El mundo feliz del Comité Noruego del Nobel
Sorprende el desprecio de este sabio Comité hacia todo país o gobierno que se oponga a los virtuosos valores occidentales.
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El mundo feliz del Comité Noruego del Nobel.
El Comité Noruego del Nobel vive en el Jardín Europeo, un lugar maravilloso, donde la realidad se refleja solo a través de un cristal muy estrecho y donde las ovejas y los lobos duermen juntos, en sana paz y armonía. En este idílico lugar, el Comité ha decidido que este año el foco de sus deliberaciones para el Nobel de la Paz sería la democracia, por supuesto, la democracia burguesa, ese sano valor entendido como el derecho de los países ricos a explotar a los pobres y el derecho de los pobres a ser explotados por sus élites y por los países ricos.
No es de sorprender el desprecio de este sabio Comité hacia todo país o gobierno que se oponga a estos virtuosos valores occidentales. Por eso, luego de una detenida valoración, en la cual desde luego no incidió sesgo político o ideológico de ningún tipo, este 10 de octubre pudieron anunciar al mundo que el Premio Nobel de la Paz 2025 le ha sido otorgado, nada más y nada menos, que a la opositora venezolana María Corina Machado.
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El Comité afirmó que Machado había ayudado a “mantener encendida la llama de la democracia frente a una oscuridad creciente”. Y agregaron que ha luchado por “promover los derechos democráticos del pueblo de Venezuela”.
Al anunciar el premio, el Comité Nobel afirmó, además, el papel de Machado como “figura unificadora” en el movimiento de oposición de Venezuela, apuntando que eso “es precisamente lo que está en el corazón de la democracia: nuestra voluntad compartida de defender los principios del Gobierno popular, aunque estemos en desacuerdo”.
Este premio, en este momento, permite algunas lecturas geopolíticas interesantes, sobre las cuales convendría detenerse y reflexionar.
La primera y más evidente es la clara agenda de agresión contra Venezuela y su proyecto político. Con este lauro a una líder opositora con serias aspiraciones presidenciales, se construye otro Guaidó, esta vez desde un espacio de mayor legitimación simbólica. Por un lado, el realce mediático asociado al premio la catapulta de figura política local a personalidad universal, dándole nuevos espacios y tribunas para difundir su discurso de negación de todo lo que ha representado la Revolución Bolivariana. Además, crean las condiciones para que tenga un alto costo político internacional si el gobierno venezolano procede penalmente contra ella por sus muchos cargos de incitación a la violencia y otros crímenes contra el orden interno del país.
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Esto ocurre, además, en un momento en que los Estados Unidos ha militarizado el Caribe, con la falsa excusa de un Cartel de la Droga dirigido por el gobierno de Venezuela, y sus tropas cometen asesinatos extrajudiciales en aguas internacionales y violan sistemáticamente el espacio aéreo venezolano.
Aupar de esta manera a una figura de la oposición, implica, por un lado, el abandono de la agenda que incluía al gastado Edmundo García y por el otro, responde al interés de "dar opciones" al presidente de Estados Unidos, en caso de que decida escalar sustancialmente la agresión contra Caracas. En este caso configura a la señora Corina como opción presidenciable en una agenda futura.
El Nobel a María Corina evidencia también la capacidad que tienen los poderes occidentales de dar oxígeno simbólico a figuras políticas que parecen desgastadas.
No importa que, como en el caso de María Corina, su liderazgo y reconocimiento interno estén en su punto más bajo. Se puede proyectar internacionalmente y convertirla en excusa política para una nueva campaña de agresiones, al tiempo que se obliga a la obediente derecha a subordinarse a su agenda, como ya hicieron con la tragicómica agenda Guaidó.
Este premio a María Corina evidencia también la profunda crisis moral de Occidente. María Corina, en su afán pacifista, ha sido partidaria de la intervención extranjera en su país y solo desde julio de 2024, su alianza con grupos violentos ha costado numerosas vidas y sembrado el terror en varias ciudades y estados de Venezuela. Por supuesto, al lado de Barack Obama (Premio Nobel de la Paz, 2009), quien fomentó el inicio de la Guerra Civil en Siria e invadió y destrozó Libia, la Machado es un paradigma de la promoción de los derechos democráticos.
Además de la evidente polarización y el creciente descrédito que evidencian los Nobel en general y el Nobel de la Paz en particular, lo cierto es que esta maniobra política contra la Venezuela Bolivariana es, además de oportunistas, cobarde.
En un mundo donde, por solo mencionar un ejemplo muy notorio, hay un ente sionista cometiendo genocidio y muchas y muchos palestinos y de otros países están arriesgándolo todo en defensa de la paz y la seguridad del pueblo gazatí (escribo esto pensando en el personal sanitario, de rescate, de la UNRWA, profesionales de la comunicación, los integrantes de las numerosas flotillas que han intentado romper el criminal cerco, los que han impulsado procesos legales, quienes han arriesgado sus carreras y su integridad personal por denunciar el crimen), los ilustres miembros del Comité deciden mirar a otro lado.
Enfrentar al genocida israelí y su aliado norteamericano, así sea en forma simbólica, tiene un costo que ni sus graciosas majestades suecas, ni las élites políticas suecas y europeas tienen el coraje de asumir.
Es más fácil sumarse a la campaña contra un país digno que señalar con el dedo a un genocida. Sigue el Jardín y sus maravillosas instituciones dándonos valiosas lecciones de cuáles son sus verdaderas prioridades.
El verdadero problema no es que Venezuela sea más o menos democrática, y sin dudas, nadie en el sabio Comité cree que la señora Corina sea un referente en ningún campo y mucho menos en el de la Paz, el verdadero problema es que Venezuela sigue empecinada en poner sus recursos al servicio de su desarrollo nacional y se niega a dejarse robar, pacíficamente, su ansiado petróleo.