¿Servirá de algo un "acuerdo" tripartito entre Estados Unidos, Arabia Saudita "Israel"?
La imagen de la Casa Blanca sermoneando y enfrentándose a las políticas de Netanyahu puede parecer "dura"... pero, ¿servirá de algo este elaborado "baile", tanto si Biden y Netanyahu se reúnen como si no?
El Financial Times adopta un tono sombrío: La declaración final del G20 sobre Ucrania fue "un golpe para los países occidentales que han intentado convencer a los países en desarrollo para que condenen a Moscú - y apoyen a Ucrania durante el último año", añadiendo sombríamente que esta última declaración fue vaciada incluso de la anterior inclusión de "agresión rusa contra Ucrania". "Ahora", lamenta el FT, "no hay tal formulación".
Puede parecer una omisión simbólica, pero está directamente relacionada con el fracaso de Ucrania en su ofensiva contra las líneas defensivas rusas. Aquí es donde el simbolismo habla más alto que las palabras: La omisión dice que las élites colectivas occidentales no están sincronizadas con el resto del mundo. Washington tendrá que "hacer frente" a las consecuencias del "fracaso de su proyecto", y hacerlo desde una posición de debilidad desacostumbrada, en lugar de mediante la presión colectiva sobre Moscú.
Debería haber sido obvio, tan poco tiempo después de la expansión de los BRICS y de la Cumbre Africana de San Petersburgo, que el sentimiento colectivo mundial se había agriado con respecto al "orden basado en reglas" predominante, y ha entrado en un modo bastante radical.
Sin embargo, gran parte de los estratos dirigentes siguen sin "entender" que se avecina un cambio.
Los hábitos del "viejo orden" tardan en evolucionar. Así que volvemos a un baile al viejo estilo, y a una música que evoca otra época: ¿Se reunirá el primer ministro israelí directamente con Biden, al margen de la Asamblea General de la ONU de septiembre, o en el Despacho Oval de la Casa Blanca? Estas piruetas y remolinos se suceden desde hace nueve meses, impregnados de una expectación que corta la respiración.
Hay, por supuesto, cuestiones reales en el centro de esta representación: A Estados Unidos le gustaría que Netanyahu se uniera al boicot tecnológico a China y, en general, que ayudara a disminuir a este país. En segundo lugar, al equipo de Biden le gustaría que el gobierno israelí se retractara de su proyecto de reforma judicial y, en tercer lugar, que "arrojara a los palestinos un hueso o dos" como parte de la persuasión a Arabia Saudita para que se normalizara con "Israel" en un acuerdo tripartito (estadounidense-saudí-israelí).
El supuesto "acuerdo" giraría en torno a un pacto de defensa entre Estados Unidos y Arabia Saudita -que incluiría garantías de seguridad estadounidenses, un acuerdo de armas multimillonario y un reactor nuclear- a cambio del reconocimiento saudita de "Israel", un enfriamiento de las relaciones con China y medidas israelíes tangibles para mejorar la vida de los palestinos.
Con esta escueta enumeración de la lista de deseos de Biden, lo que salta inmediatamente a la vista es que ninguna de las grandes "peticiones" de Estados Unidos beneficia a Netanyahu.
¿Ruptura con China en tecnología? De ninguna manera; "Israel" se ha autoproclamado "la nación de las start-ups tecnológicas".
El 12 de septiembre, el Tribunal Supremo de "Israel" estudiará las peticiones de descalificación de la ley de la Knesset de julio que elimina la "irracionalidad" como criterio por el que el Tribunal puede optar por anular leyes aprobadas (válidamente) en el Parlamento.
Sin embargo, el Presidente de la Knesset, Amir Ohana, ya ha dicho que el Tribunal Supremo debe reconocer los límites de su poder; que no puede anular una Ley Fundamental; y que la Knesset no debe ser pisoteada. En pocas palabras, el ministro está diciendo que el gobierno no cumplirá si el Tribunal anula la votación de julio de la Knesset. Y Netanyahu ha respaldado la declaración de Ohana. Por lo tanto, "no" - poner en peligro su coalición no está en el interés de Netanyahu.
La realidad es que Netanyahu es "rehén" de su coalición, y no viceversa. Y la realidad es también que, en los últimos meses, comunidades palestinas enteras entre Ramallah y Jericó han sido expulsadas (es decir, limpiadas) por la violencia de los colonos, allanando el camino para una toma total por parte de Israel de miles de acres de tierra.
Gideon Levy ha advertido de que en Cisjordania se está produciendo "una increíble transferencia de población".
Sí, se cree que una foto con Biden puede dar credibilidad a las perspectivas electorales de Netanyahu en su país. Para Biden, la imagen de la Casa Blanca sermoneando y enfrentándose a las políticas de Netanyahu puede parecer "dura"... pero, ¿servirá de algo este elaborado "baile", tanto si Biden y Netanyahu se reúnen como si no?
En un contexto geopolítico que lleva al mundo hacia una nueva disposición política, comercial y económica, resulta difícil entender por qué se presta tanta atención a esta cuestión.
Aunque los presidentes Xi y Putin estuvieron ausentes del G20, su "presencia" dominó la reunión. ¿Detendrá entonces el recorte de relaciones con China por parte de "Israel" la marea que se mueve en dirección a China? ¿Las "garantías de seguridad" estadounidenses para Arabia Saudita, aunque las apruebe el Congreso, supondrán una diferencia significativa, dada la transposición estratégica del Reino para unirse a los BRICS y a la OCS? ¿Cambiaría la caldera palestina en ebullición la concesión de mil millones de dólares a Mahmud Abbas?
La cuestión aquí es que el rencoroso enfrentamiento en "Israel" de dos bloques irreconciliables de la sociedad israelí es "lo que es". Una palabra aquí o allá desde Washington no cambiará la poderosa y volátil dinámica ya en movimiento.
Sin embargo, las viejas costumbres perduran... perduran mucho más allá del momento en que los viejos rituales (una visita del primer ministro israelí al Despacho Oval) tenían agencia y el mundo dependía del resultado. Sin embargo, como acaba de demostrar el G18, es la forma en que se desarrolle el drama de Ucrania lo que dejará su impronta en la geopolítica mundial. El "vapor" de Medio Oriente está llegando a su punto álgido en Líbano, Palestina, Siria e Irak. ¿Está Occidente de nuevo fuera de sintonía con realidades incómodas?