Fidel Castro, a 99 años de su nacimiento
Los cuadros caballerescos de Fidel no cesaron jamás. Salvador Allende lo había llamado “Comandante de la esperanza latinoamericana”.
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Fidel Castro, a 99 años de su nacimiento
Ahora que cumple 99 años, algunos lo imaginan quieto en su tumba. Es válido aclararlo: Fidel Castro no es el hombre inmóvil en la piedra. Es al revés: la piedra halló refugio en el Guerrillero.
Para anticipar lo que pasaría con el líder de Cuba no hacía falta esperar a su muerte, sino a que creciera, y lo hizo temprano.
El poeta y periodista hondureño David Moya Posas escribió en 1957, cuando la victoria de los barbudos frente a la dictadura de Fulgencio Batista era aún incierta, su Romance a Fidel Castro, que canta en algunos versos:
“Habrá un coro de aleluyas
la madrugada suprema
en que el “26 de julio”
clave en el triunfo sus tiendas.
Y Fidel Castro vendrá
aureolado de pelea
a eternizarse en la lucha
libertaria del planeta”.
Muchos lo retrataron con pinceles diversos. No fue solo su hermano Oswaldo Guayasamín —el ecuatoriano que plasmó en cuatro cuadros al Jefe de ojos chispeantes— quien se interesó en pintarlo.
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Al guía que nunca aprendió a posar lo reflejaron, incluso en el pensamiento, millones de artistas que sabían que el hijo de Birán emergería de las ideas y hablaría con su acento redentor aun después de la muerte.
Fidel es centro de una gran galería de metáforas. Con palabras, Eduardo Galeano asentó en el óleo de una cuartilla que “… su contagiosa energía fue decisiva para convertir una colonia en patria y que no fue por hechizo de mandinga ni por milagro de Dios que esa nueva patria pudo sobrevivir a diez presidentes de Estados Unidos, que tenían puesta la servilleta para almorzarla con cuchillo y tenedor”.
Sus enemigos no dicen —decía el gran cronista uruguayo— “…que esa hazaña fue obra del sacrificio de su pueblo, pero también fue obra de la tozuda voluntad y el anticuado sentido del honor de este caballero que siempre se batió por los perdedores, como aquel famoso colega suyo de los campos de Castilla”.
Fidel mismo revelaría a la periodista Katiuska Blanco: “Quijote significa un poco lo que hemos sido todos. Lo que hemos sido nosotros como pueblo, y nos emociona y enorgullece la idea de ser Quijotes”.
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Los cuadros caballerescos de Fidel no cesaron jamás. Salvador Allende lo había llamado “Comandante de la esperanza latinoamericana” y Juan Bosch afirmó, en su tiempo, que el gran cubano era “…una inmensidad histórica”.
El fotógrafo Roberto Chile tiene la virtud de capturar la magnitud del silencio en su visera verde oliva, emblemática de la revolución, bajo el resplandor la estrella blanca.
Bravo, también, en las duras batallas de la Gramática, Fidel Castro es el héroe del presente continuo: está arengando, asaltando, desembarcando, escalando, bajando, iluminando.