Los esclavos no son amigos de sus amos: Donald Trump y Ahmad Al-Sharaa
En este análisis, Robert Inlakesh sostiene que el ascenso de Ahmad al-Sharaa no es una victoria siria, sino un proyecto orquestado por Occidente al servicio de los intereses estadounidenses e israelíes, demostrando cómo Damasco ha canjeado soberanía y compromisos regionales por ilusiones de supervivencia.
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Los esclavos no son amigos de sus amos: Donald Trump y Ahmad Al-Sharaa
Muchos se sorprendieron por la reciente visita del presidente sirio Ahmed Al-Sharaa a la Casa Blanca, lo que provocó un intenso debate sobre si debería haber ocurrido, si beneficia a alguna de las partes y si esta nueva relación entre Damasco y Washington será significativa.
Analistas y comentaristas de todo el espectro político han intentado comprender la colaboración de Siria con Estados Unidos. Por un lado, la incorporación de un antiguo comandante del Daesh, que posteriormente dirigió la rama siria de Al Qaeda, a la coalición oficial liderada por Estados Unidos contra el Daesh ha desconcertado a muchos. Sin embargo, para quienes conocen a fondo el desarrollo de la guerra en Siria, esto no resulta sorprendente.
En Estados Unidos, existen lo que solo puede calificarse como dos bandos de mentirosos y lunáticos: uno formado por un contingente de defensores antimusulmanes obsesionados con el “extremismo islámico”; el otro, por la base de partidarios acérrimos del nuevo régimen de Damasco.
El primer grupo aprovechó la visita de Ahmad Al-Sharaa a la Casa Blanca, por invitación del presidente estadounidense Donald Trump, para sembrar el miedo sobre una supuesta conspiración musulmana y afirmar que el mandatario estadounidense estaba siendo engañado. Esta narrativa, difundida principalmente por propagandistas sionistas a sueldo, forma parte de una campaña diseñada para atacar a todos los musulmanes y a quienes difunden el miedo sobre supuestas conspiraciones de «extremistas islámicos», con el fin de desviar la ira de la derecha contra los israelíes.
El otro grupo lo conforman diversas figuras, algunas de las cuales reciben un salario por difundir su propaganda; luego están los fanáticos y los sectarios cuyo tribalismo domina su ámbito político. Los agentes remunerados son esclavos de quienes los pagan, mientras que los sectarios tribalistas son inaccesibles a la lógica. Solo se puede llegar a los engañados de este grupo, y son ellos a quienes hay que dirigir la atención.
El esclavo de la Casa Blanca
Ha llegado el momento de aceptar que Ahmad al-Sharaa es una creación de Occidente. Esta afirmación no pretende ser provocativa ni exagerada. El actual líder de Siria es producto de quienes lo controlan, por eso dije Ahmad al-Sharaa y no su antiguo alias, Abu Mohammed al-Jolani.
Quienes cubrimos la horrible y sangrienta guerra en Siria conocemos al nuevo presidente como al-Jolani, el hombre que lideró el Frente al-Nusra. Esta organización no solo perpetró innumerables masacres de civiles, sino que también se alió con el Daeh en ciertas batallas, dirigió sus propios centros de tortura en Idlib, reclutó niños soldados y cometió diversos crímenes de guerra. Sin embargo, para algunos, posteriormente se convirtió en la salvación de una supuesta revolución que derrocó a A-Asad.
Estas dos versiones, evidentemente, no presentan muchos matices, pero, como a menudo se ha visto en Siria, nada tiene una lógica del todo clara. La guerra reveló que casi todo es posible. Al mismo tiempo, el pensamiento dicotómico está muy extendido entre muchos en lo que respecta a este tema.
Así pues, en lugar de discutir los méritos de la postura que uno elija, tratemos con los hechos como medio para disipar la ilusión.
Había una razón por la que Estados Unidos lanzó la Operación Timber Sycamore, una de las operaciones más costosas de la CIA en su historia: apoyar a cualquiera que derrocara a Bashar al-Asad. También hay una razón por la que los israelíes comenzaron a respaldar, a partir de 2013, al menos a una docena de grupos de la oposición siria, incluido el Frente al-Nusra de al-Jolani, con fondos, armas y asistencia médica.
Ni Estados Unidos ni "Israel" se preocupaban por la población civil de Siria. Si bien su maquinaria propagandística difundía disparates sobre su oposición a la dictadura, las masacres de civiles y el encarcelamiento masivo, su participación nunca tuvo nada que ver con esto.
¿Quieren pruebas de que a Estados Unidos, sus aliados occidentales e “Israel” no les importó? Todos están normalizando, colaborando y celebrando reuniones frecuentes con un hombre que no fue elegido democráticamente, que ha construido un régimen más corrupto que su predecesor y que permanece impasible mientras la violencia sectaria se cobra miles de vidas.
Sus objetivos eran claros:
- buscaban fragmentar Siria en varios grupos sectarios opuestos que gobernaran sus propios territorios según su etnia o religión;
- saquear sus recursos;
- llevar al país a la bancarrota para vincularlo al FMI y al Banco Mundial (dado que Siria era autosuficiente hasta entonces);
- conquistar el Golán;
- destruir permanentemente sus capacidades militares estratégicas;
- poner fin al apoyo de Siria a la Resistencia Palestina;
- detener el suministro de armas a Hizbullah
- y acabar con la influencia de Irán en el país;
- además de instaurar un gobierno títere. Todos estos objetivos se lograron.
La narrativa de que Hayat Tahrir al-Sham de al-Jolani (el nuevo nombre de al-Nusra) derrotó a Bashar al-Assad es falsa. No hubo una batalla para tomar Damasco, sino un acuerdo que permitió una transferencia de poder. No fue una «guerra de liberación»; fue una transferencia de régimen.
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, cerca de nueve mil civiles han sido asesinados en todo el país desde que el nuevo gobierno asumió el poder. Estas cifras se consideran conservadoras, ya que otras fuentes elevan considerablemente el número de muertos, especialmente debido a la campaña de exterminio masivo por motivos sectarios que tuvo como objetivo a los alauitas y otras minorías en la costa a principios de este año.
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El costo de vida en Siria empeora, pandilleros y fanáticos sectarios campan a sus anchas por las calles, los secuestros son frecuentes, la tasa de homicidios es altísima y la tan prometida democracia sigue sin vislumbrarse. Mientras tanto, los israelíes avanzan cada vez más en el sur de Siria, ocupan más territorio, establecen puestos de control, bombardean indiscriminadamente donde les place y hasta arman a las milicias separatistas drusas.
Por su parte, Washington está tomando el control de dos bases aéreas, colabora abiertamente con las autoridades sirias en misiones dentro del país, y el CENTCOM está ocupado jugando al baloncesto con Al Sharia. Los israelíes, que antes serían ejecutados si pisaran Siria, ahora llegan abiertamente a Damasco y realizan visitas guiadas a instalaciones militares sensibles para sus documentales.
Todo esto mientras Damasco ha reprimido, expulsado y disuelto a todos los grupos de la Resistencia palestina que operaban en Siria, optando en su lugar por entregar el cuerpo de un soldado israelí capturado en 1982, junto con las pertenencias del infame espía israelí Eli Cohen.
Ahora bien, el argumento que algunos esgrimen a favor de este régimen, ignorando todos los hechos expuestos anteriormente, es que Ahmad al-Sharaa está haciendo esto para levantar las sanciones y reconstruir su país.
Para abordar esta cuestión, planteémonos la siguiente pregunta: ¿Acaso toda esta colaboración, el traicionar la causa palestina, la colaboración con quienes cometen un genocidio en Gaza y las reuniones para practicar baloncesto han puesto fin de forma permanente a las sanciones contra Siria, o siquiera han provocado una reactivación económica? No, por supuesto que no.
Así pues, quedan dos posibles explicaciones: o bien Ahmad al-Sharaa es tan incapaz políticamente que cree en este supuesto plan maestro de «reactivación económica», o bien forma parte de un proyecto para garantizar los intereses de Estados Unidos, sus aliados occidentales y la entidad sionista. Si se decanta por la primera opción, no está capacitado para ser líder político y quizá debería dedicarse a regentar un puesto de shawarma.
Bajo el mandato de Ahmad al-Sharaa, no existe un liderazgo sirio, sino simplemente un grupo de títeres que fueron admitidos en el poder; en este caso, en la Casa Blanca. Tampoco se les puede comparar con otros regímenes árabes, ya que carecen por completo de autonomía; nada de lo que hacen es independiente, pues las sanciones solo se levantan temporalmente para mantenerlos bajo control. Bajo este modelo, Donald Trump es el presidente de Siria, no Ahmad al-Sharaa.
De hecho, nada de esto tiene que ver con al-Jolani. Si Bashar al-Asad hubiera estado dispuesto a invitar a los estadounidenses, expulsar a Irán y a la resistencia palestina, detener el suministro de armas a Hizbullah, negociar un acuerdo con los israelíes, entregarles el Golán y cederles su arsenal de armas estratégicas, él estaría en la Casa Blanca. Esto se debe a que las potencias occidentales e israelíes carecen de toda ética; negocian con cualquiera, independientemente de su ideología, que se someta a ellos.
Si se argumenta todo esto con quienes aún apoyan al nuevo liderazgo sirio, responderán con evasivas como «estamos cansados» y con ideas preconcebidas sobre «el pueblo sirio». Los mismos sentimientos se escuchan entre los gánsteres vinculados al Daesh de Yasser Abu Shabab en Gaza, quienes colaboran con el enemigo de su pueblo porque buscan beneficios materiales y están dispuestos a luchar contra la causa de su propia nación para conseguirlos.
Este argumento, similar al de "ser esclavo en el hogar", ignora que la mayoría de los sirios no cumplen con los requisitos para ser esclavos domésticos; en cambio, seguirán siendo esclavos de campo, algunos más maltratados que otros. Lo mismo se aplica a quienes eligen ser esclavos en Líbano, Palestina o cualquier otro lugar de la región. Todos están siendo sometidos al "Proyecto del Gran 'Israel'", lo que significa que la "prosperidad" de la que tanto habla el enviado estadounidense Thomas Barrack no está contemplada para ellos.
Recuerda que, aunque seas un buen esclavo, nunca serás realmente amigo de tu amo. Basta con ver el ejemplo del depuesto sha iraní Reza Pahlavi, a quien solo se le concedió asilo y posteriormente murió en Egipto. A pesar de su cercanía con Washington, su valor radicaba únicamente en la utilidad para su régimen, ni más ni menos.
Esto no significa que no existan quejas legítimas de todas las partes en los conflictos regionales; sin duda, las guerras sacan lo peor de las personas. Sin embargo, es una ilusión concluir que la esclavitud pueda traer algo bueno. Hay una razón por la que, generación tras generación en el mundo árabe, la causa palestina ha sido la prueba de fuego para determinar si un gobierno o movimiento actúa en su propio beneficio: está demostrado que colaborar con el enemigo conduce al caos y la destrucción.
Si los israelíes y Estados Unidos hubieran tenido la intención de «dejar vivir a los sirios», lo habrían hecho desde el primer día del nuevo régimen. En cambio, Washington dio luz verde al mayor ataque aéreo israelí jamás realizado en Siria y a la ocupación de más territorio sirio. ¿Por qué? Porque este siempre fue el plan desde el principio, y todos los que creyeron en las promesas del nuevo liderazgo sirio fueron simplemente engañados.
Robert Inlakesh
Al Mayadeen Español