Por qué la lucha de Trump con la Universidad de Harvard fracasa
A diferencia de la administración Trump, Harvard está reaccionando en función de sus intereses y es probable que intensifique su autodefensa mientras los estudiantes extranjeros y sus partidarios se enfrentan a una nueva alarma.
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Por qué la lucha de Trump con la Universidad de Harvard fracasa
Tras un período prolongado y cada vez más agresivo de tensiones entre la administración de Donald Trump y la Universidad de Harvard, todo apunta a que la Casa Blanca enfrentará desafíos legales más complejos.
El último desafío se produjo cuando un juez federal suspendió el intento de Trump de impedir que la prestigiosa institución admitiera a estudiantes extranjeros, una medida considerada ampliamente como una táctica discriminatoria que arrastra a los estudiantes chinos, junto con otros estudiantes extranjeros, a una purga hostil.
El bloqueo de Trump, impugnado por inconstitucional, demuestra la importancia de la resistencia de la Universidad de Harvard en diversos niveles. A continuación, se presentan consideraciones clave que merecen atención.
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Empecemos por la naturaleza del desafío que se muestra. La administración Trump ha hecho afirmaciones muy controvertidas sobre el instituto, que fomenta la violencia y el antisemitismo.
Estas acusaciones merecen un escrutinio considerable, ya que el antisemitismo se ha utilizado como herramienta para justificar la represión contra las voces valientes que defienden las libertades palestinas o denuncian el violento genocidio israelí. El antisemitismo, tal como lo ha empleado la administración Trump, ha servido como pretexto para amenazar a las universidades a su antojo, y se observa un patrón de resistencia en muchas universidades estadounidenses, no solo en Harvard.
Por lo tanto, la justificación de estas acusaciones tiene poca relación con la realidad: Trump está presionando activamente para expulsar a estudiantes extranjeros porque quiere que las universidades afectadas actúen según su criterio. Quienes cumplen con las exigencias iniciales de la administración podrían no tener ninguna diana en la espalda. Pero en el caso de Harvard, su aparente negativa a cumplir con la supervisión federal en materia de admisiones y contratación ha contribuido a un mayor escrutinio desde el centro.
Pero la desesperación podría no ser suficiente para Trump. Las amenazas de revisar nueve mil millones de dólares en fondos gubernamentales, junto con la congelación de varias subvenciones y decenas de contratos formales, indican una falta de un objetivo central. Los esfuerzos se centran más en desmantelar el prestigio académico y el funcionamiento interno de una institución global líder. Estos méritos académicos —en gran medida ignorados por la administración Trump— apuntan a un ataque más amplio a los valores de la libertad académica y la participación de estudiantes extranjeros, que también se han convertido en el alma de Estados Unidos en los últimos años. Los repetidos fracasos de Trump para adaptar su ofensiva contra los estudiantes extranjeros a los fundamentos legales del sistema estadounidense sugieren que el presidente representa una amenaza aún más grave para la democracia estadounidense de lo que se imaginó inicialmente.
También debe entenderse que Trump podría sufrir más humillaciones. Su estilo de gobierno prioriza el cumplimiento de los objetivos políticos de su administración, lo que refleja su enfoque transaccional para la resolución de intereses. Sin embargo, este enfoque podría verse limitado en el futuro, ya que la atención se centra en una audiencia del 29 de mayo que podría intensificar el escrutinio de las acciones discriminatorias de Trump.
El contraste fundamental entre Trump y Harvard es el siguiente: esta última tiene un historial de interacción con numerosos estudiantes extranjeros, considerando las medidas en materia de diversidad y asumiendo cierto grado de responsabilidad por las acciones, los intereses y la protección de su alumnado.
Los acontecimientos recientes también han mostrado un historial alentador de alinear sus posturas contra la campaña de la administración Trump con leyes clave, incluyendo la ley estadounidense de derechos civiles. Trump, por otro lado, parece estar improvisando al evitar contextualizar racialmente la disputa con Harvard, evidenciada por las acusaciones de colusión entre Harvard y el Partido Comunista de China (PCCh). Esta línea de argumentación ha sido desmentida en el pasado: basta con recordar los años del secretario de Estado de Trump, Mike Pompeo, quien intensificó las acusaciones de operaciones de influencia china y a menudo las utilizó como pretexto para impulsar una escalada de hostilidades con Beijing. Harvard también se enfrenta a una administración que ha dado un toque racial a una pandemia global, dado el intento previo de Trump de etiquetar el virus de covid-19 como un "virus chino", creando un clima de desinformación con escaso apoyo a los hechos o la razón.
Estos entendimientos son importantes porque la administración Trump se enfrenta a una dura batalla legal, tras la acción proactiva del juez federal para bloquear su acción contra la matrícula de estudiantes extranjeros. Estos indicios indican que la batalla podría intensificarse aún más, dado que la administración Trump también se centra en impedir que Harvard reciba estudiantes extranjeros.
La multiplicidad de objetivos, sin una justificación única, sugiere que Trump busca más ladridos y menos mordidas. Al presentar una combinación de antisemitismo, discriminación de estudiantes extranjeros, operaciones de influencia china y acusaciones condenables de la supuesta violencia facilitada, Trump facilita a Harvard la tarea de reducir su contraataque legal y exigir responsabilidades a la administración.
A diferencia de la administración Trump, Harvard está actuando en su propio interés y es probable que intensifique su autodefensa ante una nueva alarma para los estudiantes extranjeros y sus simpatizantes. Para Trump, la tragedia es evidente: no puede tener las instituciones estadounidenses, a pesar de sus deficiencias, bajo su control.