¿Por qué Estados Unidos vuelve a acercarse a Pakistán?
Una revitalización de las relaciones entre Estados Unidos y Pakistán durante el gobierno de Trump 2.0 podría resultar algo pasajero, pero también marcar el comienzo de una política estadounidense menos unilateral hacia la región...
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¿Por qué Estados Unidos vuelve a acercarse a Pakistán?
Pocas relaciones en la política internacional han experimentado altibajos tan drásticos como la que existe entre Pakistán y Estados Unidos. Estos han sido como una montaña rusa desde el 11-S, cuando se convirtió en la de una pareja distanciada que no se hablaba desde 2018.
La confianza estratégica se vio tan dañada que Trump 1.0 congeló casi todo el apoyo en materia de seguridad, señalando a Pakistán como poco fiable y engañoso. Durante el gobierno de Joe Biden, la relación no cambió mucho y se mantuvo fría.
Por eso sorprende tanto el repentino resurgimiento de la tensión en la relación con la llegada de Trump 2.0. Los analistas políticos se apresuran a explicar este último giro. Algunos lo descartan como un hecho aislado, una acción táctica, que no contribuye a la política general de Washington de contención de China. Otros creen que refleja un cuestionamiento más fundamental de la política estadounidense en el subcontinente. Diría que algunas de las voces más interesantes en este debate son las del Dr. Nasir Mehmood, de la Universidad Nacional de Defensa de Pakistán, y el Dr. Julian Spencer-Churchill, de la Universidad Concordia de Canadá.
Su argumento es simple: la estrategia de Washington de priorizar a la India no es una opción inteligente. Si bien India es grande, está en desarrollo y es una alternativa democrática a China, también se mantiene firme en su deseo de mantener la no alineación, aprovechando al máximo el favor de Estados Unidos sin romper los lazos cordiales que mantiene con Rusia ni reducir su comercio con China.
India nunca ha entrado en guerra con otras potencias, salvo su conflicto de un mes con China en 1962, así que ¿por qué arriesgarse a una guerra con Beijing cuando hay comercio que negociar? Actualmente, China es el mayor socio comercial bilateral de India.
India tiene mayor interés cuando las relaciones entre ambos países (es decir, Washington y Beijing) se tensan. Esto permite a Nueva Delhi exigir concesiones, inversiones y tecnología a Occidente, y acercarse al gigante asiático y Rusia de forma bastante encubierta para hacer negocios. Podría ser una maniobra astuta por interés nacional, pero no redundaría en el interés de Estados Unidos.
Apoyar a India a toda costa podría, a la larga, conducir al surgimiento de un peso pesado regional, lo que podría fortalecer la influencia estadounidense en el océano Índico, especialmente si llega a dominar importantes puntos como el mar Arábigo y el estrecho de Ormuz.
Los incentivos para apoyar a Pakistán son otros
Pakistán está más interesado en mantener relaciones estables con Estados Unidos y China. La geografía, la historia y el dinamismo diplomático crean un puente natural con los dos, como señalan los doctores Mehmood y Spencer-Churchill. Islamabad mantiene relaciones históricas con China, especialmente con el Corredor Económico (CPEC), pero estas no están vinculadas a motivos militares. Pakistán nunca ha cedido a Beijing el poder administrativo sobre posibles bases y puertos estratégicos, como el de Gwadar.
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Cabe mencionar que la sospecha que Occidente tenía sobre el CPEC es totalmente infundada. Las carreteras entre Gwadar y China no están bien desarrolladas y, por lo tanto, carecen de conectividad ferroviaria, además de ser propensas a interrupciones debido a los cambios climáticos; por lo tanto, no pueden utilizarse como una vía de suministro clave durante una guerra. De igual manera, Gwadar no está diseñado para albergar un puerto comercial, sino uno naval, a pesar de que Pakistán ha invitado activamente a los países del Golfo y Occidente a invertir en Gwadar.
En el caso de Washington, la reactivación de Pakistán implica más que la cuestión de China. Pakistán tiene un gran potencial en la política y la seguridad de Medio Oriente. Mantiene una sólida relación con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, así como con otros países del Golfo, y un historial de actuar en situaciones entre las potencias, como Arabia Saudita e Irán, y de contribuir a la paz. Sus redes militares y de inteligencia siguen teniendo impacto en Afganistán y Asia Central, e importantes para los llamados intereses antiterroristas y energéticos de Estados Unidos.
En primer lugar, Pakistán es el acceso terrestre más viable para que Estados Unidos pueda reconectarse con Asia Central, rica en recursos energéticos. Mientras Rusia libra una guerra en Ucrania y China restringe el comercio en la región, Washington necesita otros puntos de acceso a Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, etc. Los países de Asia Central podrían conectarse con los mercados mundiales a través de los puertos de Pakistán y las conexiones ferroviarias, siendo Estados Unidos el inversor y el beneficiario estratégico.
En segundo lugar, la influencia de Pakistán en Afganistán disminuyó en los últimos años, y el posible interés de Estados Unidos en las relaciones con Islamabad aliviaría las tensiones entre ambos. Este deshielo no solo contribuiría a mantener la estabilidad regional, sino que también pondría a Washington en una posición financiera que le permitiría acceder al sector de recursos de Afganistán. China está cortejando al país debido a sus enormes yacimientos de litio, cobre y tierras raras, esenciales para la transición a las energías limpias. La recuperación de la influencia pakistaní en Kabul representaría para Estados Unidos un aliado valioso para establecer un acceso responsable a los recursos y evitaría su captura total por parte de Beijing.
Estas ventajas estratégicas podrían obtenerse de forma mucho más económica reconstruyendo la relación con Pakistán. Nueva Delhi ha preservado cuidadosamente su autonomía estratégica a pesar de que Estados Unidos ha gastado decenas de miles de millones de dólares en la venta de armas a India y la transferencia de tecnología, además de colaborar en infraestructura.
Pakistán, cuyas necesidades son mucho menores, presenta un argumento de valor alternativo: la capacidad de apostar por su posición geográfica estratégica, la asistencia para estabilizar zonas inestables y actuar como voz estabilizadora en la rivalidad entre grandes potencias.
Los escépticos indicarán que Pakistán mantiene una relación demasiado estrecha con China. Sin embargo, está condicionada tanto por las necesidades como por la ideología. Pakistán depende de Washington y Beijing (de Estados Unidos como fuente de mercados, acceso a financiación y suministro de tecnología militar como el F-16; y de China como inversor y socio en proyectos de coproducción como el caza JF-17). Esta doble dependencia coloca a Pakistán en una posición ventajosa, con un gran interés en garantizar que no estallen las tensiones entre estos dos gigantes.
Esto también tiene su historia, que Washington debería tener presente. En la década de 1970, Pakistán contribuyó a promover la reconciliación entre Estados Unidos y China. Ha sido un aliado estadounidense en las campañas antiterroristas desde 2001 y en la política local en momentos de inestabilidad. Ha tenido déficits de confianza, por supuesto, en relación con Afganistán y los santuarios de militantes, pero ha sido duradero, ya que conviene a ambos que la relación se lleve a cabo de forma pragmática.
La implicación política es clara: Washington no debe permitir que su relación con India ni sus frustraciones por la guerra de Afganistán le hagan perder de vista la utilidad a largo plazo de Pakistán como aliado. Un reinicio exigirá un diálogo franco sobre viejos resentimientos, expectativas prácticas y colaboración específica donde los intereses coinciden, la lucha contra el terrorismo, la estabilidad regional, las posibilidades diplomáticas en Medio Oriente, el acceso a Asia Central y el desarrollo de minerales críticos.
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La política a gran escala en el sur de Asia es sinónimo de alianzas inestables, donde la relación suele ser menos que incondicional. Se preocupan por gestionar las diferencias, pero al mismo tiempo, disfrutan de las convergencias. Una revitalización de las relaciones entre Estados Unidos y Pakistán durante la era Trump 2.0 podría resultar efímera. Sin embargo, también podría marcar el inicio de una política estadounidense menos unilateral hacia la región, que haga problemáticas todas las apuestas estadounidenses por la India, y Pakistán, y siga siendo una pieza clave que vale la pena conservar y que debería desempeñar un papel esencial en el tablero.
La cuestión aquí es si Washington reconocerá esta ocasión como una oportunidad para una foto o como un paso hacia la creación de una relación más sostenible, sana y mutuamente beneficiosa. La historia demuestra que cuando Estados Unidos y Pakistán colaboran con una clara comprensión del realismo, son capaces de lograr resultados no solo para sí mismos, sino también para la estabilidad de la región en su conjunto.