Actualizaciones sobre el conflicto en Gaza y sus perspectivas
“Israel” intenta de manera infructuosa compensar sus pérdidas estratégicas políticas mediante logros militares tácticos y su avanzada tecnología bélica y la de sus aliados imperialistas. Sin embargo, la tecnología pierde su poder aterrador en momentos de declive histórico.
Una de las batallas históricas más parecidas al conflicto actual en Gaza fue la llamada crisis de Suez de 1956, tanto en sus repercusiones como en las alianzas internacionales y regionales.
En ese entonces, tras el anuncio del presidente Gamal Abdel Nasser de la nacionalización de la Compañía del Canal de Suez, ocurrió la conocida invasión tripartita (“Israel”, Gran Bretaña y Francia).
A pesar de la superioridad militar de las fuerzas invasoras y la ocupación israelí de partes del Sinaí, la resistencia de Egipto bajo Nasser, junto con el apoyo del mundo árabe y la presión internacional, liderada por la Unión Soviética y China, frustraron la incursión y sus objetivos.
Esa derrota fortaleció el estatus de El Cairo y de la cultura de la resistencia como símbolos del poder árabe y generó nuevas dinámicas internacionales y regionales.
Hoy en día, tras el Diluvio de Al-Aqsa, Gaza se convirtió en el centro no solo de la situación actual, sino también de un panorama más amplio que implica transformaciones y consecuencias globales, las cuales se desarrollan de manera similar a los vasos comunicantes.
En el plano internacional
Uno de los desarrollos más significativos en relación con la batalla en Gaza (Diluvio de Al-Aqsa y los crímenes israelíes contra los civiles) es su conexión con las estrategias internacionales y regionales, las cuales hoy determinan el destino del mundo.
Esto está vinculado a itinerarios comerciales antiguas y nuevas, como la Ruta de la Seda promovida por China y la nueva ruta comercial de la India.
También está relacionado con la creciente interconexión entre el corazón continental del norte (Eurasia-Rusia) y el del sur (Medio Oriente), según la teoría geopolítica de Mackinder.
Para el sistema imperialista, Gaza y el estrecho de Bab el-Mandeb son áreas marítimas críticas en su conflicto político contra las potencias emergentes de Moscú y Beijing.
Ya sea para crear un nuevo centro de poder en el sur que contrarreste el eje ruso o para desarrollar una nueva ruta de la India hacia Haifa como alternativa a la Ruta de la Seda, Occidente despliega su poder naval, tanto europeo como estadounidense, en un intento de resolver el conflicto en esas áreas estratégicas.
Por otro lado, Rusia y China, con una visión opuesta, se acercan de manera gradualmente al eje sur, particularmente Gaza, Líbano y Yemen.
En Occidente, el ataque israelí sobre Gaza coincidió con una crisis estructural del capitalismo en Europa y Estados Unidos, el cual intenta evadir sus problemas al exacerbar conflictos en otras partes del mundo.
Este fenómeno también fue de la mano con el ascenso de la derecha racista, revelado en los discursos hipócritas sobre los derechos humanos del capitalismo liberal.
Un claro ejemplo de esta contradicción fue la caída del intelectual alemán Jürgen Habermas, quien respaldó la narrativa israelí sobre Gaza.
Asimismo, si las potencias imperiales tempranas, como Reino Unido y Francia, perdieron su primacía tras la crisis de Suez de 1956, hoy, después de las guerras en Gaza y Ucrania, mostraron su subordinación absoluta a Estados Unidos, abandonaron sus antiguas narrativas sobre el contrato social y abrazaron el imperialismo más despiadado, representado por la hegemonía estadounidense, líder de las atrocidades en Gaza.
Una derrota de “Israel” en este contexto sería también un fracaso para el imperialismo occidental.
En el plano regional
Otro desarrollo clave no existente durante la crisis de Suez es el surgimiento de potencias regionales bajo el control total de los imperios.
Este es el caso de Irán. En aquel entonces estaba dominado por el régimen prooccidental del Sha y apoyaba a “Israel”. Otro caso es Turquía, miembro de la OTAN, y su apoya a la invasión de Suez.
Hoy, Irán, tras la derrota del régimen del Sha, escapó de las imposiciones imperialistas y pasó a liderar la resistencia.
Respecto a Turquía, aunque es parte de la OTAN y mantiene relaciones con “Israel” y bases estadounidenses, adoptó una postura más ambigua, equilibró sus relaciones entre varios actores como Palestina, Rusia e Irán.
En el plano israelí
“Israel” intenta de manera infructuosa compensar sus pérdidas estratégicas políticas mediante logros militares tácticos y su avanzada tecnología bélica y la de sus aliados imperialistas.
Sin embargo, la tecnología pierde su poder aterrador en momentos de declive histórico.
El impulso que pareció alcanzar “Israel” en la región tras los Acuerdos de Abraham y el respaldo de ciertos gobiernos árabes perdieron sus fuerzas tras el Diluvio de Al-Aqsa, y la brutal respuesta israelí afectó incluso sus alianzas internacionales más sólidas.
Aunque con el apoyo imperialista, “Israel” puede rejuvenecerse de forma temporal, su declive estratégico es inevitable. Algunas señales de esta crisis son:
- La fragmentación interna. Antes era una fuente de poder y ahora es una causa de desintegración, en especial el colapso de la fórmula en la cual estaba sustentaba su estructura social: una élite asquenazí con un entorno sefardí subordinado.
- El cambio demográfico en “Israel”, más radical y similar a grupos extremistas como los talibanes, aleja al país de su imagen de baluarte de la civilización occidental.
- “Israel” pasó de ser una potencia ganadora de guerras rápidas y decisivas a enfrentarse a un conflicto militar de desgaste prolongado y costoso. La dependencia de las reservas, consistentes en trabajadores del sector económico y administrativo, amenaza su estructura económica.
- Las fronteras abiertas consideradas por “Israel” estratégicas ahora son puntos de conflicto, en especial con el Líbano, donde Hizbullah juega un papel crucial.
En el plano árabe
Al igual que durante la crisis de Suez, cuando el sistema oficial árabe entró en una crisis profunda, hoy también hay señales claras de que este sistema, entre la complicidad y la inacción, está al borde de otra crisis.
Esta vez, son esperados una tormenta de hambre y el colapso social, ya que los regímenes árabes fracasaron en resolver cualquier problema básico, desde la cuestión colectiva y de clases hasta la democracia y la soberanía nacional.
Asimismo, es probable que este colapso sea diferente de la Primavera Árabe en cuanto a sus discursos, herramientas y alianzas.
En el plano palestino
El conflicto actual demostró la caída de las ilusiones sobre un acuerdo de paz, ya sea a través de la llamada solución de uno o dos Estados, o las ideas de lucha no violenta, y desmintieron cualquier comparación falsa con los movimientos de Gandhi o Sudáfrica.
También reforzó la dimensión histórica del conflicto árabe-israelí, ahora ampliado a todo el Eje de Resistencia regional, con un papel destacado de Irán.
Este papel es crucial, tanto desde una perspectiva nacionalista como pragmática, incluso para aquellos que alguna vez creyeron en acuerdos fallidos con “Israel”.