El arte del café árabe: tradición y sabor
La historia de esta bebida se entrelaza con leyendas milenarias, particularmente asociadas a Etiopía y Yemen.
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El arte del café árabe: tradición y sabor
Algunos lo consideran una bebida estimulante; otros, un símbolo de generosidad, reconciliación y resolución de disputas. Lo cierto es que tomar café árabe es un acto que reconforta el espíritu.
Su sabor suave, menos amargo e intenso que el espresso o el café filtrado, es uno de sus mayores atractivos. También lo son sus aromas especiados, con notas de cardamomo, clavo, canela, nuez moscada o azafrán.
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De acuerdo con la tradición transmitida de generación en generación, la preparación del café árabe comienza con la selección de los granos, que se tuestan ligeramente en una sartén poco profunda al fuego.
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El arte del café árabe: tradición y sabor
Luego, se colocan en un mortero de cobre y se machacan con un mazo. El café molido se transfiere a una cafetera grande, también de cobre, se añade agua y se lleva al fuego.
Al momento de servirlo, los más tradicionales prefieren comenzar por el invitado de mayor jerarquía o edad, llenando apenas un cuarto de la taza. Lo habitual es beber al menos una vez, pero no más de tres.
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La historia de esta bebida se entrelaza con leyendas milenarias, particularmente asociadas a Etiopía y Yemen. Muchos relatan que su difusión en Yemen se debe a Abu Bakr al-ʿAydarūs, un erudito sufí, aficionado de esta bebida.
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El arte del café árabe: tradición y sabor
Siglos después, el llamado qahwa árabe sigue siendo un símbolo de hospitalidad y generosidad, presente en celebraciones, actos diplomáticos, reconciliaciones e incluso duelos.
En 2015, a petición de Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Omán y Catar, fue inscrito en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Para Yemen y Etiopía, que resguardan los orígenes de esta tradición, el café árabe es también motivo de orgullo e identidad.