Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos atraviesan uno de los momentos más tensos en décadas recientes. Desde la óptica cubana, Washington ha mantenido, incluso recrudecido, una política de agresión económica, diplomática y simbólica, cuyo objetivo es destruir la soberanía nacional, forzar el derrocamiento de la Revolución y castigar a un pueblo por defender un modelo social independiente.

Esta visión fue ratificada recientemente en conferencia de prensa desde la capital estadounidense por la subdirectora general de la Dirección de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, Johana Tablada.

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Sus declaraciones no solo evidencian el estado actual de las relaciones bilaterales, sino que también denuncian una estrategia sistemática de presión y bloqueo, diseñada para provocar el colapso del modelo cubano, alimentada por narrativas falsas, sanciones selectivas y una política deliberada de aislamiento.

Una política hostil de más de seis décadas

Desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, las relaciones bilaterales han estado marcadas por el enfrentamiento. La nacionalización de propiedades estadounidenses, la alianza con el bloque socialista y la apuesta por un modelo soberano desataron la respuesta hostil de Washington, que no concibió (ni concibe) la instauración de un modelo democrático a escasas 90 millas de su territorio.

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En 1962 se instauró el bloqueo económico, comercial y financiero que, según datos cubanos, ha provocado daños valorados en más de 150 mil millones de dólares.

La política de Estados Unidos hacia la isla ha incluido invasiones (Playa Girón, 1961), intentos de magnicidio, guerra mediática y un cerco financiero que limita importaciones, acceso a tecnologías, financiamiento internacional y desarrollo económico.

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Ese escenario tuvo un giro durante el mandato de Barack Obama (2009–2017). En 2014 se restablecieron las relaciones diplomáticas, se reabrieron embajadas y se firmaron acuerdos en medioambiente, salud y seguridad. En 2016, Obama visitó La Habana y reconoció que el futuro de Cuba debía ser decidido por su pueblo.

Sin embargo, con la llegada de Donald Trump se revirtió ese acercamiento: impuso más de 240 medidas coercitivas, activó el Título III de la Ley Helms-Burton y reincorporó a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo. La administración de Joe Biden mantuvo gran parte de estas políticas, sin avanzar en una normalización.

La hostilidad recrudecida: el contexto actual

Con evidencias, cifras y argumentos éticos, Tablada desmontó la narrativa estadounidense. Afirmó que, desde el 20 de enero de este año, Washington intensificó su estrategia de “máxima presión”: eliminó permisos de entrada para miles de ciudadanos cubanos, canceló programas migratorios y amenazó con deportaciones.

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Desde 2017, Cuba ha recibido 55 vuelos de deportación y ha repatriado a cerca de 50 mil ciudadanos. Pese a cumplir acuerdos migratorios, Estados Unidos suspendió unilateralmente las conversaciones en esta materia, instrumentalizando la migración como herramienta de presión.

Tablada criticó también la narrativa fabricada por la Casa Blanca, que presenta a Cuba como una amenaza o un Estado fallido.

Con válidos argumentos, Johana Tablada condenó las declaraciones del Departamento de Estado que calificó a la isla como “enemigo de la humanidad” y las consideró una clara muestra del nivel de falsedad del discurso oficial.

Además, denunció la reinclusión de Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, omitiendo el proceso interinstitucional que previamente había certificado que este país no estaba implicado en tales actividades.

Bastaron solo seis horas a la actual administración Trump para desestimar evaluaciones anteriores de múltiples agencias de seguridad nacional —entre ellas el Departamento de Estado y agencias de inteligencia— que analizaron pruebas antes de concluir que Cuba no calificaba para esa designación.

Igualmente, recordó que esta nación figura también en una relación tecnológica que le impide el acceso a más de 200 plataformas digitales, incluyendo herramientas de inteligencia artificial. En ese sentido, aseguró: “No es el gobierno cubano quien impide el acceso a la tecnología, sino el bloqueo estadounidense”.

Fondos millonarios para intentar derrocar la Revolución

La Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés) es una organización privada creada en 1983 por el Congreso estadounidense y financiada con fondos públicos.

Aunque su misión declarada es promover la democracia, en la práctica canaliza recursos hacia actores que favorecen cambios de régimen alineados con los intereses de Washington.

En el caso cubano, la NED destina 6,6 millones de dólares anuales a iniciativas orientadas a debilitar el orden constitucional y forzar una debacle política.

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Aunque Venezuela y Nicaragua son también blancos de programas similares, es Cuba quien recibe la mayor parte de estos fondos. Ello, sin dudas, constituye un despilfarro del dinero de los contribuyentes, pues no ha logrado su objetivo de socavar la Revolución cubana, aseguró Tablada.

Estos dividendos financian campañas mediáticas, actividades de subversión interna y grupos que operan bajo la narrativa de “sociedad civil independiente”, aunque responden a agendas extranjeras.

Esas acciones las denuncia La Habana constantemente, pues violan principios del derecho internacional como la no intervención en asuntos internos.

Además, recordó que no han conseguido reencauzar el debate sobre este tema, pues hasta en escenarios como el de Naciones Unidas se condena anualmente el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, con la única oposición de este país e “Israel”.

Injerencia diplomática y advertencias formales

Más adelante, Tablada reveló que las recientes reuniones del encargado de negocios de EE. UU. en La Habana, Mike Hammer, con actores financiados por USAID tienen como fin incitarlos a violar el orden constitucional.

Estas acciones quebrantan el artículo 41 de la Convención de Viena y motivaron una advertencia verbal por parte del gobierno cubano.

A través de sus mediatizados viajes por la isla y el “contacto directo” con la población cubana, Hammer induce a manifestaciones públicas, canaliza fondos para la subversión e intenta involucrar al sector privado cubano. “Puede tener inmunidad diplomática, pero a quienes incita a violar la ley no la tienen”, indicó.

Contrastó esto con el respeto mostrado por los diplomáticos cubanos en EE. UU. y afirmó que Cuba evita responder de forma recíproca porque cree que las relaciones deben construirse entre pueblos.

No obstante, advirtió: “Seguiremos utilizando la vía diplomática y el diálogo mientras podamos, pero no puedo garantizar qué ocurrirá si continúa la escalada de la contraparte”.

Impacto humanitario del bloqueo

El recrudecimiento del bloqueo tiene consecuencias graves para la población cubana. El cerco unilateral —que, a los costos actuales, representa pérdidas a la economía cubana de aproximadamente cinco mil millones de dólares cada año— impide la mayor parte de las relaciones y el comercio con la norteña nación y castiga a otros países que intenten interactuar con la isla.

Según detalló Tablada, se han sancionado más de medio centenar de buques que transportaban alimentos o combustibles, afectando el suministro eléctrico, el transporte y los servicios médicos.

En ese sentido, criticó la contradicción de lamentar la situación en ese país mientras se bloquean barcos con petróleo: “No se puede decir que Cuba está en crisis energética si, al mismo tiempo, se bloquean 54 buques que llevan combustible para una isla de 10 millones de habitantes”.

La campaña impulsada por Estados Unidos contra las brigadas médicas cubanas constituye otro intento sistemático de desacreditar uno de los pilares más reconocidos de la cooperación internacional de la isla.

Bajo acusaciones infundadas de trata de personas y explotación laboral, Washington presiona a gobiernos receptores para que cancelen acuerdos de colaboración en materia de salud con Cuba, a pesar del impacto positivo y ampliamente documentado que estas brigadas han tenido en comunidades vulnerables alrededor del mundo.

Diversos líderes de América Latina y el Caribe han rechazado estas maniobras, reconociendo que los profesionales cubanos reciben una remuneración justa y operan bajo marcos legales de cooperación Sur-Sur, avalados por organismos internacionales.

Esta campaña, más que una preocupación por los derechos humanos, revela una motivación geopolítica orientada a debilitar la proyección solidaria de Cuba en el escenario global, patentizó Tablada.

Paralelamente, rechazó todos los intentos de expulsar las brigadas médicas cubanas y calificó estas campañas como parte de una narrativa ficticia que contrasta con la realidad del reconocimiento internacional que tienen estas brigadas solidarias de salud.

La cooperación bloqueada

Cuba mantiene su disposición a cooperar en áreas sensibles como el monitoreo de huracanes, la lucha antidrogas y la protección medioambiental, pese al congelamiento unilateral de proyectos conjuntos por parte de EE. UU., aseguró más adelante la funcionaria.

Además, sostiene los vínculos deportivos, culturales y académicos; pero, en contraposición, Washington niega visas a estudiantes, deportistas y artistas, impidió la entrada al presidente del Comité Olímpico Cubano y obstaculizó la participación de la selección nacional de fútbol, describió.

También suspendió el envío de remesas y amenazó a cubanoamericanos con perder su estatus migratorio si viajaban a la isla.

Como responsables directos de estas medidas, Tablada responsabilizó al secretario de Estado, Marco Rubio.

El cubanoamericano —afirmó— puede hablar de invadir Cuba, pero eso no nos impedirá cooperar en cualquier área. Queremos mantener una relación basada en el respeto y el beneficio mutuo, incluso frente a hostilidades históricas, remarcó.

Disposición al diálogo, pero sin renuncias

Frente a la creciente hostilidad del gobierno estadounidense, Cuba mantiene su disposición al diálogo y la cooperación, sin renunciar a los fundamentos que sustentan su proyecto soberano.

#Video | Pese a la creciente hostilidad del gobierno estadounidense, Cuba reitera su voluntad de construir una relación bilateral sobre bases de respeto mutuo.

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Según confirmó Tablada, la isla caribeña ha enviado propuestas diplomáticas para retomar las conversaciones bilaterales, pero hasta ahora ninguna tuvo respuesta.

La voluntad de entendimiento no parte de la debilidad, sino de una postura firme y madura que prioriza la estabilidad y el respeto mutuo, destacó.

Asimismo, dejó claro que, a pesar de las presiones externas, La Habana opta por no responder de manera recíproca a la agresividad, con la esperanza en que prevalezca la sensatez en la administración estadounidense.

De igual manera, recordó la diplomática, Cuba insiste en que la imposición de un cambio de gobierno no tendrá éxito, y el sufrimiento derivado de esta política hostil solo puede evitarse mediante un compromiso genuino con el diálogo.

Durante el breve período de acercamiento anterior se lograron avances concretos, como la firma de 22 acuerdos de cooperación y progresos en temas sensibles, incluidos los derechos humanos.

No obstante, la postura de Cuba se resume en una convicción invariable: no se harán concesiones en lo que respecta a la Revolución, el socialismo ni la autodeterminación nacional. El camino debe ser el respeto mutuo, no la imposición. “Que nadie confunda nuestra paciencia con debilidad”, sentenció Tablada.