El otro Estados Unidos
Para profundizar en el Estados Unidos actual el autor dialoga con la periodista y documentalista Helena Villar, en la actualidad corresponsal de RT (Cadena de televisión rusa) en Washington.
Estados Unidos se encuentra en año electoral. La propaganda de los dos partidos hegemónicos agita todos los mitos patrióticos sobre los cuales se constituye la autopercepción que la nación tiene de sí misma. El país elegido por Dios, la “ciudad en la colina”, ve como sus candidatos electorales derrochan cientos o miles de millones de dólares en sus campañas, se lanzan improperios, los medios desvelan oscuros secretos que pueden comprometer sus campañas, se hacen promesas de mejoría y se trata de encajar en el estereotipo político del gobernante duro, que hará todo lo que sea para defender a su pueblo y los intereses de su país.
Esta cortina de humo desvía la atención de una sociedad que está atrapada en una profunda crisis política y social. Ya ha habido manifestaciones exteriores de la crisis. Quizás una de las más notables el asalto al Capitolio en enero de 2020, donde una multitud de furibundos partidarios de Donald Trump se resistió a reconocer que su líder había perdido las elecciones, sensación reforzada por las declaraciones e insinuaciones del magnate, pero también por el enrevesado modelo de democracia indirecta del país.
Esa norteamericana fuertemente armada, drogada, agobiada por las deudas, es el resultado del abandono progresivo del pueblo en manos de las grandes corporaciones. El modelo neoliberal agravó tendencias que ya estaban en la sociedad estadounidense desde su surgimiento como nación independiente. Un país construido en beneficio de las élites, donde estas tienen todas las herramientas para consolidar su poder y dar forma a la política gubernamental acorde con sus intereses. Para el ciudadano medio, solo queda la sensación de que todo se encarece, se derrumba, se pierde, se precariza, sin que pueda hacer nada o prácticamente nada al respecto. Las respuestas a esta angustia son diversas y hablan de la tragedia humana que ocultan las candilejas y el lujo del gran hegemón político, económico y militar. La propia crisis de esta hegemonía, agudiza aún más las contradicciones.
Para profundizar en el Estados Unidos actual conversamos con la periodista y documentalista Helena Villar. Ella es actualmente corresponsal del importante medio Russia Today en Estados Unidos. Ha realizado los multipremiados documentales Sumud. 40 años de resistencia y España. La memoria desterrada. Su más reciente libro Esclavos Unidos. La otra cara del “American Dream” acaba de ver su publicación cubana en la Feria Internacional del Libro de La Habana, en una edición conjunta de la Editorial Nuevo Milenio y Akal. Esta documentada investigación se sumerge en ese otro Estados Unidos que los grandes medios ocultan y que es la principal víctima del sistema.
Tu libro es un desmontaje sumamente documentado del mito del "American Dream" y de EE. UU. como tierra de oportunidades. Las crisis sociales que afectan al país están fundamentalmente asociadas al desigual acceso a los servicios básicos y golpean por tanto a los sectores más humildes de la sociedad norteamericana. ¿Cómo explicar entonces que aún hoy subsistan estos mitos de prosperidad y oportunidades en importantes sectores de la sociedad norteamericana? ¿Sobre qué base se sustentan?
-El mito de la prosperidad y la tierra de las oportunidades es una de las principales bases fundacionales y de cohesión propagandística de este país. Se encuentra en la raíz misma de la creación de Estados Unidos y su mantenimiento, o más bien el mantenimiento de dicha imagen, es vital para el sistema capitalista que lo rige. El principal credo reside en que todo individuo es capaz de obtener o llegar a donde desee si trabaja lo suficiente, puesto que se dan las condiciones para que esto sea así, el tan cacareado excepcionalismo estadounidense. En el libro desgrano cómo, en la práctica, el sistema trabaja para que las condiciones sean lo más favorable posibles para los que ya están arriba, mientras que los que están abajo lo tienen demasiado difícil. Aquí desempeña un papel importante el desmantelamiento del estado del bienestar o el prácticamente exiguo colchón social, aunque también el hecho de que las reglas están viciadas en la gran mayoría de ámbitos para que el ganador siga siéndolo, por ejemplo a la hora de endeudarse y obtener créditos o a la hora de pagar impuestos.
Siempre se ha vendido que los estadounidenses pueden pagar el precio de la desigualdad en pro de una economía boyante y una gran movilidad social, así como oportunidades. Sin embargo, basta dar un repaso como hago en el libro a las últimas décadas en cuanto a indicadores económicos y sociales para ver que esa ilusión es hoy en día tan sólo un mito. De hecho, la propia universidad de Harvard, en su laboratorio de análisis del ascensor social, reconoce que este está roto.
En este sentido, es vital mantener la propaganda respecto al sistema y eso se consigue, entre otras cosas, con un panorama mediático subyugado a los intereses del capital, miope respecto a otras realidades en el mundo y justificador del imperialismo estadounidense. Volviendo a los dos axiomas referidos, individualismo y excepcionalismo. Por un lado, si todo individuo goza de oportunidades y es él mismo el único responsable de su estado y no el sistema, cualquier derrota sólo puede achacarse a uno mismo y no cabe la rebelión (de aquí se derivan los altos niveles de suicidio y desesperación). Por otro, si ese excepcionalismo estadounidense es real, es decir, el país está construido sobre unas bases diferentes a las del resto y eso lo hace cualitativamente superior, no hay posibilidad de pensar en construirlo de otra manera, asumir fracaso social y todavía menos pensar en que pudiera existir otro sistema superior (aunque ni siquiera las altas dosis de propaganda puedan ocultar el ascenso chino, por poner un ejemplo).
En uno de los capítulos de tu libro afirmas: "Hay más señores de la guerra en Washington DC y en las mansiones de los estados limítrofes de Maryland y Virginia que en Afganistán". ¿Cuán importante es el negocio de la guerra en la sociedad y la economía norteamericana actual? ¿Cómo el denominado complejo militar-industrial da forma, hoy más que nunca, a la política exterior del país?
-Estados Unidos gasta más en defensa que los siguientes siete países del mundo combinados y representa más de la mitad del gasto nacional. Podemos decir que el ciudadano estadounidense básicamente cada año otorga mediante sus impuestos gran parte de su riqueza a hacer la guerra y engordar un sistema de empresas contratistas militares y la burocracia del Pentágono.
En el libro desgrano cómo todo ese dinero va a los bolsillos de los peces gordos del complejo militar industrial prácticamente sin una rendición adecuada de cuentas, además de perderse en el Pentágono, un departamento incapaz de aprobar una mínima auditoría. En realidad, la separación entre lo público y lo privado es en este caso, como en la mayoría de los casos de un país corporatocrático, una mera pantomima. Existe una puerta giratoria entre los políticos de ambos partidos y las empresas que se llevan los contratos militares más importantes. Quizá uno de los ejemplos más representativos es que el propio secretario de Defensa actual pasó de ser miembro de la junta directiva de la empresa armamentística Raytheon a dirigir el Pentágono. Antes de él, Mark Esper, quien también salió de la misma compañía. Y antes de Esper, Patrick Shanahan, que previamente había sido un directivo de Boeing.
Esto supone un enorme monstruo económico y político que no hace más que engordarse a sí mismo y que necesita de guerras externas para seguir siendo alimentado, con todas las consecuencias mundiales que esto supone. A su vez, también es verdad que el excepcionalismo estadounidense, es decir, el imperio, sólo puede sustentarse subyugando militarmente a cualquier alternativa que ose contrarrestar su poder, con lo cual estamos hablando de una especie de pescadilla que se muerde la cola.
A nivel interno pasa igual. Lo que se gasta en guerra no se gasta en educación o sanidad, por lo que el modelo militarista engulle cualquier cambio de modelo social o de bienestar. Hasta hace poco esto prácticamente era cosa de Estados Unidos. Ahora Europa va, poco a poco, hacia el mismo precipicio.
En el libro sigues numerosas experiencias de autoorganización popular para dar respuesta, desde el sector privado, a problemas que son públicos y que lo público, entendiéndose como el gobierno en sus diferentes instancias, falla en asumir. ¿Cómo y hasta dónde estas experiencias de autoorganización pueden ofrecer una solución real a los problemas que afectan a la sociedad estadounidense? ¿Cuáles son los límites a esta solución ciudadana de los problemas?
-Cuando el estado no existe en la práctica para atender las necesidades sociales del individuo y ese individualismo vendido como solución a todos los males no es suficiente, porque vivimos en sociedad, los estadounidenses intentan organizarse para salvarse los unos a los otros. Puede ser mediante comunidades que se construyen sobre la base de diferentes intereses o también mediante parches como las recaudaciones de fondos.
En el libro por ejemplo menciono el tema de las recaudaciones de fondos tanto en el ámbito de la sanidad y de la educación, porque es uno de los mejores ejemplos para mostrar que el sistema está roto. Cuando los profesores tienen que acudir a la caridad externa para que sus alumnos tengan calculadoras, o cuando las familias tienen también que pedir dinero para poder enterrar a sus seres queridos o pagar las deudas sanitarias del difunto, esto indica que hay una serie de necesidades básicas que no se están cubriendo en la que se supone es la nación más rica del planeta.
En este tema desempeñan un papel muy importante la iglesia o los diferentes tipos de fe que hay en el país. Las instituciones religiosas en Estados Unidos vienen a ocupar muchos de los vacíos que el estado deja a la hora de atender diferentes necesidades sociales. Comedores para necesitados, refugios, entrega de ropa, etc. muchas de estas iniciativas tienen detrás una comunidad religiosa que se apoya en su fe y la caridad para dar este servicio. Esto, que parece muy necesario e incluso inspirador, en realidad sirve como perversión para perpetuar el modelo de desigualdad. Se deja “a la buena de Dios” las resoluciones de los problemas sociales y no se cuestiona la responsabilidad de los gobierno y el sistema.
En la medida en que se avanza en la lectura se hace cada vez más evidente algo que pudiera parecer obvio, pero que queda oculto tras la propaganda sistémica, que es la naturaleza clasista de la pobreza en Estados Unidos. Los pobres, y más si pertenecen a minorías, tienen muy pocas oportunidades de ascenso social. ¿Cómo consideras que se expresa esta tensión clasista en el Estados Unidos contemporáneo?
-Se expresa de muchas y diferentes formas y la verdad, no me gustaría alargarme. Comentaré alguna de ellas. Una de las que más me sorprendió al llegar a este país es la construcción de burbujas sociales. Estados Unidos es un país en el que muchas personas viven completamente ajenas a la realidad de enormes masas poblacionales de sus conciudadanos. Tu puedes ir a Minneapolis, por poner un ejemplo, el lugar epicentro de las protestas tras la muerte de George Floyd y encontrarte con esos barrios empujados al límite social, económico y racial, dispuestos a estallar de una forma brutal ante una injusticia concreta en un momento determinado. Por otro, a muy poca distancia, existen vecindarios de película, de individuos y casas de ensueño, donde hasta el ladrido del perro de catálogo parece respetuoso y coordinado. Esta guetización se da por todo el país y la tensión existe. Basta con recordar que, si los cuerpos de policía de Estados Unidos fueran un ejército, serían el segundo en el mundo.
He hecho mención a los barrios pero esto se replica en los servicios, incluso en la posibilidad de tener acceso a alimentos frescos o a un supermercado y sobre todo en la educación. Hay un dicho muy generalizado en Estados Unidos sobre las escuelas secundarias, unas son túneles hacia las cárceles, otras, hacia la universidad.
Este año electoral se reedita el duelo entre el demócrata Joe Biden y el republicano Donald Trump. La línea de fractura y polarización política a lo interno del país es cada vez más evidente. Una parte de esa frustración, que es el voto que canaliza fundamentalmente Trump, es resultado de esa política de saqueo interno a que ha sido sometido el trabajador norteamericano. Pero también en tu libro refieres el ascenso de otras fuerzas políticas "progresistas" que, si bien no tienen muchas posibilidades ante el monopolio bipartidista, evidencian la búsqueda de alternativas por parte de una ciudadanía defraudada por las élites. Entonces, desde tu percepción, ¿cuál es el panorama político de los Estados Unidos en año electoral, cuáles son las principales contradicciones y qué elementos quedan en evidencia?
-Uno de los principales elementos de frustración social es que el sistema bipartidista estadounidense está completamente subyugado a las élites y no hay forma posible de empujarlo hacia un quiebre. Esto, en un momento en el que incluso las encuestas más burguesas reconocen que la ciudadanía quiere que existan terceros partidos. Sin embargo, poco se explica que, claramente, el sistema en sí no lo permite.
Ya de entrada, la forma de acceder a las papeletas es intrincada y cambia dependiendo del estado. Para continuar, es imposible poner en marcha una verdadera campaña presidencial sin tener montones de dinero, con lo cual, antes incluso de gobernar, estás vendiendo tu proceder político a los poderosos, aquellos que simplemente están autorizándote económicamente a entrar en la competición. Es decir, el presidente de Estados Unidos llega a ser mandatario de los estadounidenses con el beneplácito de la élite económica.
Cabe recordar que Estados Unidos es lo que se llama una democracia indirecta. Tal y como explico en el libro, esto se puede traducir en que, incluso el candidato más votado por la ciudadanía acabe por no ser presidente. Además, es un sistema de todo al ganador, donde el color de un estado se decide en función de los votos de los llamados electores y sólo un voto de diferencia inclina el total hacia un lado o hacia el otro de la balanza. Es decir, no importa cuán ajustado estuvo el resultado. El primero gana y el segundo se esfuma. Imagina el tercero.
Sin embargo, como bien dices, en el libro pongo ejemplos prácticos de otras alternativas a los demócratas y republicanos. En parte para demostrar hasta qué punto está viciado el sistema político pero también para poner en valor que la ciudadanía estadounidense no es monolítica y pese a la propaganda y la sujeción sistemática, intenta desafiar aquello que les está siendo impuesto.
Por último, en medio de este panorama, hemos escuchado varias declaraciones sobre Cuba en boca de figuras de ambos partidos. ¿Qué papel consideras que desempeña la isla en la escena política estadounidense?
-Cuba desempeña diferentes papeles en Estados Unidos. Por un lado, la isla supone un desafío al modelo capitalista e imperialista de Washington. A la élite política estadounidense le molesta bastante que una isla a pocos kilómetros de su gigante no sólo demuestre que existen otras formas de concebir la relación entre el estado y la ciudadanía, sino que incluso plante cara al asedio constante del imperio mediante el bloqueo, la propaganda o sus triquiñuelas migratorias para intentar el vaciado poblacional de su territorio.
Creo que uno de los aspectos que no se analiza suficiente respecto a los trucos que Estados Unidos utiliza contra Cuba es cómo han construido una realidad migratoria para los cubanos completamente diferente al resto de los inmigrantes que quieren llegar a lo que se vende como la tierra prometida. Todos los abusos, quiebres del sistema, violencia y hasta muerte que se inflige sistemáticamente contra el resto, para los cubanos en comparación son alfombras rojas. Esto tiene una clara intención política de seguir vendiendo esa imagen de prosperidad y facilidades pero enfocada sólo hacia la población de Cuba, construyéndoles otra de esas burbujas sociales y en este caso migratorias, a las que me he referido anteriormente.
Otro de los papeles de Cuba en tiempo electoral es el de la diáspora y, sobre todo, de la oposición. Florida es uno de los estados bisagra que pueden decidir el resultado de las elecciones presidenciales y todos sabemos el peso que la oposición cubana tiene en él. Así que, en este caso, incluso si uno de los candidatos quisiera relajar relaciones o cambiar la política hacia Cuba, jamás lo haría público en tiempo electoral, puesto que necesita del apoyo político y económico de aquellos que abogan por la caída del socialismo cubano.