Dobles raseros y crímenes sin castigo
En este artículo, el autor habla sobre la polémica generada tras el reciente informe de Amnistía Internacional que detalla cómo Ucrania pone en riesgo a la población civil con sus tácticas.
Amnistía Internacional (AI) es una organización, no sin cierto sesgo pro occidental que ha venido durante décadas recibiendo el favor de los grandes medios de comunicación occidentales y gobiernos del Norte desarrollado y rico en la denuncia de violaciones de derechos humanos, muchas veces coincidentes con las agendas de estos. Sin embargo, recientemente ha cometido un desliz que ha puesto en situación de conflicto esa relación sinérgica.
El pasado jueves 4 de agosto AI publicó un informe titulado “Las tácticas de combate ucranianas ponen en peligro a la población civil” que documenta el uso por el ejército ucraniano de escuelas, hospitales y zonas residenciales como sedes de bases militares, algo que denuncia como violaciones del Derecho Internacional Humanitario .
Según el informe, esa práctica de los militares ucranianos ha provocado numerosas víctimas civiles. A pesar de que el objetivo de la investigación fue indagar sobre los ataques rusos y que el informe se cuida desde el inicio de señalar que “estas violaciones no justifican en modo alguno los ataques indiscriminados de Rusia, que han causado la muerte y heridas de innumerables civiles”, los datos y testimonios recogidos por AI prueban que “las fuerzas ucranianas ponen a la población civil en situaciones de riesgo al establecer bases y operar sistemas de armas en zonas habitadas por civiles, incluso en escuelas y hospitales”
Inmediatamente, el Presidente ucraciano Volodímir Zelenski, con eco en toda la prensa occidental, acusó a AI de “disculpar al Estado terrorista y trasladar la responsabilidad del agresor a la víctima", seguido en la misma cuerda por sus Ministros de Exteriores y Defensa.
La presión fue tal que apenas 48 horas después del informe la representante en Ucrania de AI tuvo que renunciar y la propia ONG emitir una declaración en que lamenta “profundamente la angustia y la indignación” que provocó su informe. Anque su Secretaria General ha respaldado “plenamente” el informe, agregando que la organización ha "documentando los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas rusas en Ucrania" en el caso de esos otros informes se extraña una reacción mediática y política como la acaba de ocurrir. Algo que tampoco ha sucedido cuando AI ha presentado informes sobre países a los que EE.UU, Europa y los grandes medios de comunicación consideran no se ajustan al paradigma occidental de democracia y derechos humanos.
Una pregunta que uno pudiera hacerse es dónde estaban las preocupaciones de los grandes medios y los equilibrados informes de AI cuando desde 2014 los habitantes rusoparlantes de las zonas del Donbass eran masacrados ante la indiferencia de Occidente.
Pero Amnistía Internacional y todo ese entramado que trata de parecer equilibrado entre víctimas y victimarios tienen por estos días una gran oportunidad: Cuba, con un bloqueo económico de más de 60 años, 243 medidas adicionales aplicadas por la administración estadounidense de Donald Trump y mantenidas por el gobierno de Joe Biden hasta hoy mismo, está viviendo días amargos tras un terrible incendio en una base de supertanqueros donde arden sin control cientos miles de litros de combustible.
Desde Washington no sólo se mantiene intacto todo el entramado de sanciones contra la Isla sino que poseyendo todos los recursos materiales, humanos y financieros para contribuir a salvar vidas en peligro, y siendo el país más cercano a Cuba, se han limitado a ofrecer una “ayuda técnica” que sólo se ha traducido en llamadas por teléfono entre especialistas norteamericanos y cubanos.
¿Qué tiene que pasar, pandemias, incendios descomunales, escaseces inducidas de todo tipo, para que quienes dicen alarmarse por lo que sucede en Ucrania, denuncien ante la opinión pública mundial la tortura genocida a la que Estados Unidos está sometiendo a los cubanos?
¿Dónde están los informes de AI, dónde la larga indignación, y la angustia, compartidas por la gran prensa y los gobiernos occidentales?