trump y Netanyahu acordaron previamente este paso, cada uno tiene sus propios intereses en los resultados de la guerra, que en algún momento podrían chocar, generando mayores complicaciones y pérdidas tanto para el régimen sionista como para Estados Unidos.
Lo destacable en los ataques sionistas a Irán es el enfoque en eliminar a varios líderes militares del ejército y de la Guardia Revolucionaria, así como a científicos nucleares, una táctica militar antigua utilizada incluso por Alejandro Magno para lograr la victoria total sobre sus enemigos.
Sin embargo, en la primera fase evitaron atacar instalaciones civiles como redes eléctricas, refinerías y fábricas, y también atacar al líder de la revolución, Sayyed Ali Khamenei, lo que indica que el objetivo principal, al menos en sus comienzos, es presionar a Irán para que acepte las condiciones estadounidenses.
Parece que Washington y el régimen sionista no anticiparon la rapidez con que Irán absorbería los golpes ni el tamaño de su respuesta, y quizá esperaban una reacción iraní limitada que pudiera ser contenida mediante intervenciones internacionales y diplomáticas, ofreciéndole a Irán algunas concesiones marginales a cambio de su sumisión a las condiciones de EE. UU.
Pero lo que Estados Unidos no consideró es que Irán posee una dimensión civilizatoria enorme, que no puede tolerar una humillación de tal magnitud, y sin importar quién esté en el poder, el régimen se verá obligado a responder con fuerza para no perder legitimidad ante su propio pueblo.
El valor civilizatorio de Irán se manifestó claramente en la solidaridad con su liderazgo, incluso entre algunas facciones opositoras internas, mientras que el enemigo sionista apostaba a un descontrol interno que debilitara al liderazgo iraní.
Por ello, la llamada del primer ministro sionista a la población iraní para derrocar al régimen fue risible, evidenciando el desconocimiento estadounidense y sionista sobre la importancia del factor civilizatorio y el sentimiento nacional en los pueblos orientales.
Es claro que los estadounidenses y sionistas saben que la geografía juega a favor de Irán en esta confrontación.
Irán es un país extenso, con más de 1,6 millones de km², mientras que el régimen sionista tiene apenas 21 mil km², lo que significa que Irán puede soportar ataques de este tipo mientras que el régimen sionista no puede tolerar una respuesta iraní igual de dura.
Por eso, el régimen sionista, con apoyo estadounidense y occidental, optó por un ataque intenso y uso de asesinatos selectivos para lograr una victoria rápida y decisiva.
Pero la importancia de la geografía también se reflejó en la capacidad iraní para absorber los ataques rápidamente, lo que les permitió reestructurar el liderazgo y activar las defensas aéreas, que hasta ahora han logrado derribar tres aviones de combate F-35, símbolo de la quinta generación de cazas.
Estas aeronaves fueron diseñadas para ser furtivas y difíciles de detectar con radares tradicionales, y poseen alta capacidad de interferencia y penetración.
Esto representa un logro militar para Irán, siendo el primer país que logra derribar estas naves utilizando radares fabricados en su territorio.
Alejándose del ruido sionista, el hecho es que el éxito iraní en derribar estas aeronaves constituye una gran pérdida para Estados Unidos y la fuerza aérea sionista.
En contraste, el "ejército" sionista no ha conseguido logros tangibles respecto a los programas nuclear o de misiles iraníes, recibiendo en cambio durante la noche una lluvia de misiles iraníes que causaron daños severos en "Tel Aviv" y otras áreas del régimen, una realidad que fue mostrada al mundo a pesar de las restricciones y censura impuestas por el liderazgo sionista.
La fuerte respuesta iraní ha generado una crisis para los sionistas y estadounidenses, y el conflicto comienza a tomar un cariz internacional.
Pakistán, Corea del Norte, China y Rusia declararon su apoyo a Irán frente al régimen sionista, cada uno con sus motivos. Pakistán reconoce la parcialidad del régimen sionista hacia India en la reciente guerra, y recuerda declaraciones de Netanyahu en 2011 sobre impedir que los países islámicos posean armas nucleares, lo que la sitúa en la lista. Corea del Norte también conoce la hostilidad estadounidense hacia su régimen.
China mantiene importantes relaciones con Irán, que le provee energía y es parte vital de la Ruta de la Seda. Recientemente se inauguró una ruta terrestre entre China e Irán que reduce el tiempo de transporte de mercancías a 15 días, comparado con 40 días vía marítima, además de permitir evitar el estrecho de Malaca, controlado por la marina estadounidense.
Rusia ve a Irán como un socio comercial y militar importante, especialmente tras el inicio de la ruta Chabahar-San Petersburgo, y ha recibido apoyo iraní en la guerra contra Ucrania.
Por tanto, China y Rusia entienden que una de las principales causas de esta guerra es la importancia de Irán para sus proyectos económicos, como la Ruta de la Seda y la ruta Chabahar-San Petersburgo, rutas que evaden el control estadounidense, como señala el analista ruso Alexander Nazarov.
Este desarrollo, preocupante para el presidente estadounidense, obliga al régimen sionista a intentar finalizar sus operaciones rápidamente antes de que el conflicto escale a una alianza militar entre estas potencias.
Por ello, al día siguiente intensificó sus bombardeos sobre refinerías, campos de gas y compañías industriales, como forma de aumentar la presión sobre Irán.
Aunque líderes militares sionistas han dicho que las operaciones pueden durar dos o tres semanas, la realidad indica que no disponen de tal margen ante la escalada iraní.
La limitada geografía del régimen no le permite soportar un conflicto prolongado sin apoyo estadounidense, y el presidente estadounidense tampoco puede permitirse más pérdidas en su fuerza aérea ni involucrarse directamente en un conflicto desgastante, que sería aprovechado por China y Rusia para trasladar la crisis al interior estadounidense, ya bastante complicado.
Europa tampoco puede soportar un gran aumento en los precios del petróleo ni una oleada inversa de refugiados sionistas a sus territorios.
Por su parte, Irán parece decidido a prolongar el conflicto y a exportar la crisis al interior estadounidense y sionista mediante respuestas contundentes que podrían involucrar a grupos de resistencia y a Yemen.
El enemigo sionista y sus aliados disfrutaron un efímero triunfo, esperando que Irán se rindiera. Pero ahora, con la perspectiva de una alianza militar antiestadounidense, y con la fragilidad europea, este régimen y sus aliados tienen pocas oportunidades de lograr ganancias reales con estos ataques.
Un conflicto que se prolongue dos o tres semanas, como indica la propaganda sionista, podría incluso provocar la caída del gobierno de Netanyahu y permitir a las fuerzas de resistencia en Líbano y Palestina recuperar la iniciativa.
Los sueños estadounidenses de obtener beneficios mediante los ataques sionistas a Irán se están desvaneciendo rápidamente. Trump ha pedido detener la guerra y volver a la mesa de negociaciones.
Estados europeos como Francia y Alemania han intervenido para buscar soluciones, mientras que Ibrahim Azizi, presidente del comité de seguridad nacional del parlamento iraní, reveló que el régimen sionista envió mensajes a Irán a través de terceros países pidiendo detener los ataques en su territorio.
Queda la pregunta sobre el futuro de esta guerra y sus consecuencias, tanto dentro de Irán como en el Oriente Árabe y el mundo:
Uno de los resultados más importantes ha sido la caída de las opciones de la élite burguesa iraní, que apostaba por restablecer relaciones con Occidente y Estados Unidos.
Tras este ataque, que se produjo mientras Irán negociaba con Washington, los partidarios de la relación con Occidente han perdido apoyo.
Esta caída favorece el respaldo iraní a las fuerzas de resistencia en el Oriente Árabe en general y al alineamiento con las directrices del líder supremo, Ali Khamenei, quien desde el inicio rechazó las negociaciones con Estados Unidos.
Una manifestación inicial de este cambio es el aumento de las demandas para retirarse del Tratado de No Proliferación Nuclear, y la proliferación de manifestaciones masivas que exigen la fabricación de armas nucleares por parte del Estado iraní, incluyendo a opositores al régimen islámico.
Esto generará presión popular que permitirá a Irán modificar su doctrina nuclear, algo que más teme Estados Unidos y el régimen sionista.
En el Oriente Árabe, esta guerra podría ser una oportunidad para que las fuerzas de resistencia reconstruyan su poder y continúen desgastando al régimen sionista, causándole pérdidas importantes.
Más importante aún, habrá cambios en Siria e Irak, donde la presencia estadounidense y sionista debilitó las defensas aéreas, permitiendo ataques a Irán a través de sus territorios. Sin duda, Irán responderá a estas situaciones tras la guerra.
Por otro lado, se esperan cambios en la posición de los países del Golfo respecto a la normalización con el régimen sionista, y al menos el ritmo de esa normalización se ralentizará próximamente. Estos cambios pondrán fin a la ruta marítima-terrestre entre India y el régimen sionista, que no puede existir con la resistencia activa en Líbano y Palestina.
En cuanto al régimen sionista, su incapacidad para cumplir los objetivos de la guerra revelará todas sus contradicciones internas, entre laicos y religiosos que aún se niegan a enlistarse, y especialmente entre las distintas comunidades judías, como los judíos falashas y los amhara, quienes son despreciados en ese régimen.
Estas tensiones, que han estado latentes, estallarán inevitablemente si fracasa la guerra que Netanyahu ha lanzado contra Irán.
A nivel global, parece que está por formarse una alianza militar entre China, Rusia, Corea del Norte, Pakistán e Irán, junto a otros países en Europa y África.
Tal alianza desafiará la hegemonía estadounidense y la agresividad sionista, complicando los esfuerzos de Estados Unidos para confrontar a China en el futuro, especialmente tras el retroceso de Trump en sus amenazas contra China y su búsqueda de acuerdos intermedios.
La continuación de la guerra a este ritmo no beneficia a Trump ni a Netanyahu y solo empeora la situación. La única solución viable sería la intervención directa estadounidense, algo que los líderes del régimen sionista han solicitado públicamente.
Sin embargo, esta intervención tendría consecuencias negativas para Trump y su proyecto contra China y Rusia, y podría convertirse en una guerra de desgaste que termine con la presencia estadounidense en el Oriente Árabe y el Océano Índico.
Finalmente, si continúan los duros ataques iraníes contra el régimen sionista, el choque será inevitable entre Trump y Netanyahu respecto a la detención de la guerra y las concesiones que se deben ofrecer a Irán para detener el conflicto.
Esto podría llevar a que Trump abandone a Netanyahu en el camino y deje que su gobierno enfrente un destino sombrío que parece cada vez más cercano.