La guerra y la opción de solución militar
La saga del Diluvio de Al-Aqsa ha sumido a la región en un estado de incertidumbre, y todas las partes pueden ignorar el resultado de la confrontación en curso. Sin embargo, las tendencias ideológicas y visiones basadas en la solución del conflicto, no es la solución pues solo acercará la ecuación del conflicto a ser de suma cero
El fracaso de las rondas de negociaciones indirectas entre la Resistencia palestina y libanesa e “Israel” para un alto al fuego plantea la pregunta sobre las repercusiones del desarrollo del conflicto tras el alto nivel de tensión en el frente libanés y la adhesión de Resistencia de Líbano y Palestina a sus posiciones respecto de la guerra, especialmente la conexión entre los dos frentes, y a la luz del reciente discurso del Sayyed Hassan Nasrallah, que elevó el nivel de amenaza y la disposición para una confrontación integral, y a raíz del vídeo de inteligencia y psicológico del dron de Hizbullah, Abubilla, y las declaraciones de los dirigentes de la Resistencia palestina, quienes confirmaron su adhesión a sus condiciones y la continuación de la resistencia sobre el terreno, tras infligir notables pérdidas humanas y materiales al ejército israelí después de unos ocho meses de guerra.
¿Se encamina la guerra a elevar el nivel de confrontación hasta llegar a una contienda generalizada, o el miedo a sus repercusiones y el elevado coste humano y material, además de las intervenciones internacionales, empujará a las partes en conflicto a aceptar soluciones de compromiso y propuestas de solución antes de la gran explosión?
Los temores que la epopeya del Diluvio de Al-Aqsa consolidó en la conciencia israelí no lograron borrar o siquiera aliviar la destructiva guerra en Gaza. Más bien, por un lado, el hecho de no resolver la batalla con un frente aumentó los temores de un fracaso mayor si la guerra se expandía a múltiples frentes. Por otro lado, se alzaron voces que creían que la existencia de “Israel” estaba en riesgo si la batalla con la Resistencia palestina y libanesa no se resuelve continuándola hasta el final, y ese enfoque goza de amplio apoyo entre la derecha israelí, incluso si el precio es sacrificar prisioneros en Gaza.
Sin embargo, las tendencias israelíes a nivel público y entre círculos de élite y líderes políticos y militares es creer necesaria una decisión sobre qué hacer tras recuperar a los prisioneros, y elegir una fecha adecuada para que “Israel” sorprenda a sus enemigos, especialmente en el frente libanés.
Además, uno de los escenarios propuestos al inicio de la guerra es lanzar un ataque preventivo contra la resistencia libanesa, que fue adoptado por el ministro de Seguridad israelí, Yoav Gallant, y con la oposición de Benny Gantz y Gadi Eisenkot, dos miembros dimitidos del Consejo de Guerra, y parece que a Bibi Netanyahu no le entusiasmaba.
Quien adopte la opción de una confrontación integral en “Israel” adopta la teoría de la resolución militar del conflicto, y que el escenario está maduro para una resolución en todos los frentes, lo que requiere que la guerra en Gaza no se detenga hasta que la Resistencia se resuelva finalmente, en términos de capacidad militar, civil y gubernamental, recuperación de prisioneros y cambio de la realidad de seguridad en Gaza y también en el norte, hasta que la capacidad de la Resistencia libanesa sea “subyugada” y la zona de seguridad en el norte sea ocupada.
Según la visión de quienes adoptan la opción de una solución militar integral, se debe avanzar lo más rápido posible hacia el frente norte porque se ha convertido en una amenaza existencial para “Israel”, lo cual requiere realizar una maniobra terrestre a través de la cual la infraestructura de la Resistencia libanesa, y también del Líbano, queden destruidos.
Los defensores de este enfoque no ven otro camino que la solución militar hasta que se restablezca el prestigio de la disuasión, completamente aniquilado el 7 de octubre, sin importar cuánto le cueste a “Israel”. La guerra tiene un precio que se debe pagar y no hay alternativa a la victoria en esta guerra, según quienes exigen esa opción.
Como resultado de la conmoción del 7 de octubre, la mayoría del público israelí apoya una guerra a gran escala contra Líbano, para que no se repita la escena del Diluvio de Al-Aqsa en el norte de la Palestina ocupada, especialmente porque los colonos en el norte se niegan a regresar a los asentamientos si se anuncia un acuerdo con Líbano y la batalla no se resuelve militarmente.
Los círculos de extrema derecha coinciden en abrir un amplio enfrentamiento militar en el frente libanés, pero la posición de Bibi Netanyahu parece más vacilante y aún no se ha decidido, ya que, por un lado, busca prolongar la guerra para preservar su supervivencia política y aspira a lograr una imagen de victoria que le faltaba en Gaza, y por otro, teme los resultados de la guerra, su expansión y la unión de Irán, partidos y entidades regionales e islámicos a tal guerra, lo que expondrá a “Israel” a riesgos sin precedentes que amenazan su destino.
La epopeya del Diluvio de Al-Aqsa ha llevado la región a un estado de incertidumbre, y todas las partes podrían ignorar el resultado y las repercusiones del enfrentamiento en curso. Sin embargo, las orientaciones ideológicas y las visiones de que el conflicto no se resuelva mediante soluciones no militares, acercan la ecuación a un conflicto de suma cero, y ven una confrontación integral como inevitable.