Si Estados Unidos lanza una operación terrestre contra Yemen, será un error
Robert Inlakesh advierte que una guerra terrestre liderada por Estados Unidos en Yemen para apoderarse de Hodeidah sería un error catastrófico, que fortalecería a Ansar Allah y desestabilizaría la región para los intereses israelíes.
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Si Estados Unidos lanza una operación terrestre contra Yemen, será un error.
Frustrada por su costosa ofensiva contra Yemen, se dice que la administración de Donald Trump está en conversaciones para lanzar una operación terrestre destinada a tomar la estratégica ciudad portuaria de Hodeidah, antes de efectuar un cambio de régimen en Saná. Si esta ofensiva se concreta, resultará en una desastrosa derrota para Washington.
En 2015, cuando el entonces presidente estadounidense Barack Obama respaldó la guerra de la coalición liderada por Arabia Saudita contra Yemen, Riad estimó que solo se necesitarían unos meses para desmantelar el liderazgo de Ansar Allah que se había apoderado de Saná. Sin embargo, se enfrentaron a una derrota tras otra a manos de una fuerza armada altamente motivada que contaba con el respaldo de la mayoría de las Fuerzas Armadas de Yemen.
Una década después, a pesar del alto al fuego de 2022, el conflicto sigue sin resolverse y el poder de Ansar Allah no ha hecho más que crecer. El movimiento que una vez tomó el control de Saná con el respaldo de elementos clave de la estructura de poder existente, incluyendo sectores del ejército, era una sombra de lo que ha llegado a ser desde entonces. No solo ha forjado sólidas alianzas con diversas facciones tribales en todo Yemen, sino que también ha avanzado a pasos agigantados en el desarrollo de tecnologías de armas tanto ofensivas como defensivas.
Las Fuerzas Armadas Yemeníes, alineadas con el gobierno liderado por Ansar Allah, demostraron ser capaces de contener el poder combinado de las fuerzas yemeníes, respaldadas por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, además de diversos grupos militantes como Al Qaeda y Daesh, combatiendo también a las fuerzas armadas de Arabia Saudita y, posteriormente, a mercenarios de Sudán y otros países. Lucharon sobre el terreno durante años, en medio del bloqueo estadounidense-saudita en el Mar Rojo, sumado al apoyo lógico estadounidense-británico-israelí a sus enemigos, respaldando los ataques aéreos de Riad contra el país.
Mientras lograba infligir innumerables derrotas a lo que se suponía era una oposición militarmente superior –en el papel–, el gobierno yemenita en Saná siguió expandiendo su poder y control territorial en un país que históricamente ha estado dividido entre el norte y el sur.
A finales de 2021, avances tecnológicos revolucionarios introdujeron una nueva dinámica en el conflicto, lo que finalmente presionó a la coalición liderada por Arabia Saudita para que aceptara una propuesta de alto el fuego mediada por la ONU. A principios de 2022, tras la expansión de la guerra terrestre el año anterior, las Fuerzas Armadas de Yemen habían lanzado una oleada de exitosos ataques con drones y misiles contra objetivos en los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Arabia Saudita.
Si bien Riad ya llevaba años lidiando con los drones y misiles de Ansar Allah, era evidente que se había producido un avance tecnológico significativo. Y mientras que el Estado saudita tenía cierta capacidad para absorber ataques limitados a su infraestructura vital, el régimen emiratí estaba mucho menos preparado para resistir los repetidos ataques de Yemen.
Abu Dabi, en particular, no puede permitirse el lujo de absorber oleadas sostenidas de ataques con drones y misiles, especialmente si Dubái se convierte en un objetivo. A diferencia de Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos son un país pequeño y vulnerable. Si Yemen decide bombardearlos con ataques masivos, sus esfuerzos por diversificar su economía probablemente se desintegrarán, y ningún acuerdo con Estados Unidos ni con "Israel" podrá ayudarlos.
Las afirmaciones que circulan, especialmente en los medios de comunicación en árabe, especulan que se está reuniendo una fuerza de unos 80 mil soldados, respaldada por Arabia Sauditay los Emiratos Árabes Unidos, para lanzar una ofensiva destinada a tomar Hodeidah. Posteriormente, según el informe, Estados Unidos ofrecerá apoyo aéreo e incluso lanzará un ataque terrestre menor para invadir Yemen.
¿El Vietnam de Donald Trump?
Yemen fue conocido en su momento como el Vietnam de Egipto, y si Estados Unidos decide lanzar una campaña terrestre allí, es poco probable que el resultado coincida con las intenciones del presidente Donald Trump. Tan solo la campaña aérea, que ya ha matado a unos 150 civiles, ha demostrado ser un vergonzoso fracaso, con un coste de miles de millones de dólares para los contribuyentes estadounidenses y pocos resultados a cambio.
A pesar de que esta guerra de agresión contra Yemen se lanzó sin mandato popular ni aprobación del Congreso, los medios corporativos estadounidenses han optado en gran medida por ignorarla. Sin embargo, si Trump envía tropas al terreno, Yemen acaparará rápidamente los titulares, por la sencilla razón de que los militares estadounidenses comenzarán a regresar a casa en ataúdes.
Hasta el momento, las Fuerzas Armadas yemeníes han limitado sus enfrentamientos con las flotas navales estadounidenses a maniobras defensivas, lo que significa que no han intentado hundir buques ni portaaviones y se centran en la defensa de su nación. Si se lanza una operación terrestre a gran escala, la postura defensiva se transformará en ofensiva.
La campaña terrestre no solo será costosa y nada sencilla, sino que Estados Unidos también sufrirá impactos directos en sus buques y sufrirá bajas considerables. Además, cabe esperar importantes ataques contra infraestructuras sauditas y emiratíes, que perturbarán los mercados petroleros. También es muy probable que las bases estadounidenses ubicadas en la Península Arábiga y otras zonas sean atacadas.
Además, deberíamos esperar ataques ocasionales contra el régimen sionista, más intensos que las oleadas anteriores. Si empezamos a ver un aumento drástico en el número de muertes civiles en Yemen, aunque la guerra sea abiertamente una agresión estadounidense-sionista, la forma en que Ansar Allah la abordará ya no tendrá restricciones. Además, podría incluso terminar uniendo aún más al pueblo yemenita, incluyendo a facciones y tribus que siempre han estado enfrentadas con Ansar Allah.
Yemen no es Irán, pero tiene la capacidad de infligir pérdidas considerables a los regímenes aliados de EE. UU. que lo rodean y puede atacar directamente a las fuerzas estadounidenses. La pregunta entonces es: ¿podrán Riad y Abu Dabi soportar los continuos bombardeos de municiones que se les lanzan? Además, cuando la guerra dure mucho más de lo previsto y la fuerza terrestre subsidiaria utilizada para atacar Yemen sufra graves pérdidas, mientras los soldados estadounidenses regresan a casa en bolsas para cadáveres, ¿cuál será entonces la estrategia?
¿Seguirán combatiendo los 80 mil efectivos si sufren pérdidas considerables, todo con el único fin de lograr una victoria para los intereses estratégicos israelíes? ¿O empezarán a experimentar graves problemas de moral y deserciones? ¿Podrá la opinión pública estadounidense soportar las pérdidas, y podrá el propio ejército estadounidense justificar la pérdida de recursos en una lucha inútil para complacer a sus aliados sionistas?
Lanzar un asalto de este tipo no reportará ningún beneficio, y Estados Unidos no ha reunido suficientes tropas terrestres como para lanzar una guerra en solitario. En todos los sentidos, esto sería un catastrófico error estratégico. Si pierden, sería una vergüenza de proporciones históricas y una victoria crucial para el gobierno de Saná, a pesar del inmenso sufrimiento civil que inevitablemente traerá la guerra. Todo esto excluye la posible participación de otros actores regionales que también podrían aprovecharse de la situación.
Si Trump decide seguir adelante con semejante conflicto para complacer a su aliado sionista, le saldrá muy mal. Tampoco habrá forma de ocultar que está actuando en contra de los intereses estadounidenses y sacrificando a sus propios ciudadanos para satisfacer a los israelíes, sin un objetivo final real ni una visión de victoria.