Cuba: reflexiones a propósito de una gira
En este artículo exclusivo para Al Mayadeen Español, el autor rememora las causas de la especial relación de Cuba con África y subraya la postura coherente de Fidel Castro con las causas justas africanas, todo en el marco de la gira del Presidente cubano Diaz-Canel por cuatro países de ese continente.
El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, concluyó una gira por cuatro países del sur de África. El periplo se inició por Angola y continuó por Sudáfrica, Mozambique y Namibia.
Se trata de una ofensiva diplomática cubana que en el 2022 incluyó a Argelia, Turquía, Rusia y China y algunas naciones del Caribe. Y en lo que va de año visitó varios países de Europa y América Latina.
Cuba vive una profunda crisis económica provocada por la combinación de los efectos de la pandemia de la covid 19, la guerra en Ucrania y el bloqueo económico comercial y financiero reforzado con más de 240 medidas adicionales implementadas por Donald Trump y mantenidas por Joe Biden. La propia Cancillería isleña ha reconocido que la estrategia de asfixia económica logró, como nunca antes, provocar penurias y angustias a las familias cubanas.
Ante esta situación, el gobierno se propuso, además de acelerar las transformaciones económicas al interior del país, explorar en el exterior nuevas oportunidades de negocios, consolidar o reimpulsar las relaciones comerciales con viejos amigos y debilitar el cerco diplomático, político, mediático y económico que de manera permanente alimenta Washington.
Cuba y el sur de África
Entre los años 1974 y 1975, los gobiernos de Cuba y Estados Unidos dieron pasos para mejorar las relacines bilaterales. El secretario de Estado de ese entonces, Henry Kissinger consideraba, con razón, que en aquel contexto, el bloqueo contra la Isla era contraproducente a los intereses de Washigton.
Cuba, con una activa y coherente política exterior comandada por el líder de la Revolución, Fidel Castro, había roto el aislamiento al que estaba sometida por los gobiernos estadounidenses, y poco a poco, se abría espacio en Latinoamérica, el Caribe y Europa occidental, además de contar con el apoyo de la antigua Unión Soviética y los países socialistas europeos de entonces.
El propio Kissinger se refirió públicamente al tema en marzo de 1974 cuando afirmó: “no vemos virtud en un perpetuo antagonismo entre EE.UU. y Cuba. Hemos tomado algunos pasos simbólicos para demostrar que estamos preparados para movernos a una nueva dirección si la Isla lo desea. Nuestras preocupaciones se relacionan, sobre todo, con la política externa de la misma”.
Washington era consciente del momento global y regional de entonces. Y, asumiendo la errónea lectura de que Cuba no actuaba de manera soberana, buscaba con el acercamiento y la zanahoria desorbitar al “satélite” y frenar su activa postura internacional. El chantaje era evidente.
Estados Unidos no tardó en comprender las motivaciones éticas y de principios que calzaban la política exterior de la Revolución cubana.
Angola
A semanas de la proclamación de la independencia de este país, pactada entre Portugal y las tres más importantes fuerzas político-militares angolanas que se adjudicaban la representación del pueblo, se inicia una lucha intestina entre estas, alentada por la Casa Blanca y el régimen racista de Sudáfrica.
La organización liderada por Agostinho Neto, el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), alcanzó importantes victorias que le garantizaron preeminencia sobre el resto, lo que aseguraba el fin del colonialismo acordado para el 11 de noviembre de 1975.
Estados Unidos no deseaba el ascenso de Neto, un líder con conocidos vínculos con Moscú y fuerzas progresistas africanas. Para Sudáfrica, un gobierno soberano y de izquierda en la frontera con la Namibia ocupada era una amenaza para sus planes y su propia sobrevivencia.
Se fraguó asi la invasión sudafricana en Angola. En octubre de 1975 las tropas racistas avanzaban con poca resistencia. La superioridad militar era evidente. La independencia podría quedar trunca o mediatizada con la instalación de un gobierno respaldado por la Casa Blanca y Pretoria.
Esta amenaza dio paso a uno de los acontecimientos más extraordinarios de la historia de África y de las relaciones entre países del Tercer Mundo. Agostinho Neto le solicitó a Fidel Castro apoyo en tropas y material militar con el fin de enfrentar la invasión sudáfricana.
La Cuba de Fidel, en medio de la posibilidad de mejorar su situación frente a su enemigo histórico con el cual dialogaba, y sin subvalorar los riesgos a que se expondría desde entonces, respondió de manera positiva al llamado de Neto. En noviembre de 1975 arribaron a territorio angolano las primeras tropas que rápidamente entraron en combate y rechazaron el avance de los racistas. La proclamación de la independencia estaba garantizada.
La postura solidaria y gallarda de la Isla no solo enterró la posibilidad de librarse del bloqueo estadounidense que hoy la esfixia, sino que puso en riego su propia supervivencia, así como sus relaciones con Occidente y Moscú. El propio Kissinger tuvo que reconocer, al valorar posteriormente los hechos, que Fidel “era probablemente el más genuino líder revolucionario en el poder de aquellos tiempos”.
Las consecuencias para Cuba no se hicieron esperar. El presidente Gerald Ford afirmó el 20 de diciembre de 1975 que “la acción del gobierno cubano al enviar fuerzas de combate a Angola destruye cualquier oportunidad de mejoramiento de las relaciones con Estados Unidos”.
A partir de entonces el hostigamiento a la Revolcuión cubana se recrudeció. La humillación estadounidense, con el síndrome de Vietnam latente, transmutó en una criminal venganza. Si un ejemplo hiciera falta para simbolizar los costos de la coherencia de Cuba en su respaldo a Angola y otros pueblos de Africa, bastaría con recordar el atentado terrorista contra un avión civil cubano en pleno vuelo sobre las costas de Barbados en octubre de 1976. Los autores confesos y respaldados por la CIA, siempre contaron con la protección de los sucesivos gobiernos de Washington.
Cuba nunca abandonó a Angola en su lucha. Miles de cubanos asitieron al pueblo y al gobierno en la liberación del país y en su consolidación económica y social.
Namibia y Sudáfrica
Desde la década de 1960 los revolucionarios namibios luchaban por la independencia de su país ubicado al sur de Angola y ocupado por el régimen racista de Sudáfrica. Sus fuerzas recibieron apoyo y entrenamiento de La Habana y Luanda y junto a los combatientes de estos países participaron en la defensa de la soberanía angolana, no solo por ser su retaguardia segura, sino porque la derrota del apartheid comenzaba precisamente en ese país.
La guerra en Angola se prologó hasta bien entrada la década de 1980. Se luchaba contra las tropas contrarrevolucionarias de Jonas Savimbi, y contra las sudafricanas en el sur del país. La batalla de Cuito Cuanavale, liderada por el contingente militar cubano en colaboración con sus amigos africanos, representó el inicio del fin del apatheid.
En el sur de Angola, el general cubano Leopoldo Cintra Frías dirigió a 50 mil combatientes cubanos, angolanos y namibios, mil tanques, 600 trasportadores blindados, más de mil piezas antiaéreas, 370 de artillería terrestre, 80 aviones y 20 helicópteros.
La victoria militar de Cuba empujó a Sudáfrica, con la resignación de Estados Unidos, a la mesa de negociaciones y, tal y como era la decisión de Fidel, la seguridad de Angola, la independencia de Namibia y la salida victoriosa y escalonada de las tropas cubanas serían los ejes centrales de las conversaciones. Asi fue.
La derrota de las “invencibles” fuerzas racistas sudafricanas frente a las armas de Cuba y Angola y los revolucionarios namibios constituyó un golpe psicológico contra el régimen de Pretoria. Los Acuerdos Tripartitos entre Cuba, Angola y Sudáfrica, firmados en la sede de la ONU el 22 de diciembre de 1988, constituyeron el colofón de lo que Fidel Castro catalogó como “la causa más hermosa”: el fin del oprobioso apartheid.
El 11 de marzo de 1990 el líder sudafricano, Nelson Mandela, Salió invicto de la prisión. Fueron 27 años intentando encarcelar una idea, que como fuego en pradera, ardió por todo el sur de África. En ese fulgor se fundió la sangre de Cuba y de sus hermanos africanos.
Solo diez días después, el 21 de marzo de 1990, el líder namibio, Sam Nujoma, quien dirigió las fuerzas guerrilleras de la Organización del Pueblo de África del suroeste (SWAPO en inglés) contra el régimen racista, se proclamó presidente del país tras vencer en unas elecciones supervisadas por la ONU, tal y como se acordó entre La Habana, Luanda y Pretoria.
Namibia lograba así su independencia. El primer embajador que presentó cartas credenciales ante las nueves y soberanas autoridades fue un diplomático cubano, deferencia que significó un hermoso gesto de gratitud.
El 27 de mayo de 1991, fiel a la palabra empeñada, y con la bandera ondeando victoriosa, regresaron a la patria los últimos miembros del contingente militar cubano. Concluía así la Operación Carlota, nombre de una esclava africana que dirigió una sublevación en la Cuba colonial en el año 1843. La decisión de nombrar así el esfuerzo solidario cubano expresa la especial sensibilidad que los líderes de la isla antillana sentían por las causas de los pueblos africanos.
Mozambique
La década de 1960 fue de una intensa lucha por la idependencia de Portugal. Tras la Revolución de los Claveles, el Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), organización guerrillera y núcleo político de los indpendentistas mozambicanos, lograron la independencia el 25 de junio de 1975. Dos meses después, Cuba estableció relaciones diplomáticas con el joven Estado y dos años más tarde, el Comandante en Jefe, Fidel Casto, hizo una histórica visita al país.
Desde entonces, la colaboración entre ambos ha sido una constante y en Cuba se recuerda con cariño la visita del líder Samora Machel. En 1977 más de 300 especialilstas y técnicos cubanos colaboraban con Mozambique en diferentes áreas, mientras que más de 15 mil jóvenes de esa nación estudiaron en la Isla hasta la década de 1990.
Epílogo
Hoy es Cuba la amenazada, la asediada y atacada. Con su estirpe genocida, el imperialismo estadounidense, el mismo que obtaculizó todas las causas justas de África, intenta derrocar la Revolución más humana, solidaria y auténtica de la historia. Si entonces Cuba no le falló a África, África hoy no le fallará a Cuba.