ALBA-TCP por impulsar y consolidar estrategias en América Latina
Las naciones que integran este grupo buscan reafirmar los valores de la diplomacia multilateral y destacar el papel que desempeña la Alianza en la promoción de la paz, la estabilidad y el desarrollo en la región.
La celebración en Caracas, Venezuela, de la XXIII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del ALBA-TCP, el 24 de abril de 2024, muestra los esfuerzos de algunos países de Latinoamérica y el Caribe para enfrentar los planes divisionistas y hegemónicos que Estados Unidos impulsa en la región.
Con la premisa de unir esfuerzos y buscar soluciones conjuntas que resulten sustentables, basadas en la solidaridad, la cooperación y la complementariedad económica, las naciones que integran ese grupo buscan reafirmar los valores de la diplomacia multilateral y destacar el papel que desempeña la Alianza en la promoción de la paz, la estabilidad y el desarrollo en la región.
Los miembros del grupo debatieron sobre cómo atender prioridades como el impulso a la seguridad y la soberanía alimentaria, el fortalecimiento de la capacidad regional ante desastres, la promoción de alianzas turísticas, la expansión del Banco del ALBA, el reimpulso de Petrocaribe, la coordinación de políticas educativas y de salud, el aprovechamiento al máximo de la conectividad aérea y marítima entre países de la región, como alternativas a la política estadounidense, siempre en movimiento de “divide y vencerá”.
La centenaria estrategia se ejecuta hoy en América Latina, y en otras regiones del mundo de forma abierta y encubierta, como parte de los planes del imperialismo internacional encabezado por Estados Unidos para retomar espacios perdidos, y al parecer le funciona.
Así lo expresan reconocidos analistas y expertos al adentrarse en los complejos escenarios que enfrentan los pueblos latinoamericanos luego de notorios avances en décadas anteriores de procesos de integración como Unasur, Mercosur y más recientemente la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Este último mecanismo intergubernamental para el diálogo y el acuerdo político, que incluye a 33 países de América Latina y el Caribe fue resultado de largos esfuerzos de figuras políticas como el expresidente argentino Néstor Kirchner quien impulsó la recomposición de las relaciones con los países de Latinoamérica, principalmente Brasil y Venezuela.
Estos procesos tuvieron un comienzo esperanzador en las relaciones cimentadas y fomentados por el líder cubano, Fidel Castro, y su par venezolano, Hugo Chávez, con el acercamiento entre sus países y el impulso a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), una plataforma de integración de los países de América Latina y el Caribe, que pone énfasis en la solidaridad, la complementariedad, la justicia y la cooperación.
Sin embargo, Estados Unidos nunca ignoró los peligros que estos movimientos representaban para sus intereses hegemónicos y su cascareada política que confiere a sus vecinos al sur del Rio Bravo la condición de “patio trasero”, donde solo ellos pueden “mandar y establecer las reglas del comercio”, por supuesto siempre para su beneficio.
Recientemente el analista y académico venezolano Sergio Rodríguez Gelfenstein abordó el tema de la fuerte injerencia de Estados Unidos y afirmó que no sólo en Europa del este y en Asia-Pacífico, el conglomerado militar terrorista se estaba expandiendo, también al sur del Río Bravo.
“Otro tanto ocurre en América Latina y el Caribe, en la que Estados Unidos está iniciando un agresivo plan de expansión a lo largo de todas las latitudes y longitudes de la región”, sostuvo.
La política estadounidense hacia la región se puso en manos del Pentágono y en específico del Comando Sur dirigido por la generala Laura Richardson, la principal protagonista y ejecutora de las decisiones de la Casa Blanca en la región.
“Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras poco comunes, tienes el triángulo del litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60 por ciento del litio del mundo está en el triángulo del litio: Argentina, Bolivia, Chile”, definió la militar al reiterar el interés en restaurar la política de dominación en la región.
Agregó que “tenemos [sic] 31 por ciento del agua dulce del mundo en esta región” y que “con ese inventario, a Estados Unidos le queda mucho por hacer”. Además, mencionó que a su país le interesaban “las grandes reservas de petróleo y los recursos de Venezuela en petróleo, oro y cobre [y] los bosques de Amazonia que son los pulmones del mundo”, citaba Rodríguez.
La generala estadounidense fue clara cuando argumentó que eso tiene que ver con “la seguridad nacional de su país”, por lo cual Washington debía establecer los parámetros de conducta de los países latinoamericanos y caribeños y alejar de ellos a los “adversarios”, es decir China, Rusia e Irán, según sus propias definiciones.
Esa política se tradujo en aumentar la presencia militar en la región desde la Argentina de Javier Milei, el Ecuador de Daniel Noboa, e incluso hasta el salvadoreño Nayib Bukele con su política de seguridad contra las pandillas, que le permitió aumentar el tamaño de la Fuerza Armada y recibir “donaciones” de equipos bélicos entregados por la embajada estadounidense.
A estos planes de penetración militar con bases navales y militares, contra el tráfico de drogas y la creación de un escenario para contrarrestar la presencia de “fuerzas extraterritoriales de China, la India e Irán”, pues Washington se considera “patrón” de los pueblos de la región, se suman acciones para dividir gobiernos y enfrentar pueblos.
Recientemente un informe de El Radar, reveló un nuevo plan de Estados Unidos para llevar a cabo la recolonización de América Latina. Este proyecto, denominado "Simón Bolívar", busca evitar el empoderamiento económico de la región a través del comercio con potencias asiáticas como China e India.
No es de extrañar, pues Washington es consciente de que el mayor peligro para la hegemonía estadounidense es la alianza BRICS, conformada por: China, India, Brasil, Rusia, Sudáfrica, Irán, Egipto, Etiopía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. De ahí la urgencia por retomar el “territorio perdido”, señaló la publicación.
Estados Unidos participa en una serie de “jugadas” para asegurarse de mantener su lugar como potencia mundial, y en ese accionar, tal vez, El Salvador es un laboratorio, donde estrategias de seguridad permiten el control y la expansión de acciones de penetración económica, las cuales, al parecer, de diferentes formas, se adentran en países como Argentina, Ecuador y otras naciones.
La división política de América Latina está en marcha y solo la acción concertada de pueblos y gobiernos impedirá el retroceso de los procesos integracionistas que apuntan al empoderamiento económico de la región a través del comercio con países como China, Rusia y la India.
Según El Radar, el siguiente paso, que ya se estaría ejecutando, es el aislar a países que no le son afines, es decir: Colombia, Bolivia, Venezuela. Esto, favoreciendo a la oposición y amplificando disputas entre países, con la colaboración de tres bastiones de apoyo estadounidense: Perú, Ecuador y Argentina, maniobra que ya habría entrado en ejecución.
En el caso de Bolivia, aunque se busca llevar a un candidato y gobierno servil, de derecha para 2025, no hay que olvidarse de proyectos secesionistas que históricamente se impulsaron en el oriente del país.
La región de Santa Cruz es la zona con más tendencia en procesos de corte secesionista. Desde otros departamentos y regiones como Beni, Pando y Tarija también se impulsaron procesos afines a lo largo de la historia, la llamada “media luna boliviana”.
Esa estrategia estaría enfocada en sus recursos naturales y en la consolidación de un gobierno servil y de derecha, por esta razón Estados Unidos tiene como prioridad la ruptura de los movimientos populares para que desaparezcan del escenario político.
Un reciente análisis de Sputnik, “América Latina, ¿más desunida que nunca en el siglo XXI?”, hace una aproximación al tema de la unidad latinoamericana con opiniones del politólogo Daniel Prieto.
La crisis diplomática entre México y Ecuador por la detención del exvicepresidente Jorge Glas y los últimos cruces públicos entre varios presidentes latinoamericanos, como el que protagonizaron el colombiano Gustavo Petro con el argentino Javier Milei, alejan cada vez más a América Latina de la mejor época de la integración regional de principios del siglo XXI, citó la publicación.
Además de esas diferencias, otros presidentes latinoamericanos como Petro, Milei, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el venezolano Nicolás Maduro o incluso el salvadoreño Nayib Bukele no dudaron en hacer públicas sus diferencias directas con otros mandatarios de la región, muchas veces comprometiendo las relaciones diplomáticas entre las naciones.
Lo cierto es que, según Prieto, las posiciones ideológicas de los distintos gobiernos de América Latina y el Caribe, que oscilan entre la izquierda, la derecha y el autodenominado centro, han prevalecido por encima de los intereses económicos y comerciales y han impedido que haya diálogos fructíferos para la reintegración de la región".
El analista consideró que estas diferencias entre gobiernos efectivamente "han ralentizado los procesos de integración latinoamericana" que avanzaron en décadas anteriores y conspiran contra la consolidación "de un bloque regional sólido capaz de negociar en conjunto con otros bloques regionales, como el Sudeste Asiático con China a la cabeza, la Unión Europea o Norteamérica".
Para Prieto, en la última década los diferentes presidentes latinoamericanos dieron mucha más importancia "a las agendas políticas internas" que, a una agenda regional, en función de los respectivos ciclos electorales que deben afrontar en sus países, algo de lo que se aprovecha Washington para retomar su agenda de dominación nunca olvidada.
Lo real es que procesos como la Celac, Unasur u otros bloques como el Mercosur enfrentan un serio desafío que es torpedeado por los estadounidenses para impedir sean retomadas las posiciones que hicieron viables los procesos integracionistas de décadas atrás.