Algunas lecciones del “mundo libre”
La “libertad de expresión” y la “democracia” son conceptos bastantes flexibles en manos del poder hegemónico occidental e indiscutiblemente forman parte de las lecciones que ofrecen.
El “mundo libre” occidental está lleno de lecciones muy útiles para calibrar su sistema de valores, su perspectiva del mundo y la lógica profunda que se esconde detrás de sus posiciones. Basta con dar un vistazo al panorama reciente para extraer, nítidas, las esencias que se ocultan detrás de las apariencias.
Una primera lección muy útil guarda relación con la cacareada “libertad de expresión”. El 24 de agosto fue detenido en un aeropuerto francés cuando ingresaba al país el cofundador de Telegram, Pável Dúrov. Tras cuatro días de detención y una fianza de cinco millones de euros, pudo recuperar su libertad, pero el caso contra él aún continúa en marcha.
En un comunicado reciente divulgado en la propia red social y en varios medios de comunicación, el empresario calificó de “sorprendente” su detención por las autoridades francesas alegando al menos tres razones. Ante la acusación de que Telegran no respondía a las solicitudes del gobierno francés, explicó que la compañía tiene un representante oficial en la Unión Europea, que acepta y responde solicitudes, el cual pudo haber aclarado cualquier inquietud que tuviera el gobierno galo.
En segundo lugar Dúrov señaló que las autoridades francesas disponían de múltiples maneras para comunicarse con él personalmente, ya que acudía con frecuencia al consulado francés en Dubai.
El tercer elemento que apunta CEO de Telegram es que la práctica establecida es que cuando un país no está satisfecho con un servicio de internet, emprenda acciones legales contra el servicio y no contra el CEO de una empresa tecnológica, usando leyes de “la era pre-smartphone”, para acusarlo de delitos cometidos por terceros en su plataforma. Esto en referencia a que la acusación francesa descansa en una ley del año 2004 que nunca había sido usada contra el sector tecnológico.
En su comunicación Dúrov se extiende sobre el carácter filantrópico de su gestión de Telegram, donde afirma incluso no hacerlo por dinero, y señala las dificultades de gestionar y moderar una red social que ha crecido abruptamente en la última etapa, hasta alcanzar los 950 millones de usuarios.
Esta escaramuza entre un magnate de redes y una “democracia modelo” de occidente ilustra a la perfección el grado de libertad que la hegemonía actual puede tolerar. Tras la aparente libertad de internet y sus servicios residen corporaciones en alianza con los poderes políticos. La existencia de una plataforma de comunicación como Telegram, relativamente indispuesta a darle pleno acceso a los servicios de inteligencia occidentales se resuelve con la persecución de su CEO, invocando si es necesario leyes que nunca se han usado con anterioridad.
El objetivo final es disciplinamiento y cesión. Que se abran los datos de casi mil millones de usuarios al Gran Hermano tecnológico, que ya almacena gustoso los que le proveen, en ingentes cantidades, Alphabet, Meta y otras grandes compañías. La “libertad”, tal y como la entienden los poderes fácticos del mundo actual, es una libertad vigilada, coaccionada y dirigida. Y quien no acepte estas reglas, será disciplinado y, de ser necesario, sacrificado al Moloch de la dominación absoluta.
Otra noticia reciente nos da una dimensión aún más profunda de la catadura moral del “mundo libre”. El estado paladín y líder, los Estados Unidos, acaba de concretar un vulgar acto de piratería, uno más, al robarle, en contubernio con las autoridades dominicanas, una nueva aeronave a Venezuela. En este caso, un Dassault Falcon 900EX, que fue incautado sobre la genérica acusación de violar “los controles de exportación estadounidenses y las leyes sancionatorias”. Este nuevo robo se suma al del Boeing 747-300M propiedad de la empresa venezolana Emtrasur, en aquella ocasión con apoyo del gobierno argentino.
El robo de este nuevo avión hace parte, en el corto plazo, de un conjunto de acciones tendientes a desconocer la legitimidad del gobierno derivado del triunfo electoral del reciente 28 de julio. En el largo plazo, se integra en la agenda de sabotaje y saqueo de los recursos del pueblo venezolano, lo cual ha demostrado ser un lucrativo negocio para el gobierno norteamericano y sus aliados locales. Forma parte de una agenda de intromisión en la política interna de terceras naciones, que Estados Unidos practica de forma sistemática.
Paradójicamente, los propios Estados Unidos han reaccionado airadamente cuando el presidente de Rusia, Vladimir Putin, dándoles una cucharada de su propia medicina, se ha pronunciado en declaraciones recientes sobre las próximas elecciones en ese país. Inmediatamente salieron voceros a recordarle que el futuro de la nación es decisión exclusiva del pueblo norteamericano y que ningún país puede entrometerse en ese proceso. Un claro ejemplo de la maravilla de hacer política sin mirarse en el espejo.
La “libertad de expresión” y la “democracia” son, entonces, conceptos bastantes flexibles en manos del poder hegemónico occidental. Están bien en tanto se ajusten a sus intereses y, cuando no lo hagan, todo está permitido. Desde el acoso a un ejecutivo percibido como díscolo, hasta el robo, sabotaje e invasión de los recursos y el territorio de una nación soberana.
Pero si alguno de los supuestos “valores centrales” de occidente ha quedado en entredicho en la etapa actual, son sin dudas los “derechos humanos”. Como el doctor Frankenstein, occidente se ve confrontado a los monstruos que ha creado y, para no negarlos, debe resemantizar sus valores para que quepa el genocidio israelí, presentado como la lucha de un pueblo que solo se defiende.
Mientras los grandes medios repiten hasta el cansancio esta narrativa, otra realidad se despliega ante los ojos del que quiera ver: refugiados asesinados por decenas en sus campamentos, en medio de ciudades devastadas, negociaciones que no avanzan, una ONU inútil y un Consejo de Seguridad paralizado por el veto de Estados Unidos y los cómplices de “Israel”. Así, mientras Cuba, Venezuela, Irán, China, son violadores sistemáticos de los “derechos humanos”, países como “Israel” son “la única democracia” de Medio Oriente y por tanto debe seguir recibiendo miles de millones en armamento y ayudas.
El “mundo libre” actual recuerda demasiado al distópico futuro descrito por Orwell. Para ellos la “libertad” indica sometimiento, la “democracia” es la dictadura del capital y un estado genocida y corrupto como “Israel” es un paradigma de los “derechos humanos”.