Gustavo Petro y la redefinición de la paz
El simbolismo de un país como Colombia no tiene precio: una nación que participó en la Guerra de Corea junto a Washington y tradicionalmente votó con "Israel", ahora se transforma en una voz que quita la hoja de parra a los dobles estándares.
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Gustavo Petro y la redefinición de la paz
En el Salón Azul de las Naciones Unidas, el presidente colombiano Gustavo Petro grabó la frase «Ha llegado la hora de la vida o la muerte», pronunciada en un discurso que casi constituyó un llamado a la acción en ese momento: la liberación de Palestina como norma moral para el mundo.
Exigió explícitamente la formación de un ejército internacional de voluntarios para liberar Palestina, rompiendo así con el lenguaje de los equilibrios fríos. Desde ese momento, Gustavo Petro dejó de ser simplemente un presidente colombiano de izquierda; se convirtió en el símbolo de una propuesta que redefine el significado mismo de la paz.
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El «luchador culto» que se abrió camino hasta convertirse en el primer presidente de izquierda en la historia de Colombia no se conforma con moverse al margen del tablero internacional, sino que avanza hacia su centro. Desde esta posición, ha trabajado para promover el cambio, en la retórica y en la práctica, tanto a nivel nacional como internacional.
Prioridades Nacionales
En el país, ha intentado y sigue intentando revertir la ecuación desde la raíz. Petro considera que la "guerra contra las drogas" es una fabricación de baño de sangre fallida. Por lo tanto, el expediente se modificó de un enfoque militar-de seguridad a uno de salud pública y desarrollo, ofreciendo alternativas económicas a los agricultores e impulsando negociaciones para integrar a las pandillas en una visión de "paz integral".
Este enfoque no satisfizo a los defensores de la "derecha" del antiguo enfoque, ya que despojó a la economía de la violencia de su legitimidad moral. Mientras tanto, el gobierno registró incautaciones récord de cocaína (601 toneladas incautadas hasta agosto) en paralelo con reformas sociales que abordan la causa, no el efecto.
En la lucha contra la corrupción, el presidente colombiano Gustavo Petro está adoptando un enfoque directo y estricto contra la llamada vieja guardia. Las investigaciones y campañas han incluido a figuras cercanas a su círculo político, lo que ha llevado a los afectados por sus políticas a describirlas como intentos de "exclusión política blanda".
El lema de Petro es: "Nadie es inmune a partir de ahora". Al hacerlo, enmarcó la batalla más allá del mero intercambio de nombres o cargos, presentándola como una prueba de la capacidad de las instituciones estatales para liberarse de la influencia de las redes tradicionales.
Desafiando la hegemonía estadounidense
Durante décadas, Colombia ha sido el aliado más cercano de Estados Unidos. Pietro invirtió la imagen y la ecuación: criticó públicamente la estrategia estadounidense en la lucha contra las drogas, creyendo que el problema residía en la demanda del norte, no en la oferta del sur.
Washington respondió revocando el "Certificado de Cooperación" y él respondió suspendiendo la compra de armas estadounidenses, afirmando: "No nos dejaremos chantajear".
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Con el regreso del presidente estadounidense Donald Trump a la Casa Blanca, la confrontación se intensificó. Hace apenas unos días, Petro participó en las protestas de Nueva York contra el genocidio en Gaza y llamó a los soldados estadounidenses a obedecer a su conciencia y no obstaculizar la humanidad. Posteriormente, le revocaron la visa.
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No le importó; sus aliados, que compartían su postura, estaban presentes. ¿Cómo no hacerlo, si se había reconectado con Venezuela e impulsado una política regional independiente, basada en los intereses del continente y no en la Doctrina Monroe?
La postura hacia Palestina
Durante la guerra israelí en la Franja de Gaza, Petro se apartó del lenguaje diplomático habitual para adoptar una postura de firme determinación.
Calificó lo que estaba sucediendo de "genocidio", sin ambigüedades sobre el autor ni equívocos.
- Expulsó al embajador israelí,
- suspendió la cooperación militar,
- elevó la representación palestina a misión diplomática
- y apoyó el proceso judicial para exigir responsabilidades a "Israel".
En las Naciones Unidas, pidió una fuerza internacional para detener la masacre: la diplomacia ha fracasado y ha llegado el momento de actuar con responsabilidad. Esto no es una precipitación política, sino la expresión de la idea de que la paz no se basa en la neutralidad frente al crimen, sino en su disuasión.
Colombia y la Nueva Marea Rosa
Estos pasos han convertido a Bogotá en un actor sorprendente en la construcción de una alianza moral en el sur: desde el boicot a las armas israelíes hasta la movilización de apoyo para la rendición de cuentas internacional. Con cada paso, la posición de Petro con los oprimidos del mundo crece, como un presidente que ha transformado la solidaridad de una declaración a una política que pocos se atreverían a practicar con tanta claridad.
El simbolismo de un país como Colombia es invaluable: una nación que participó en la Guerra de Corea junto a Washington y tradicionalmente votó con Israel, ahora se transforma en una voz que desmiente la doble moral.
Esta transformación no ocurre en el vacío; forma parte de la nueva marea rosa en la que la izquierda está recuperando su influencia en todo el continente. Pero Petro va más allá: se atreve a revertir las "constantes" externas de décadas de antigüedad y demuestra que América Latina no es el patio trasero de nadie.
El realismo de Petro: La paz como estandarte de dignidad
En el diccionario de Petro, la paz es una postura, no una tregua; es justicia, no un compromiso. Una paz que se atreve a identificar al asesino, propone herramientas para detener la matanza y reemplaza el "elogio del realismo" con una acción moral calculada: responsabilidad legal, presión económica, movilización política e internacional que trascienda las alianzas heredadas.
Esto no es romanticismo; es un nuevo realismo en un mundo cambiante: si las guerras nacen del silencio de los poderosos, la paz nace de la valentía de los libres.
¿Establecerá esta tendencia un nuevo eje? Los indicadores sugieren que no es improbable. La expansión de los círculos de coordinación en América Latina, la apertura a nuevos marcos como los BRICS y el lanzamiento de iniciativas conjuntas en temas de justicia climática y reforma del sistema económico internacional son señales prometedoras.
Pero el camino por delante también es accidentado:
- resistencia de las grandes potencias,
- agendas divergentes entre los países del Sur
- y un posible coste para la economía de un país necesitado de inversión y estabilidad.
Lo más importante aquí es que Gustavo Petro no es un fenómeno vocal, como muchos presidentes. Más bien, es una estrategia: transformar a Colombia de un simple expediente en manos de otros en un actor que recalibra las palabras con hechos, no solo con hechos pasajeros.
En el país, Petro intenta socavar la economía de la violencia cambiando sus reglas; en el exterior, intenta perturbar la arquitectura de influencia con una nueva definición de paz. Puede que pague un precio, pero está demostrando que una nación de clase media puede tener un impacto significativo cuando se rige por la claridad moral.
En este sentido, la paz ya no es un compromiso discreto, sino una medida de dignidad que se mide por nuestra capacidad de proteger la vida cuando es violada. En resumen, el presidente colombiano Gustavo Petro ha trazado una hoja de ruta, con una clara voz latina, para una paz digna de nuestros pueblos.