Para un Nuevo Orden Mundial
En su artículo exclusivo para Al Mayadeen Español, el autor llama la atención sobre la nueva geopolítica mundial, la cual —en ningún caso— Nuevo Orden será más justo e inclusivo
Estamos ante una época en la cual se verifica un evidente cambio de rumbo con respecto a la geopolítica predominante en la última década del siglo XX y las dos primeras del siglo XXI. Esta crisis de la hegemonía occidental ha llevado a que se popularice con mucha fuerza el término Nuevo Orden Mundial (NOM), para referirse al momento de indudable cambio en el que nos encontramos.
Los enfoques van desde teorías conspirativas en torno a las élites políticas y financieras de los países del núcleo central del capitalismo, hasta enfoques más abarcadores que toman en cuenta los cambios que se están operando no solo a nivel de las grandes potencias, sino incluso en los países que pudiéramos denominar periféricos, donde se hace cada vez más evidente un enfoque antimperialista y anticolonialista en importantes sectores de la población y de su liderazgo político.
Sin embargo, como en todas las épocas de transformación, no necesariamente el Nuevo Orden que emergerá será más justo e inclusivo. Dentro de las variables está la posibilidad de que las élites imperantes se reinventen y logren reconfigurar el tablero en su beneficio, también que esas élites sean sustituidas por otras de diferente procedencia, pero con igual esencia, que mantengan inmutable el orden capitalista y sus implicaciones neocoloniales para los países del sur económico.
Visto desde este sur, el NOM deseable debe implicar no solo la transformación de las actuales relaciones de producción y distribución, sino que debe contribuir a resolver importantes deudas sociales y ecológicas que se han ido acumulando y que amenazan la estabilidad y la propia existencia de estas sociedades.
Pero este NOM visto desde el sur también tiene un grupo de importantes implicaciones teóricas, pues es imposible construir algo nuevo sino se sustenta sobre lógicas y conceptos también nuevos. La disputa desde el sur no es solo una disputa desde los cuerpos y los espacios, sino que es también desde los conceptos. Es una disputa por el “sentido común” tal y como lo entendía Gramsci. Por convertir una concepción revolucionaria del mundo en la predominante a nivel del discurso cotidiano y los consensos más básicos aceptados.
Por eso es fundamental comenzar por someter a crítica la producción teórica que, desde el norte económico capitalista, pretende dar cuenta de nuestras realidades, explicarlas y trazar los derroteros de su desarrollo. La crítica permitirá asumir esta teoría en lo que tiene de valioso, desechar aquellas categorías que son externas o insuficientes y producir nuevas perspectivas que den una cuenta más real y objetiva de los problemas. Debemos rescatar nuestra realidad como problema desde categorías propias, que expresen nuestra diversidad y complejidad.
También resulta fundamental recuperar y entender la historia como herramienta de reconstrucción de sentidos e identidades. Ante un mundo que se ha configurado desde lógicas coloniales, se deben disputar los relatos e interpretaciones que sirven para sustentar la visión del colonialismo como empresa civilizatoria y ocultan el alto grado de barbarie y destrucción que este implicó para los pueblos sometidos. Y cómo estas estructuras se han mantenido en el tiempo, hasta el presente, con nuevos rasgos y nuevas máscaras, pero con su esencia económica de saqueo inmutable.
Someter a crítica la concepción de la historia y el paradigma de interpretación de esta por parte de los colonizadores, implica además asumir la posibilidad y por ende la búsqueda de horizontes civilizatorios alternativos a los del capitalismo, partiendo desde la perspectiva de los pueblos oprimidos. Es entender que en la resistencia histórica de los pueblos residen formas de organización social y productiva que pueden y deben constituir la base para un modelo de desarrollo que no comprometa las bases de la vida en el planeta. Es disputar la lógica de un orden económico que beneficia solo al uno por ciento de la humanidad.
Es preciso abordar nuestras realidades fuera del foco eurocéntrico, la estética de la miseria o el exotismo con el que aún son tratados nuestros problemas por las grandes industrias culturales. Los estereotipos con los cuales se pretenden explicar realidades tan grandes y complejas como África, Asia, Oriente Medio o América Latina y la estigmatización sostenida en contra de los proyectos soberanos que en estos continentes, desde ópticas diversas, pero con objetivo comunes, adversan la dominación del gran capital internacional.
Convendría también aprovechar la crisis del patrón hegemónico para someter a crisis en la conciencia de los individuos nociones falsamente dicotómicas como Occidente-Oriente, y explorar las resistencias y luchas comunes de los pueblos del Sur Global con énfasis en las posiciones comunes y en el enemigo común.
En un lúcido texto de 1923, el marxista húngaro Georgy Lukács, sostenía que el punto de vista correcto para el marxismo (y por ende, me atrevo a añadir, para cualquier perspectiva revolucionaria) es el punto de vista de la totalidad. Solo desde una comprensión global se pueden entender dinámicas que van más allá de sus particularidades regionales y configuran un cambio significativo del mundo tal y como lo habíamos conocido.
La arquitectura política, social y financiera establecida por las grandes potencias vencedoras de Occidente luego de 1945 está actualmente en crisis. Esta arquitectura no solo dejó fuera a la gran potencia sobre cuyas espaldas recayó el peso mayor de la derrota sobre la Alemania nazi, sino que condenó a la mayor parte del mundo colonial y neocolonial a una espiral de subordinación permanente.
Por último, pero también fundamental para la emergencia de un NOM verdaderamente más justo, los pueblos del sur debemos reivindicar la revolución como horizonte teórico y práctico posible. Ante un mundo dominado por el mantra neoliberal que popularizó Margaret Thatcher en los ochentas: “No hay alternativa”, debemos asumir que si la hay. Que la revolución no es un ideal abstracto, sino que es una realidad actuante. Que subsisten en numerosos continentes procesos que emergieron de revoluciones triunfantes y su existencia, abre la puerta a nuevas revoluciones.
El sur no necesita un cambio de élites, necesita un cambio de paradigma. Y ese nuevo paradigma debemos construirlo desde la crítica raigal a las concepciones imperantes y la transformación activa de nuestras realidades.